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Pocos personajes hay en Verdi que consigan emocionarme tanto como Isabel, que me impresionen escucha tras escucha por su grandeza, por la belleza de cada uno de sus acentos. Isabel, joven princesa francesa, traicionada por el destino, robada de los brazos del amor por el implacable deber de Estado. Un deber que, sin embargo, no se materializa en las páginas de Verdi en una resignación pasiva. Eso es lo que convierte a Isabel en una de las mayores heroínas verdianas.
Un papel que, a pesar de la opinión de Ponselle (
Delaforce), ofrece a la la soprano unas posibilidades amplísimas. Es fundamentalmente un personaje lírico, pero con numerosos momentos en los que la partitura y el libreto piden a las voces carácter y peso. Para mí está muy cerca vocalmente de Leonora, pero el alma del personaje me recuerda siempre a Desdémona. Sólo que ésta es una víctima perfecta, que baja los ojos y rompe el alma del espectador con su entereza y su valentía. Sin embargo, sólo una parte de Isabel es así. No hay más que comparar Gia nella notte densa, con Io vengo a domandar; la preciosa canción del Sauce, con Tu che la vanità. Isabel no se inmola, sino que convierte su aciago destino en su mayor virtud.
Iremos viendo todos los momentos definitorios del personaje, no con la exhaustividad de Felipe, pero sí con la atención que merece. La grabación que seguiré es en este caso en italiano, con una de las mejores Elisabettas de la historia: Monserrat Caballé (Giulini, 1970, EMI).