Pp F escribió:
(a veces creo que Thielemann y yo somos los dos únicos europeos a los que le gusta la obra).
salud.
Ya somos tres, señor. Espero ver algún día "Palestrina".
Creo que hay dos principales razones por las que Pfitzner hoy en día ya no se interpreta:
1. Su repugnante antisemitismo (en 1945 llegó a decir que ya otras razas se habían extinguido, dando a entender que por qué no iban a extinguirse los judíos) y su cercanía con los nazis, pese a que no pudo ganar el favor de ellos ya que Hitler le odiaba: en 1922, en su cara, intentó defender a un amigo judío y desde entonces el dictador le hizo la cruz. Su obra se interpretó y siguió componiendo, pero no tuvo el reconocimiento en vida que esperaba.
2. Su antimodernismo, que en una época de efervescente creatividad, supuso tanto su signo distintivo como su lápida: la música de Pfitzner es bellísima, y parece por momentos que es tan genial como las de sus contemporáneos Mahler, Strauss, pero después hay otros momentos en los que no pasa de ahí. Como les pasó a muchos que serían tanto o más favorecidos que él durante la repugnante época fascista: su música suma, pero no aporta nada.
Aun así desde que descubrí su obra estoy enganchado:
Von Deutscher Seele es una cantata preciosa, aunque no está al nivel de Gurrelieder o de la Segunda de Mahler, pero merece más presencia, aunque su título espanta al espectador moderno, por mucho que solo se trate de poemas de Eichendorff, autor alemán del siglo XIX y la obra fuera compuesta en 1922. La sinfonía An der Freude, de 1941, tiene un excelente y triunfalista inicio, pero se queda en una obra agradable y ya. Excelentes son sus conciertos para cello,violín y piano, además de los preludios de sus óperas "Der Christelflein" y "Das Kätchen der Heilbronn". Además el sello cpo tiene una preciosa colección de canciones para orquesta.
Pronto me pondré el DVD de Simone Young en Múnich, pero por lo que llevo oído, creo que Pfitzner merece estar en todas las salas de conciertos.
Claro que, además de que su música no se compara a Wagner, Strauss, Mahler, Schönberg o incluso al también conservador Bruckner, él solito se encargó de hundir su reputación para los siglos venideros.