Felipe, el padre
El retrato termina de cerrarse con el último momento en el que el corazón de Felipe se abre, después del duro dúo con Isabel y antes de su fría intervención en el final de la ópera. Y precisamente lo hace a través de uno de los fragmentos cortados por Verdi antes del estreno de 1867 en París, sólo recuperado felizmente por un puñado de grabaciones posteriores a 1970 (Matheson, Abbado en sus directos en la Scala en 1977-78 y en su estudio del 83, y Pappano en 1996, que yo conozca).
La escena transcurre tras la muerte de Posa. Carlos llora sobre el cadáver de Rodrigo, cuando Felipe entra en escena con el discurso bien aprendido, dispuesto a recuperar a su hijo, una vez muerto el intrigador (
mais le traître a subi son sort, ¡en referencia a Rodrigo!). Pero la violenta reacción de Carlos rompe esa falsa máscara:
(Escuchar)
Carlos:
Arrière! De ce mort, le sang a rejailli jusquà votre visage
Dieu marque votre front du sceau de son courroux
Felipe:
Mon fils
Carlos:
Vous n'avez plus de fils!
Choisissez-vous, parmi ceux des bourreaux
un fils à votre image.
Connaisseur profond du coueur humain
vous saurez quel sang pur
a versé votre main.
Il m'aimait et nous étions frères
nos couerus étaient liés par d'éternels serments.
Méprisant vos bienfaits, mép vos colères
c'est pour moi qu'il est mort
O Roi de meurtre et d'epouvante
mes royaumes son près de lui.
Obsérvese de nuevo el guiño al dúo con Posa y al monólogo de Felipe. Con ironía el libreto hace que Carlos se burle de su padre sin conocer esas dos referencias anteriores. La ruptura que Carlos ha dejado patente es total y la reconciliación imposible. Por eso, Felipe revela sus verdaderos sentimientos en una de las páginas más maravillosas que conozco. Como explicó
Wozzeckhace poco, esta melodía, cortada del Don Carlos fue luego utilizada por Verdi para el Lacrymosa de su Réquiem, circunstancia que nos habla del aprecio que el propio compositor sentía hacia este bellísimo pasaje.
Y es que, en el fondo, el Qui me rendra ce mort, es un réquiem sentido y paternal que Felipe le dedica, de rodillas, en la más absoluta de las desolaciones y los remordimientos, ya sin ninguna máscara que recubra su rostro, al único hombre que supo leer su alma. A su hijo soñado:
Qui me rendra ce mort, qui me rendra ce mort?
O funèbres abîmes.
Celui-là seul, parmi tant de victimes
Un homme, un seul, un héros était né,
j'ai brisé cet appui
que Dieu m'avait donné.
Oui, je l'aimais. Sa noble parole
à l'âme révelait un monde nouveau.
Cet homme fier, ce coeur de flamme
c'est moi qui l'ai jeté dans l'horreur du tombeau.
La página está llena de referencias al dúo de Felipe y Rodrigo (un monde nouveau) y al dúo con el Inquisidor (Un homme, un seul). Y ese final, que actúa de recordatorio del monólogo de Felipe (l'horreur du tombeau <--> des caveaux de l'Escurial). Y fijaos también en los juegos que hace el libreto con las rimas. En la segunda estrofa, cómo asocia parole a flamme, y monde nouveau a tombeau, ésta última con un doloroso sentido trágico.
Después del monólogo de Felipe se suman a este improvisado réquiem el propio Carlos y el pequeño coro de notables que ha ido entrando en escena, haciendo crecer la música en intensidad y belleza, apoyada en el coro masculino y en una orquestación maravillosa.
Así queda descrito por completo el padre que sufre por Carlos y que encuentra en Rodrigo al hijo que quiso tener. Queda dibujado el hombre lleno de remordimientos, el rey vencido, arrodillado frente al cadáver de todo aquello que pudo ser: un mundo nuevo, su amigo y su hijo.
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