Acto I
Cuadro I
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La pequeña ciudad de Kalinovĕ, en algún momento de la década de 1860.
Un parque en la ribera del Volga. Hacia el río, se extiende un amplio paisaje. A la derecha, se alcanza a ver la casa de los Kabanov. Un sendero bordeado de matorrales. Una tarde soleada.
El joven vendedor Váňa Kudrjáš poetiza ante la vista del paisaje sobre el Volga, entreteniendo Glasa, la simplona ama de llaves de la casa de Kabanov.
Toda la conversación entre Kudrjáš y Glasa, es seguida en la orquesta por un apacible motivo de cuatro notas, que evoluciona continuamente, y que ya habíamos escuchado, en una suerte de melancólico episodio pastoral, al final del preludio, inmediatamente a continuación del “tema de Káta”, como desaceleración de un fragmento del ostinato.
Es un módulo rítmico flexible, que enlaza musicalmente el primer cuadro con el preludio, y que se revelará muy prolífico, a lo largo de todo el primer acto, constituyéndose en instrumento de cohesión temática, en sus inagotables metamorfosis.
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Observan que dos hombres se acercan, son el soberbio comerciante Dikoj y su sobrino, Boris Grigorjevic. Kudrjáš y Glasa, conocedores del mal humor de Dikoj, y escuchando las duras reprimendas que este hace a su sobrino, se retiran hacia la casa de los Kabanov, antes que este las emprenda también en su contra.
Se escuchan las fuertes críticas de Dikoj al joven, mientras éste, desconcertado, le pregunta qué es lo que quiere que haga, en casa y en día de fiesta. Airado, el duro hombre de negocios, le dice que si busca en que ocuparse siempre encontrará algo útil que hacer, y termina por mandarlo al demonio.
La agresión verbal del iracundo Dikoj a su sobrino, es comentada musicalmente por una suerte de grotesca danza, punteada por caricaturescas intervenciones del corno, que se basa en variantes del módulo rítmico anterior.
Con estas palabras, Dikoj se aleja de Boris, en dirección a la casa de los Kabanov, donde encuentra a Glasa, y le pregunta por Kabanicha, la matriarca de la familia Kabanov. Esta no se encuentra, ha salido de paseo al parque. Dikoj se marcha con paso majestuoso, en dirección a ese lugar, mientras Boris se queda conversando con Váňa, y explicando a su amigo porqué soporta tales abusos.
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Boris añora la vida social y cultural de Moscú, donde frecuentó las mejores escuelas, y llevaban una vida familiar felíz, hasta que el cólera le arrebató a sus padres, y luego a su hermana y a su abuela, quedandoél como único heredero, siempre que se mantuviera fiel a las órdenes y al cuidado de su tío.
A la garbosa salida de escena del comerciante, le sigue una tierna frase de los arcos, que suaviza el motivo de la danza, incorporando una nueva variación del módulo: Nos retrata a un Boris algo turbado, y absorto en el dulce recuerdo de Káta.
Desde este momento, la música se focaliza en el mundo interior del sobrino de Dikoj
Como los miembros de la familia Kabanov regresan de la oración vespertina, Boris le confiesa a Váňa que está secretamente enamorado de Kát’a, la joven esposa de Tichon Ivanyč Kabanov, hijo de la Kabanicha.
La tristeza de la narración de Boris, encuentra respuesta en un doliente motivo orquestal, claramente originado en la línea melódica del tema de Káta.
El motivo se apodera completamente de la escena, incluyendo el momento de la evocación de la figura de la desaparecida hermana de Boris, que concita una atormentada variante del andante, insinuando una asociación subconsciente entre las dos figuras femeninas en el espíritu de Boris
Se acercan los miembros de la familia Kabanov, junto a sus criados.
Un instante antes de que Fekluša se muestre llamando la atención de los presentes, y de Boris, expresando su falta de fé en la iglesia, los violines abordan una enésima reformulación del módulo rítmico, que se revelará como decisivo en la formulación de variantes.
Al advertir que la mirada de Boris, finalmente ha encontrado a la amada, es una pareja de flautas se posa dulcísima sobre el tremolo de los arcos y el corno, en una variante melódica de gran lirismo, que evoluciona hacia una expresión arrebatadora, radiante.
Es imposible sustraerse a una impresión de déjà vu en el efecto producido por esta última variante del módulo, que en forma notoria aunque no textual reproduce el tema de Káta.
Janácek nos acostumbrará a este manejo del tema asociado a su protagonista: raramente permitirá establecer una filiación precisa, aunque nunca falte un cierto aire de elusiva familiaridad.
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Los hombres se retiran mientras la anciana Kabanicha regaña a su hijo Tichon por su falta de atención. Tanto él como su esposa tratan de complacerla: Kát’a le dice a la anciana que ambos la aman y la respetan. Ante la respuesta tajante de Kabanicha, Kát’a entra a la casa, seguida por su suegra, en el mismo instante en que el temperamento de Tichon estalla porque le dicen que consiente mucho a su esposa. Tichon se queja con Varvara, la hija adoptiva de la familia, quien le echa en cara que él prefiere beber y olvidar sus problemas antes que defender los derechos de Kát’a.
Un profundo quiebre atraviesa la textura musical: para retratar la dureza implacable de la viuda Maria Ignatevna Kabanová, Janácek deforma el módulo en un gesto anguloso, acompañado de una insistente melodía de semicorcheas que asemeja repentinas estocadas.
Káta inicia una vana defensa de las acusaciones que, con pérfida indiferencia, deja caer la Kabanicha, precisamente sobre la repetición, apaciguada, del tema de Káta: es el inicio de la confrontación entre los dos caracteres. La respuesta no se hace esperar, llena de una vivacidad acentuada, respecto de la obertura, da cuenta de una necesidad reprimida de desahogo.
La música habla, en esta página, dos idiomas sensiblemente distintos, que reflejan las dos personalidades que se enfrentan: Al canto y la cualidad discursiva, expresada en la música de la viuda, se contraponen la dulzura y la sintaxis regular y los juegos de simetría de texto y música de las respuestas de Káta. Así como al incisivo recitativo de la primera, se corresponde el doliente arioso de la segunda, hasta la caída del telón, y aún cuando Káta ya no esté presente en escena, la música se encargará de hacernos presentes ambos registros, aludiendo ora al uno, ora al otro polo de la discordia familiar.
El único elemento extraño, que se introduce en el conflicto, es el tema de la hija adoptiva, Varvara, que se presenta en el fagot, sobre acordes en contrapunto de las flautas.
Urdimbre melódico-armónica , con brillos cercanos al folcklore, seguirá inmutable, durante toda la obra, dando cuenta de una menor riqueza de carácter, en relación a la compleja sicología de la protagonista.
Su aparición y su presencia constante en la obra, constituirá un punto de equilibrio entre la prosa constante de la Kabanicha, y la riqueza de matices de Káta, aportando además la recurrente inspiración folcklórica.
Los fragmentos corresponden al siguiente registro:
Káta Kabanová
Dikoj - Rudolf Asmus
Boris - Antonin Jurecka
Kabanicha - Helena Burianova
Tichon - Josef Valka
KATA - Libuse Domaninska
Kudrjas - Jaroslav Ulrych
Varvara - Cecilie Stradalova
Kuligin - Vlastimil Sima
Glasa - Vlasta Jurcikova
Feklusa - Marie Bakalova
zena - Berta - Zackova
chodec - Bohumil Kurfurst
Orquesta Sinfónica Checoslovaca, Brno
Director - Bretislav Bakala
Brno, Checoslovaquia, 1953