El monólogo se estructura en cuatro partes, precedidas de una introducción y con un pequeño interludio.
Introducción
Cuatro versos sirven para crear la expectación y prepararnos para el monólogo. Atención a los golpes de timbal (0:37), los mismos que acompañarán a Titurel cuando hable desde su tumba.
¡Titurel, el héroe piadoso le conocía bien! Con todo su poder y magia el feroz Enemigo amenazó al Reino puro de la Fe,
Uno. El mundo de Titurel
Gurnemanz empieza contándonos cómo a Titurel le fueron entregadas las reliquias sagradas, y la fundación de la orden de los caballeros. Por tanto nos encontramos con una música que, a pesar de ser melódicamente diferente, tiene una textura no muy alejada de la de Lohengrin.
Todo el fragmento se basa en los temas relacionados con los ángeles (0:39), el amor (1:06) y el Grial (3:07). Gurnemanz nos tiene que maravillar con la historia, y el canto noble de Moll es perfecto para ello. Ahora bien, aunque esta primera parte termina con el tema del Grial, lo hace de una forma interrogativa (3:57): éste no es el final de la historia.
ante él, durante la noche sagrada y seria, los mensajeros del Salvador se inclinaron. Le entregaron, para que lo guardara, ese Cáliz, copa sagrada y noble, de la cual Él bebió durante la Última Cena, y en la cual cayó su preciosa sangre desde la Cruz, y con el cáliz, la Lanza que le hirió, ambos testimonios de los más sublimes milagros. Para guardar estas reliquias construyó un santuario. Otros vinieron a servir con él. Recorriendo caminos que ningún pecador puede atravesar, sólo los puros, ya sabéis, pueden pasar. A estos hermanos, el Grial otorgó su fuerza milagrosa.
Dos. El mundo de Klingsor
Cambio total de registro. Si antes teníamos una música diatónica y aseverativa, sólo dos versos nos transportan a los dominios cromáticos y sinuosos de Klingsor. Hay muchos temas asociados con el malvado: el suyo propio (4:27), su magia (4:51) y el jardín maravilloso que ha creado (6:01). Incluso se oye el eco lejano del canto de las muchachas flor (6:27). Un mundo que nos tiene que resultar amenazante y seductor al mismo tiempo.
Más, todo esto le fue prohibido a Klingsor aunque suplicó y luchó por ello. Marchó y se asentó en el otro lado, en el valle, en la tierra del pagano. No sé qué quería curar o remediar allí, buscó la santidad. Indefenso y para acabar con el pecado que había dentro de él, puso su mano sacrílega sobre su cuerpo, y después la estiró para coger el Grial, pero los guardias, precavidos, se la cortaron. Entonces, Klingsor, lleno de rabia, intentó hallar la manera de hacer que esta ofrenda mutilada, se convirtiera en magia endemoniada, y la halló. Convirtió el desierto en un jardín de placeres, en el que crió mujeres de belleza diabólica. Allí aguardó a los Caballeros del Grial, y los hizo caer en la malvada lujuria, y en el fuego del infierno. Aquél que lo intente, puede darse por perdido.
Tres. La caída de Amfortas
Llega el momento más doloroso de todo el monólogo: la retirada de Titurel y la derrota de su impetuoso hijo Amfortas a manos de Klingsor. Es la música de éste quien cierra este fragmento (8:10). Atención a la media voz de Moll cuando canta el primer verso (7:05).
Después Titurel, cansado por la avanzada edad le entregó el señorío a su hijo, pero Amfortas no descansaría hasta que lograra poner fin a tanta brujería. Ya sabéis lo que ocurrió después: la Lanza está ahora en manos de Klingsor; la usa para herir a los Santos, y cree que pronto nos usurpará el Grial.
Interludio
Una breve intervención de los dos impetuosos escuderos sirve para darnos un momento de respiro.
Cuarto Escudero ¡Antes de nada debemos hacernos de nuevo con la Lanza!
Tercer Escudero ¡Ay! ¡Cuanta gloria y alegría representaría eso para él!
Cuatro. La esperanza
A partir de (8:40) Gurnemanz nos muestra una esperanza para el futuro, la visión que le ofrece el Grial (9:16) y la voz que anuncia la profecía (10:04). Fijaos como, en toda esta última parte, Moll frasea perfectamente, usando “unas palabras claras y sencillas”. Finalmente los escuderos repiten el inicio de la profecía.
Ante el santuario vacío se halla Amfortas sumido en profunda oración, suplicando una señal de perdón: una luz sagrada iluminó el Grial; una visión sagrada le habló sin tapujos, con unas palabras claras y sencillas. "Al tonto inocente que aprenderá por la piedad, a él aguarda, yo te lo enviaré"
Los cuatro Escuderos "Al tonto inocente que aprenderá por la piedad…"
Última edición por Wimsey el 18 Abr 2010 19:59, editado 1 vez en total
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