Aquí van las 634, contadas por Microsoft Word:
Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa, es sacada de las Crónicas francesas y de los Romances españoles que andan en boca de las gentes. Trata de la libertad que dio el señor don Gayferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña. Verán vuesas mercedes cómo está jugando a las tablas don Gayferos, según aquello que se canta: "Jugando está a las tablas don Gayferos, que ya de Melisendra se ha olvidado."
Ahora verán vuesas mercedes cómo el emperador Carlomagno, padre putativo de la tal Melisendra, mohíno de ver el ocio y descuido de su yerno, le sale a reñir, y después de advertirle del peligro que corría su honra en no procurar la libertad de su esposa, dicen que le dijo: Harto os he dicho, ¡miradlo! volviendo las espaldas y dejando despechado a don Gayferos, el cual, impaciente de la cólera, pide apriesa las armas, y a don Roldán su espada Durindana. Adviertan luego vuesas mercedes cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en la difícil empresa; pero el valeroso enojado no la quiere aceptar, antes dice que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el más hondo centro de la tierra. Y con esto se entra a armar para ponerse luego en camino.
Ahora veréis la torre del alcázar de Zaragoza, y la dama que en un balcón parece es la sin par Melisendra, que desde allí, muchas veces, se ponía a mirar el camino de Francia, y puesta la imaginación en París y en su esposo, se consolaba en su cautiverio. Verán también vuesas mercedes cómo un moro se llega por las espaldas de Melisendra, y la da un beso en mitad de los labios, y la priesa que ella se da en limpiárselos y cómo se lamenta, mientras el rey Marsilio de Sansueña, que ha visto la insolencia del moro, su pariente y gran privado, le manda luego prender.
Miren luego vuesas mercedes cómo llevan al moro a la plaza de la ciudad, con chilladores delante y envaramiento detrás, y cómo luego le dan doscientos azotes, según sentencia del Rey Marsilio, ejecutada apenas había sido puesta en ejecución la culpa, porque entre moros no hay traslado a la parte, ni a prueba y estése, como entre nosotros.
Yo así lo haré.
Miren ahora a don Gayferos, que aquí parece a caballo, camino de la ciudad de Sansueña
Ahora veréis a la hermosa Melisendra, que, ya vengada del atrevimiento del enamorado moro, se ha puesto a los miradores de la torre y habla con su esposo creyendo que es algún pasajero, según aquello del Romance, que dice: Caballero, si a Francia ides, por Gayferos preguntade. Veréis también cómo don Gayferos se descubre y qué alegres ademanes hace Melisendra al reconocerle, descolgándose luego del balcón, y cómo don Gayferos ase de ella, y poniéndola sobre las ancas de su caballo, toma de París la vía.
¡Vais en paz, oh par sin par de verdaderos amantes! Lleguéis a salvamento a vuestra patria; los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los días, que los de Néstor sean, que os quedan de la vida.
Miren vuesas mercedes cómo el rey Marsilio, enterado de la fuga de Melisendra, manda tocar alarma, y con qué priesa, que la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.
Miren cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en seguimiento de los dos católicos amantes. ¡Cuántas dulzainas que tocan, cuántas trompetas que suenan, cuántos atabales y atambores que retumban! Témome que los han de alcanzar y los han de volver atados a la cola de su mismo caballo!
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