Como es sabido el libreto de Romani se basa en una obra teatral del dramaturgo francés Alexandre Soumet, estrenada con cierto éxito poco antes en París. La adaptación de la obra de Soumet a la ópera es bastante fiel al original hasta llegar a la detención de Pollione y la confesión de Norma. A partir de aquí, la ópera de Romani y Bellini se encamina a su final, mientras que el drama continúa en un quinto acto en el que las legiones romanas atacan el campamento galo y liberan a Pollione, Norma apuñala a uno de sus hijos y se despeña con el otro por un precipicio, terminando con un arrepentido Pollione entregándose a Oroveso (que no es el padre de Norma, solamente el druida principal) para ser ejecutado.
Nada queda en pie de este dramón típico del romanticismo, pero resulta mucho más interesante escarbar en las fuentes que usó Soumet para escribir su obra. La inspiración viene básicamente de tres fuentes:
La tragedia clásica de Medea, en la que un guerrero heleno (Jason) cae rendido a los hechizos de una encantadora, en varios sentidos, princesa bárbara y sacerdotisa de la diosa lunar Hécate. Tras tener dos hijos, y retornar a Grecia, Jason se enamora de una doncella griega y la respuesta de Medea es expeditiva: asesina a sus propios hijos antes de huir de Corinto.
Procedente del noroeste del mundo clásico en lugar del noreste, tenemos la leyenda de Velleda, sacerdotisa virgen y profetisa de los Bructeri, una tribu germánica, mencionada en Tácito. A principios del siglo XIX el escritor francés François René de Chateaubriand transporta la acción a las Galias en su novela Les martyrs. Velleda y un oficial romano, Eudore, tienen un romance. El padre de la joven, Segenax, es el lider de los rebeldes galos y cuando conoce la relación sacrílega de su hija, conduce a sus hombres a un enfrentamiento con los romanos en que pierde la vida. Velleda se interpone entre los contendientes, se acusa de haber traicionado al dios Irminsul y se suicida rebanando su garganta con la hoz.
Las leyendas célticas estaban de moda en Europa desde la publicación en 1760 de unos fragmentos de poesía sobre el héroe gaélico Fingal, escritos por un misterioso autor de tiempos remotos llamado Ossian. En realidad, no eran más que una obra de James McPherson que utilizó el truco de Ossian para beneficiar las ventas, algo que consiguió más allá de cualquier expectativa razonable. Esta especie de furor por lo céltico iniciada por el falso "Ossian", continuó hasta las postrimerías del siglo XIX.
El propio Romani, además de libretista de ópera, se ganaba la vida como profesor de mitología clásica en la Universidad de Génova y había publicado un libro titulado "Dizionario d'ogni mitologia e antichitá", donde dedicaba un par de páginas a las druidesas y al dios Irmasul(sic). Por si fuera poco, unos años antes de Norma había escrito para Pacini el libreto de una ópera titulada La sacerdotessa d'Irminsul, estrenada en Trieste en la que Romilda, la sacerdotisa, en este caso sajona, se debate entre el amor del caballero franco Ruggiero y el principe sajón Clodomiro. Cuando su padre, el gran sacerdote, se entera de las andanzas de su hija monta en cólera, pero en este caso la ópera tiene un final feliz con la huida de Ruggiero y Romilda a la corte de Carlomagno. Pacini encontraba tantas similitudes entre Norma y su ópera, que tuvo una seria pelea con Romani sobre el asunto.
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