Zoltán Kodály (1882-1967) El arte musical húngaro tuvo en Béla Bartók y Zoltán Kodály a los principales gestores de su consolidación durante el presente siglo. Ambos crearon un nuevo estilo a partir del folklor local y se preocuparon de establecer una cultura musical de alto nivel. Sin embargo, la labor de Kodály se extendió mucho más allá, porque además de trabajar como compositor, director, crítico y profesor de música, abordó con igual interés y profundidad la etnología, la historia y la estética musicales, la historia de la literatura, la linguística, la filosofía y la enseñanza del lenguaje. Pocos artistas han logrado desarrollar una actividad tan valiosa y duradera en esta variedad de ámbitos, pero muchos menos han sido los que han centrado tantos y tan distintos aspectos de su labor persiguiendo un único ideal: derrotar el analfabetismo musical a todo nivel.
Fue después de egresar de la Academia de Budapest en 1905 que Kodály partió con un aparato fonográfico a registrar ejemplos del folklor para realizar su tesis sobre la estructura de la canción popular húngara. Luego compartió con Bartók no sólo la tarea de coleccionar, clasificar y editar cientos de ejemplos de la música nativa, sino también una duradera amistad. Paralelamente se interesó en componer, sobretodo tras viajar a París y volver con algunas obras de Debussy que analizó junto a su amigo. Desde entonces su lenguaje adquirió un estilo individual y maduro que el propio Bartók describiría señalando:
las composiciones de Kodály poseen una rica invención melódica y un perfecto sentido de la forma, no siendo del tipo que hoy en día se describe como moderno, demostrando que todavía se puede crear un idioma novedoso y presentar rasgos que nunca antes se habían abordado basándose en el principio tonal.
En 1908 Kodály fue contratado como profesor en la Academia de Budapest y un par de años después, el 17 de marzo de 1910, se realizó en esa ciudad un recital con obras suyas y de Bartók que llegó a considerarse como el inicio de la nueva música húngara. En todo ese período sus intereses creativos estuvieron centrados en la música de cámara y vocal, pero con la llegada de la década del 20 su aporte se fue ampliando a otras esferas de mayores dimensiones. Es así que con su
Psalmus Hungaricus de 1923 obtuvo notoriedad internacional, la que reafirmó con la ópera
Háry János de 1926 y, sobretodo, con la suite orquestal de esta última, realizada en 1927 y que pronto incluyeron en su repertorio directores tan eminentes como Toscanini, Mengelberg, Ansermet y Furtwängler. Pronto Kodály apareció dirigiendo su música en Amsterdam, Londres y Cambridge.
Ciertamente el patrón de vida de Kodály no cambió mucho una vez consolidada su posición en Hungría y en el resto de Europa. Con la idea de establecer un arte musical húngaro basado en el folklor, reconociendo la significancia cultural de las tradiciones musicales de su pueblo y llevando a cada rincón del país el conocimiento y el cultivo de la música, Kodály continuó enseñando, recopilando y realizando publicaciones muy valiosas en revistas, periódicos y libros. La culminación de toda esa actividad científica fue la primera edición del
Corpus Musicae Popularis Hungaricus en 1951, proyecto que había comenzado a delinear junto a Bartók en 1913 y para el cual clasificó alrededor de 100.000 canciones y melodías folclóricas. Pero Kodály también era un experto en la música de sus colegas y escribió ajustados juicios sobre Bartók así como de otros autores e intérpretes de todas las épocas.
En el campo educativo Kodály realizó una labor igualmente trascendental, enseñando en la Academia de Budapest entre 1908 y 1940, donde tuvo a alumnos que llegaron a ser distinguidos maestros, intérpretes, compositores o directores como Antal Dorati, Istvan Kertesz o Georg Solti. El mismo interés pedagógico lo llevó a realizar mucho trabajo creando y editando ejercicios, mientras que en la década del 30 fue capaz de gestar un movimiento juvenil coral a nivel nacional que, gracias al apoyo gubernamental después de la guerra, le permitió poner en práctica su visión de la enseñanza musical como algo disponible para todos a través del canto coral. Con esto aseguraba que la música pasara a ser parte orgánica en el curriculum escolar y que tanto niños como adultos no perdieran contacto con ella.
En el plano creativo Kodály continuó una carrera exitosa en la década del 30 con las
Danzas de Galánta, las
Variaciones sobre El Pavo Real y el
Concierto para Orquesta. Finalmente, en 1942, se le reconoció una mayor trascendencia en las instituciones artísticas húngaras y su estilo basado en el folklor (nunca tan denso o analítico como el de Bartók) se transformó en un modelo para los compositores más jóvenes. En los años de la guerra siguió trabajando, ayudó a mucha gente durante las persecuciones y junto a su esposa tuvo que refugiarse en un convento de Budapest, donde completó su
Missa Brevis. Con el término de la guerra su labor también logró honores y premios en el extranjero, no sólo como director y compositor, sino además como musicólogo y educador. Aún cuando hasta su muerte Kodály siguió ligado a una serie de variadas actividades, su música nunca reveló que sus facultades disminuyeran, siendo claros ejemplos el
Himno de Zrinyi de 1954 y la
Sinfonía de 1961.
Háry János (1926) Singspiel en cuatro aventuras.
Fragmento de la primera y la segunda aventura.
Székely fonó (1932) Juego musical en un acto sobre textos folklóricos.
Comienzo.