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7.2. IAGO</CENTER>
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Victor Maurel como Iago en el estreno en Paris de Otello. 1894</center>
La consideración de la riqueza de un personaje operístico no puede limitarse únicamente al texto, ya que va íntimamente ligado a su música. El personaje de Iago es tremendamente complejo, difícil de analizar en la obra de Shakespeare y todavía más en la ópera de Verdi. Aunque la música que Verdi escribe para Iago es, igual que el personaje, sinuosa, zigzagueante, retorcida, y bisbiseante, esto no nos da un alcance de su personalidad ni de su mezquino comportamiento. Iago está mejor trazado en el original shakesperiano, con bastantes más intervenciones y numerosos monólogos que definen más nítidamente su psicología.
Iago es el motor del drama y en él está concentrada la acción principal: la destrucción de Otello, fríamente pensada y llevaba a cabo cruel y despiadadamente, la intriga por el mero placer de atormentar a los que lo rodean, el ansia de destrucción, la negación de la dignidad por una satisfacción propia. Frente al carácter tempestuoso y poético de Otello, Iago es intrigante, frío y retorcido, un artista de hacer el mal. Si consideramos a Otello como el último eslabón de la galería de personajes heroicos en la historia de la ópera, Iago representa la modernidad; Iago es civilizado, y manierista: Otello habla de sí mismo con franqueza; en cambio Iago va ajustando lo que tiene que decir a cada una de las situaciones; el hábil juego en el dúo “Cio m’accora”, con Otello, en el que consigue generar una incertidumbre que dará paso a desconfianza en Otello, a base de afirmar y negar, decir y no decir, repetir y callar, insistir e esquivar los golpes.
El empeño de Verdi y Boito con el personaje de Iago era dotarlo de una pátina de auténtico gentiluomo y arrebatarle el disfraz satánico tan poco humano con el que siempre se le representaba, por que Iago es, a pesar de todo, un hombre, de carne y hueso, envilecido por sus ocultas pasiones, como a continuación veremos.
En la adaptación cinematográfica que Orson Welles realizó en 1.952 sobre Othello, hay quien intenta justificar el origen de la aversión del alférez a través de un matiz sexual: la impotencia sexual de Iago, no puede tener relaciones sexuales con su mujer, Emilia, ni con ninguna otra, y esto le genera una frustración. Si a este hecho le unimos la creencia sobre la potencia sexual de los africanos (para Iago Otelo es un “animal lascivo”) tendríamos un motivo para argumentar la inseguridad que atemoriza a Iago de que Otelo ha seducido a Emilia. Esto no es más que una interpretación de la versión cinematográfica de Welles.
Si que es cierto que Iago es uno de los personajes mas asexuales y puritanos de Shakespeare y a tal respecto incluyo el siguiente diálogo entre Iago y Roderigo, en el que Iago argumenta:
Othello, Shakespeare escribió:
...si la balanza de nuestra existencia nos tuviera un platillo de razón para equilibrarse con otro de sensualidad, la sangre y bajeza de nuestros instintos nos llevaría a las consecuencias más absurdas. Pero poseemos la razón para templar nuestros movimientos de furia, nuestros aguijones carnales, nuestros apetitos sin freno"
La mejor forma de desenmascarar la rica psicología del personaje quizá sea analizando sus monólogos en el original de Shakespeare (curiosamente solo Iago los tiene), que descubren veladamente sus oscuras intenciones. Iago es un paranoico obsesionado por todo aquello que enaltece a los demás y de lo que él carece: la autoridad de Otello, la hermosura de Cassio, la riqueza de Roderigo, la inocencia de Desdemona. De todos ellos, y también de su esposa Emilia, se vale como coadyuvantes para conseguir sus fines: destruirlos.
Iago es un ser egocéntrico; su egocentrismo lo lleva a negar, despreciar, odiar y aniquilar a quien no encaje en la concepción de “su mundo”. Es también un individuo megalómano fascinado por su propia inteligencia; considera injustas las vicisitudes que lo rodean y considera injustos con él a quienes no han percibido este talento innato; el cargo de alférez le parece poco para su dotación intelectual, no deja de ser un subordinado, y su esposa una dama de compañía. Su elevado nivel de autoestima lo conduce a odiar a Cassio, el “azzimato” capitán, que ha ascendido a más nivel que Iago.
Asimismo Iago es una personalidad insegura; su alto concepto de sí mismo en el fondo le genera miedo a quedarse atrás, lo que supondría ser tratado como un inferior, si se diera el caso; esto lo convierte en un personaje con deseos de integración y reconocimiento por parte de los demás, lo cual debe conseguir con una potente arma: el cinismo, mecanismo que Iago explota a la perfección; es así por lo que Otello, Cassio o Desdemona se refieren a él siempre como “honesto Iago”, e incluso el mismo Otello va más lejos, cuando musita sobre él la siguiente reflexión, refiriéndose a Iago:
Othello, Shakespeare escribió:
“este camarada es de una excesiva honradez”
Iago es misógino; desprecia a las mujeres por considerarlas volubles e infieles; es también xenófobo; cree que los seres de piel oscura como Otello no disponen de intelecto y únicamente los empuja la lascivia:
Othello, Shakespeare escribió:
"estos moros son inconstantes en sus pasiones"," [Otello] se deja guiar por la nariz tan fácilmente como los asnos, juzga honrada a las gentes a poco que lo parezcan"
Y por si fuera poco es un improvisador genial; trabaja dominando el tiempo y ajustando su trama a los eventos a medida que éstos se presentan;( aunque comete un desliz con su esposa, Emilia, con lo que no contaba) el objetivo de su maldad ni él mismo lo conoce; va tomando forma sobre la marcha:
Othelo, Shakespeare escribió:
"todavía mi pensamiento vive confuso y entre sombras, que los pensamientos ruines solo en la ejecución se descubren del todo"
.
Es un artista del mal, y un artista de sí mismo, que se regodea llevando a la trampa a personas con más grandeza que las suyas; de la misma forma que un investigador experimenta con chimpancés para aprender sobre conducta humana, Iago lo hace con seres humanos, es un creativo conocedor del alma humana. El triunfalismo de la obra de Iago determina que él debe mandar sobre quien manda en él, y con Otello obtiene un éxito rotundo. Nos demuestra ser un psicólogo perfecto, un prestidigitador del alma que ensaya con Otello y es capaz de llevar su naturaleza humana al límite.
Exiten dos frases altamente revelantes en la obra original de Shakespeare:
" No soy lo que parezco" (“I am not what I am”) (Acto I), que Boito omite, y la enormemente significativa
“ Yo no soy más que un crítico” (" I am nothing if not critical") ( Acto II), la cual si aprovecha Boito, aunque la trascribe para una escena y en un contexto distinto -y con personajes distintos; Iago se define como un crítico, es decir, alguien que observa y analiza la realidad de todos aquellos que lo rodean, alguien quien todo lo juzga y moteja sin pasar por alto ni aún las más ligeras faltas, un ávido conocedor del alma humana, hábil para desentrañar las debilidades y carencia de quienes lo rodean, y si puede los manipula. Y así es Iago: “
io non sono che un critico”, frase a menudo pasada por alto tanto por cantantes como por directores, y que, dicho sea de paso, Verdi pudo haberla adornado con un matiz o cualquier ornamentación musical más definitoria.
Continua con
EL ODIO DE IAGO.