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En 1930 el periódico vienés
Neues Wiener Tagblatt organizó una encuesta, que tuvo una respuesta masiva, sobre los 12 mejores artistas austríacos del momento. El 15 de Agosto publicaron los resultados, anunciando que esta decisión popular había sido también confimada por los críticos del periódico.
Muchos votos habían ido a parar a músicos como Franz Léhar o Richard Strauss, descalificados al no ser ciudadanos austríacos, como también fue el caso de Max Reinhardt. La lista final fue la siguiente:
1º Karl Schönherr, autor teatral
2º Artur Schnitzler, autor teatral
3º Anton Wildgans, autor teatral y poeta
4º Wilhem Kienzl, autor teatral y biografo de Wagner, autor del himno nacional austríaco
5º Josef Hofman, arquitecto
6º Anton Hanak, escultor
7º Erich Wolfgang Korngold, músico
8º Hermann Bahr, autor teatral
9º Julius Bittner, músico
10º Karl Franz Ginskey, poeta
11º Klemens Holzmeister, arquitecto
12º Arnold Schönberg, músico
Además de mostrar el enorme cariño que los austríacos tenían por sus autores teatrales, la encuesta también enseña la alta estima en que tenían a Korngold, el primer músico y también la persona más joven en ser nominada.
Julius Bittner, hoy practicamente olvidado, pero entonces un autor muy reconocido, especialmente por su ópera
Das Höllisch Gold, muy popular durante la Gran Guerra y los años veinte, estaba por delante de Schönberg y Alban Berg ni siquiera aparecía mencionado, a pesar que
Wozzeck se había estrenada hacía ya cinco años.
Lo más curioso es que Schönberg se enfadó considerablemente... pero no por aparecer en último lugar, sino por haber sido tan siquiera mencionado.
Siempre considero que su arte estaba por delante de su tiempo y no se sintió especialmente reconfortado al comprobar que gozaba de cierto renombre popular.
En 1945, poco antes de morir, Julius Korngold recuerda esta encuesta en una carta a su hijo Erich cuando la consideración crítica a Schönberg estaba en su punto álgido y la de Erich, tras su paso por Hollywood (que su padre detestaba), en su nadir. Julius murió tan amargado como, doce años más tarde, lo haría Erich.