Veamos más detenidamente esas diferentes facetas de Felipe de las que hablaba antes.
Felipe, le roi
Desde su aparición el el acto II hasta el final del acto III (escena de la coronación- auto de fe), la obra nos presenta a Felipe en su imagen más pública, a través de tres grandes escenas que lo oponen a los tres principales elementos del drama: el primer enfrentamiento (indirecto) con Isabel, el apasionante duo con Posa, y la terrible confrontación con Carlos. Pero eso no significa que aquí no podamos empezar a atisbar las profundidades del drama que estallan en el acto IV.
Para empezar, la aparición del rey no puede ser más dura. Precedido del anuncio de Tebaldo y acompañado de una música solemne, el rey interviene abruptamente:
Pourquoi seule, madame?. Sin saber lo ocurrido (el encuentro secreto entre Isabel y Carlos), Felipe castiga con extrema dureza el atrevimiento de la reina. Obsérvese cómo marca con frialdad la distancia (
Ignorez-vous la regle de ma Court?). En una intervención apoyada en las notas graves (que cantantes como Ghiaurov han explotado hasta el escalofrío, como veremos), Felipe, expeditivo, destierra a la dama que debía acompañar a Isabel.(
Escuchar, seguimos con la grabación de Pappano, Van Dam) La intervención del coro de cortesanas marca el contraste con la dureza de las palabras del rey. Contraste que se acentúa con la bella canción de despedida que Isabel le dedica a su dama.
Una vez que todos se han ido, Felipe pide a Rodrigo que se quede (en la puesta en escena de esta grabación, Van Dam, con gran acierto del regista, se acerca a Isabel y la saca de escena elegantemente pero con firmeza, tras pronunciar el
Restez! dirigido a Posa). En esta intervención, Felipe mantiene el tono real de la anterior intervención. Se dirige a Posa fríamente, con un fraseo marcado e implacable. (
Escuchar)
En el diálogo que mantienen, que analizaremos en otro momento (recordad que esta grabación recoge la primera escritura de la escena. Por ahora dejemos eso de lado, pues ya las compararemos a las dos en otra sección), Felipe defiende primer con vehemencia sus postulados políticos. Pero lo que nos interesa aquí es la primera ruptura del monolitismo frío, rocoso y lejano que ha carectizado a Felipe hasta el momento. Ante los vehementes postulados políticos de Posa, Felipe no muestra enojo, sino una cierta predisposición a comprender lo que oye de Rodrigo (
Escuchar, a partir de 1:21:
Quel langage nouveau...). Para terminar, tras la insistencia de Posa, con unas frases llenas de paternalismo (2:06). El contraste entre
viellard y
Roi de la moitié du Monde empieza a dar el tono del Felipe que empieza abrirse al espectador.
Una apertura que alcanza un primer y precioso clímax al final de este duo. Cuando parecía que la conversación había alcanzado su término, Felipe llama a Posa de nuevo (la ansiedad que aplica Van Dam a estas palabras es acertadísima:
Non, restez, mon enfant. J'aime votre âme fière. La mienne à vous va s'ouvrir toute entière.
Escuchar). Tras esta paternal imprecación, Felipe entona unos compases de una belleza impresionante que se han mantenido así en todas las versiones de la obra (
Votre regard hardi s'est levé sur mon trone). Observad la desolación que imprime la partitura a cada una de las primeras frases de la intervención: 00:46,
Regardez ma maison, con el acorde de las cuerdas y la respuesta de la trompa; esquema que se repite en
Le trouble l'environne (libreto precioso, por cierto, de una intensidad increíble). En una melodía más dulce, llena de compasión, el rey confiesa con dolor (0:56):
Oui père malheureux, plus malheureux époux. Felipe termina por buscar apoyo en Posa, a través de una verdadera declaración de amistad paterna (luego el libreto retoma esta idea tras la muerte de Posa): 1:31, con unos acordes dubitativos y nerviosos, el rey dice
Soyez leur juge et mon appui (...). Toi qui seul es un homme au milieu des humains, je met mon coeur en tes loyales mains.
La declaración no puede ser más bella. Como el propio Rodrigo proclama, el rey ha abierto ese corazón cerrado para todos los demás. Por primera vez en la ópera Felipe se ha atrevido a romper el duro cascarón de su majestad.
Sin embargo la ruptura aún no ha sido total, en el acto III el libreto vuelve a presentarnos a un Felipe en majestad, más solemne que nunca, en la escena de la coronación. Con un fraseo amplio y poderoso, ante el pueblo que le aclama, Felipe proclama su poder (
Escuchar)
Una dureza que mantiene contra los
herejes flamencos que aparecen en escena, a pesar de que todo el coro, Posa, Isabel y Carlos le piden piedad. (
Escuchar). Aunque contestado, Felipe mantiene su autoridad de rey, y empecinado retorna a su línea vocal, pese a todas las melodías que se cruzan pidiéndole clemencia.
Pero esa autoridad se ve quebrantada por Carlos, en una ardiente intervención. Este fragmento es crucial, porque Felipe se vuelve a mostrar con la máxima autoridad, en su estado de mayor majestad, pero es incapaz de dominar la situación sin recurrir a Posa. Aunque la línea vocal de toda la escena es igual de dura y majestuosa, cantada toda en forte, ya no tiene los efectos que tenía en su primera intervención del II Acto. La debilidad manifiesta en el duo con Posa no ha sido mostrada en vano. A pesar de ello, obérvese cómo Felipe dedica las frases de la mayor dureza y crueldad hacia su hijo (
Escuchar).
Así pues, en cuestión de tres escenas, el rey ha ido despojándose de la autoridad incontestada de su primera intervención. Con el bellísimo choque del dúo con Posa se ha mostrado el rey se ha ido convirtiendo, a ojos de los espectadores, en hombre. La culminación del proceso llega pronto, en el acto IV, a través de una de las más bellas arias de la Historia de la Ópera y que comentaremos después.