Me arrepentiré de esto, lo sé (mi turbio pasado prefantasmal saldrá a la luz e incluso corro el riesgo de ingresar en la Cofradía de los que Oyen Óperas de Cuatro Horas y Media -¿de dónde las saco?-), pero allá voy.
Sir Peter Quint (Norwich 1973 - Liverpool 2005) nació como Perry Longbottom en el ducado de Norfolk, en el seno de una familia humilde. Su vocación se encaminó pronto al pajerío, uséase, a ser paje de algún noble. Pero el joven Perry se encontró con muchos problemas. En primer lugar, para ser paje del Duque de Norfolk había que ser orondo como un tonel, y el pobre Perry, a pesar de su desdichado apellido, era más delgado que una acelga con la cara de Ian Bostridge. En segundo lugar, la nobleza, como tal, hacía ya unos siglos que había pasado de moda. Finalmente, encontró una vacante como paje del Duque de Mantua, pero resultó que eran unos explotadores: además de paje, tenías que ser Condesa de Ceprano y Giovanna en la misma función o no había sueldo, y además, tenías que ser mujer. Y Perry, que tenía una feminidad muy floreciente pero no era soprano, tuvo que renunciar al cargo.
Perry era un apasionado del cine, sobre todo de aquellas películas en que los actores dejaban de hacer cosas tan aburridas como hablar y discutir y pelearse y galopar a caballo y coger a los malos y todo eso, y se ponían a cantar y a bailar por praderas austriacas, azoteas neoyorkinas o reinos fantásticos más allá del arco iris. Convencido de que la música era su porvenir, montó su propio cabaret en la ciudad de Liverpool, adquiriendo el grado gremial de la cofradía de los emcees en 1995.
Curiosamente, Liverpool es una ciudad donde por más que el hall de un local esté decorado con gasas rosas y las paredes llenas de posters de Callas y de Marilyn, en tanto que se sirva cerveza siempre se llena de hooligans. Es así. No lo pillan. De modo que, una de las veces que Perry, de nombre artístico Peter Quint salió a hacer su performance disfrazado de Claramae Turner (como quien sale a cantar en la escena final de Senderos de Gloria), cantó una pieza de Carousel de Rodgers y Hammerstein que tenía un final totalmente mariquita pero bastante épico. Y a los hooligans aquello de "walk on, walk on with hope in your heart and you'll never walk alone" les conmovió mucho. Y pidieron bis. Y Quint, atónito, dio el bis. Y pidieron tris. Y Quint lo dio. Y, al momento, todos los hooligans se marcharon porque esa tarde había partido.
Antes de que el Liverpool saltara al campo, los hooligans quintianos trataron de motivar a su entorno cantando la misma canción, pero sólo les salían un montón de berridos. De modo que, al terminar, volvieron al local de Quint a pedirle que les enseñara "bien" la canción. Lo de "bien" era un decir, pero al menos se la aprendieron. Y ello convirtió a Quint en Maestro Cantor.
"You'll never walk alone" se convirtió en el himno del Liverpool y Quint fue nombrado Caballero (sir) del Imperio Británico por la Reina de Inglaterra en octubre de 1997, nada más terminó el luto oficial por Lady Pirulí, por ser el creador de la canción (aunque, como se dijo, no era su inventor, sino su mero exportador, pero una corona de tanta experiencia colonialista como la británica no le iba a hacer ascos a semejante impulso del espíritu nacional).
Sir Peter Quint murió en extrañas circunstancias en Liverpool en 2005, la noche en que el equipo de la ciudad ganó la Champions League. Desde entonces, su alma vaga por el limbo y por internet. Algo debió de hacer un poco chungo, pues le dijeron que su destino era la condenación eterna y la corrupción de infantes. Pero hasta la fecha no hay noticias de que haya tenido demasiado éxito. Pese a Gino.
_________________ Die Wahrheit ist bei mir, Mandryka.
Última edición por Peter Quint el 02 Sep 2008 19:35, editado 1 vez en total
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