Y ahora es cuando os suelto el rollo
La sensación que he tenido en las horas posteriores a la función es la mejor sintomatología de lo sucedió en el teatro ayer noche; podría resumirlo en que asistimos a la representación de una GRAN OPERA.
Desde el preludio inicial la obra coge una velocidad de crucero que se altera en poquísimas ocasiones, aunque estratégicamente colocadas en el desarrollo de la misma, y jamás da la sensación de ser cansino pues juega con una paleta de matices musicales y dramáticos que ayudan a que las escenas vayan fluyendo sin solución de continuidad, envolviendo al espectador en una atmósfera densa aunque ágil.
La función de ayer se vio perfectamente apoyada en una puesta en escena que combinaba una escenografía austera, no podría considerarla minimalista pero casi, que sin embargo en todo momento, gracias a la disposción escéncia de personajes así como un perfecto juego de luces y efectos consiguieron engancharme absolutamente a lo que allí se desarrollaba. Prueba fehaciente de ello es que durante el entreacto, que fue después de habernos zampado tres actos seguidos y casi dos horas de función, nadie de los que allí nos reunimos tenía ni la más mínima sensación de cansacio. En mi caso no diré que el entreacto se me hiciera eterno, pero casi.
Escénicamente funcionó casi todo, y digo casi porque la escena del destierro del príncipe Golitzin me pareció un poco surrealista porque pareció más la salida a hombros de un torero que un “nuevo creyente” (que en la historia es casi una víctima de la propia revolución, porque él sí era partidario del aperturismo del zar Pedro y un germanista convencido) que partía para el exilio al compàs de una música lúgubre, casi espeluznante.
Entre los detalles a comentar hubo uno que me sorprendió en sobremanera. Junto a Ivan Khovansky, a medio camino entre fiel acompañante, bufón y mascota, aparecía un enano (no quiero herir susceptibilidades pero el eufemismo “persona pequeña” me parece absurdo) que me jodió bastante verlo porque pensé que no venía a cuento de nada pero aquel escudero fiel, mascota y bufón del príncipe en una escena que me tenía intrigado (no sabía como resolverían el asesinato de Khovansky porque en aquel momento el escenario era un espacio enorme y abierto que alguien saliera de entre las penumbras hubiera resultado increíble) y que se resolvió de una manera impactante porque fue el enano quien, simbolizando la traición, se convierte en el verdugo del “príncipe conservador” y quien sale de escena acompañando a Shaklovity cuya sardónica risotada tras consumarse el asesinato resulta sobrecogedora.
La escena final resultó prodigiosa porque abriéndose el fondo del escenario donde se veía un frondoso bosque (bellísima perspectiva) donde se concentran los “ortodoxos” con Dosifei , Marfa y el principe Andrei quienes con un leve y lento movimiento cimbreante avanzan desde el fondo del escenario hasta ocupar la parte anterior del mismo mientras se colocan sus túnicas blancas y encienden su cirio (símbolo de la inmolación). La música acompañaba aquéllo movimientos acompasados (o al revés) hasta el momento final donde se extinguen uno a uno el resplandor de los cirios y la muerte consiguiente de sus portadores. ¡Magnífica escena!.
También me gustaría comentar que se omitieron algunas partes de la obra pero no entorpecieron para nada el desarrollo de la misma (aunque a mí el tercer acto me gusta con el desfile de ortodoxos, que fue cortado, y el dúo en que se convierte el aria de Marfa cuando entra en escena su madre así como la posterior “trifulca” de ésta con Dosifei (eliminaron el personaje de la madre de Marfa con lo que la escena toma otro cariz).
Musicalmente tenemos que admitir las muchas dificultades que convella una obra de estas características porque se precisa de tres tenores, dos bajos, un barítono, una soprano y una contralto (en no pocas ocasiones es una Mezzo). No todos tienen el mismo protagonismo pero sí tienen sus momentos relevantes. La dirección musical corrió a cargo de Michael Boder quien a mi juicio llevo la obra de forma impecable y la orquesta respondió bien; por ponerle algún pero digamos que algún metal de vez en cuando “resultaba ostentosamente audible” pero tampoco es una excusa para no ponerle buena nota.
Protagonistas, que lo fueron, los coros quienes en líneas generales estuvieron muy, muy acertados y en algunos momentos se comportaron de forma magnífica. Realmente en esta ópera la parte coral da muchísimo juego y ayer le sacaron todo el provecho posible.
La parte vocal resultó muy homogénea y esto es importantísimo en una ópera de estas características. Lo primero, al menos en mi caso, es reconocer que Galouzin si bien sigue siendo más bruto que un arado ayer, no es que matizara pero su forma de canto se adaptaba al caràcter del príncipe Andrei, tuvo una actuación correcta. Brubaker es una importantísima voz y su Golitzin hubiera sido importantísimo de tener algunos problemas de afinación. Cerrando el trío de tenores cabe destacar la importante labor de Clark como escriba, un personaje que recuerda al Iurodivi de Boris Godunov, quien se trasvistió de aprendiz de Koslovsky y a fe que tuvo escelentes momentos durante el primer acto para, en su actuación final, quedar algo desfondado. Probablemente los mejores años de Putilin ya han pasado pero ayer dejó su impronta en el escenario, su voz transmitía todo el caràcter del personaje aunque en su aria de lucimiento la zona aguda le resultó infranqueable. Cerrando la parte masculina del cast me gustó en sobremanera la interpretación de Ognovenko quien caracterizó a un príncipe Ivan, duro y a la vez frívolo, y a sus cualidades vocales habría que añadir su desparpajo en escena. El personaje estrella , al menos en la parte masculina, es el del monje ortodoxo Dossifei que estuvo interpretado por un correcto Vaneev quien se mostró como un buen cantante aunque no tiene el timbre de bajo más profundo que el personaje requiere.
Las intérpretes femeninas estuvieron a un nivel altísimo porque si bien el personaje de Emma es cortito cabe decir que Tymichenko lo solventó vocal y escénicamente a gran nivel.
Y dejo para el final a Zaremba. Creo que si a alguien se puede destacar por encima del resto es a ella. Domina una cavernosa voz de forma prodigiosa. Sabe que lo que seduce es su timbre y jamás sacrifica la belleza del mismo a cambio de un mayor volumen el cual regula de forma magistral. Como la nota es altísima no quiero dejar pasar la oportunidad de “recriminarle” que su aria del tercer acto (yo me la represento una mezcla de reflexión y pregaria) no dejó que la voz fuera deslizándose suvamente sino que en algunos momentos quiso enfatizar el texto lo que a mi juicio quiebra un poco la belleza del aria. En fin.....no fue perfecta, pero casi.
Supongo que después de lo dicho no hará falta recalcar lo profunda y magnífica impresión que me dejó la función de ayer.
Saludos
PD: Y aclaro que si he narrado algún aspecto no tan positivo es más por intentar una minuciosa descripción que por considerarlo un despropósito.
PD1: Aprovecho para animar a quienes no la han visto que acudan y si pueden prepararla ( o al menos conocer con algo de profundidad la historia) lo hagan porque el disfrute será aún mayor.
PD2: Me reservo el derecho de aclaración o rectificación cuando esta noche lea el escrito.