Para ir calentando motores, les dejo con la crónica del desaparecido y admirado Antonio Fernández-Cid para ABC del estreno en España del San Francisco de Asís (¿Dónde está la novedad de Mortier?) con Kent Nagano, probablemente un director de orquesta más interesante que el que nos traen:
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Jueves 2-10-86
Messiaen, ovacionado en el estreno madrileño
de su «San Francisco de Asís»
Fue interpretada por la Orquesta Radio Holanda, dirigida por Nagano
Teatro Real. 30-IX-86. Olivier Messiaen: «San Francisco de Asís» (ópera en concierto).
Director: Kent Nagano. Cantantes: María Oran, Philippe Rolllon, John Gümore, Phil Frohmayer,
Gerard Garino, Bruce Bewer y Charles van Tassel. Orquesta Sinfónica y Orquesta de Cámara
de la Radio Holanda. Gran Coro de la Radio Holanda y Coro de Cámara de Holanda.
Bien pasadas las doce y cuarto de la noche, al concluir la interpretación en concierto de la ópera en tres actos «San Francisco de Asís» que había comenzado a las siete de la tarde, el público —reunido en buen número, aunque sin llenar el Real- demandó con sus insistentes aplausos la presencia de su autor, Olivier Messiaen, y le dedicó una fervorosa ovación de varios minutos. La más grande rendida en los veinte años de actividad del Teatro, en su andadura como sala de conciertos, a un compositor. Se premiaba así los méritos y calidades de la obra, su ambición, espiritualidad y envergadura, fruto de un largo y sensible trabajo, y también la personalidad misma de un artista con puesto de sumo relieve en la historia de la música del siglo XX.Messiaen, sin duda emocionado por el general homenaje compartió - individualizó - el éxito con todos sus colaboradores principales, recorrió el escenario de uno a otro punto para saludar al maestro, cantantes, primeros atriles de cuerda, percusionistas, coros... Fue una coda justa para una velada musical importante.
Se hace difícil resumir tantas impresiones. La primera, afirmado ya lo ambicioso del empeño artístico, es que Messiaen permanece fiel a sus principios y los culmina en cuanto supone un mundo sugestivo de nuevos timbres, sonidos, efectos acústicos. Después, que a juzgar por el contenido de la partitura y su curso, la ausencia de la escena supone un muy relativo hándicap.: La acción es morosa, abundan los monólogos y hay constantes diálogos de dos, tres personajes. Los ocho cuadros -quizá con excepción del atormentado del leproso, difícil de plasmar en lo plástico para un concierto- admiten muy bien el trasplante sinfónico. Los hábitos de monje para San Francisco y sus hermanos, la blanca vestidura para el ángel situado al fondo en alto, son suficientes. Y quizá, quizá, todo el enorme contingente orquestal, su plural y riquísimo mensaje se disfruten más al ascender desde el foso a un estrado aumentado y repleto, incluso con dos de las ondas Martenot instaladas en proscenios laterales.
Más, parece de mucho mayor relieve la escritura instrumenta!, que bulle, se renueva en mixturas y alquimias perfectas, que la vocal, porque salvo las bellísimas intervenciones del ángel, de sumo encanto melódico y sutil, adecuado ropaje, todas las restantes, incluida la muy larga, noble y grave del protagonista, quedan un tanto planas, riteradas y monocordes. Hasta el punto de hacernos pensar, con el máximo respeto, en que si la obra peca de algo es por extensión en esas participaciones.
Las del coro, en cambio, son variadas y, aparte algún número protagonista - la voz del Señor- en el tercer acto, pasa de plenitudes a misteriosos murmullos que subrayan y ayudan al clima ideal.
Messiaen utiliza una orquesta de dotación máxima. Recordemos, por ejemplo —y sin olvidar los muchos «divisi» de la cuerda— el grupo de cuatro flautas y tres flautines protagonistas de algún efecto sonoro precioso; la gama completa de clarinetes, desde el requinto al clarinete contrabajo, de tan raro uso; las tres tubas; las tres Ondas Martenot; los diez percusionistas -vibráfonos, xilófonos, timbres, tam-tam, gongs, la única metálica platos, campanólogos... Curioso: en tan suculento muestrario, faltan las arpas y el timbal.
¿Momentos? La grandeza del unísono del coro qué cierra el primer cuadro; los efectos de las'trés voces graves de los fraifes, en el segundo; los contrastes entré él leproso y éi Santo en el tercero en qué dulzuras y clamores, se suceden. Abundan las rudezas excesivas de sonoridad innecesaria en el cuarto, donde se disfruta una preciosa intervención de flautines. Todo el quinto, «El Ángel músico», tiene fuerza comunicativa y encantamiento sonoro, subrayado por las Ondas.
Puede ser que la mayor maestría y genialidad se dé en el sexto, con la sorprendente variedad de los cantos de los pájaros, pero la escena —tres cuartos de hora— se hace larga. Ya en el tercer acto, en el séptimo cuadro, hay, en los finales, momentos «a capella» de induduble encanto. Y el coral de clausura es grandioso.
Obra difícil, compleja, fue dirigida con dominio y fervor absolutos por el maestro Kent Nagano, colaborador del también oriental Seiji Ozáwa, que la estrenó. Trabajo atento, sensible, el suyo. Muy bueno, en conjunto, el de las Orquestas y Coros de Radio Holanda.
Sólo, en estos, aigún momento tirante para las sopranos en el cuadro séptimo. En la orquesta, ligerísimas desigualdades de ajuste en ataque o clausura, no pueden empañar la prestación de clase. Por lo que atañe a los solistas si en Philippe Roillon, barítono protagonista, pudo faltar anchura vocal, pero hubo siempre dignidad y tuvieron especial realce las contribuciones de John Gilmore, como «Leproso» y Caries van Tassel, en «Fray Bernardo», en un plausible nivel general, la palma se la llevó —«los últimos...»— nuestra María Oran, Ángel con voz purísima, seductora por la calidad, afinación y fineza en agudos y filados.
A todos, Festival de Otoño incluido, nuestra enhorabuena.
A n t o n ¡ o F E R N A N D E Z . C I D
Curioso cuanto menos la parte que indica que la ovación fue "la más grande rendida en los veinte años de actividad del Teatro". Y yo que no conocía esto pensaba que el oh gran Mortier como vanguardista e innovador programador venía a descubrirnos esta obra a los catetos madrileños que desconocíamos completamente y que no sabíamos apreciar....