Y llegamos por fin a la maravilla, a una de las más bellas arias compuestas por Verdi y a la vez uno de los momentos más recogidos, más sentidos, de toda la historia de la ópera. Todo lo que se diga es poco, pero si os interesa,
aquíintentamos decir algo.
11) Ella giammai m'amo
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Escuchar (Perdonad que escamotee la introducción orquestal, pero no entraba en el box. En el link de unas líneas más arriba está comentada).</p>
Nos encotramos directamente con la maravillosa voz de Siepi, de un color humanísimo, de una vibración señorial y reflexiva, cincelada y calmada por 20 años de carrera. El tempo elegido en este comienzo es algo rápido para mi gusto. Ello impide tal vez que Siepi dé a las primeras frases ese aire confuso y ensoñado que deben (
como trasognato). Observamos cómo la voz de Siepi se aligera para terminar extendiendo toda su vibración en la vocal final (
amo, me...). Así estos primeros momentos pasan sin ninguna inflexión especial, tremendamente neutros.
Sin embargo ese fraseo algo neutro y cansado logra dar un aire de melancolía natural, nada teatral ni efectista (como en tantas otras páginas ya comentadas), a las frases del recuerdo (
Io la rivedo ancor...). Notable esas consonantes masticadas en
Francia, que casi sin querer caricaturizan esa palabra tantas veces pronunciada con emoción por Elisabetta (no en vano la partitura marca que de la nota de Fran- debe ser cantada con una pequeña inflexión). La frase con la que termina este primer recitativo exige un crescendo que Siepi no marca del todo (
No! Amor per me...). Su
amor parece algo estrangulado, como si no consiguiera liberarlo del todo. El cierre en grave sin embargo, es magistral, con esas fluctuaciones de intensidad y el timbre redondo, redondo (es normal que la voz se muestre tras más de 20 años de desgaste más plena en el grave que en el agudo).
Siepi sale de la ensoñación (
Dove son) de una forma muy poco teatral, casi pasando por encima de las frases. Sin embargo el legato de la siguiente frase es precioso (
Passar vego...) y la bajada al grave dibuja una frase larga, vibrante, melancólica y de extraordinaria belleza, acabada en una íntima media voz.
Y comienza propiamente el aria (
Dormirò sol, y con ella comienza el gran Siepi), cantada a media voz, sin alardes, sin romper el tono de intimidad creado por el recitativo y la orquesta. Felipe está solo, adormilado y triste en su gabinete, en un alba que le recuerda el paso inexorable de los días. No caben efectismos ni exhibiciones. Así, Siepi va acariciando las frases con
extraordinario legato y marcando sutilmente las dinámicas (el crescendo de
sotto la volta no alcanza todo el vuelo que parece buscar la partitura, tal vez por inseguridad en el agudo, tal vez por decisión personal de no romper la media voz exigida por Verdi en toda la página). Concluye la frase con el timbre pleno pero sin aprovechar el calderón sobre
dell para exhibirse, tal vez ya apurado de fiato.
El aria cambia de ritmo de pronto. El paso de la media voz al forte está bien logrado, sin estridencias. Siepi se siente cómodo en el ritmo rápido,
hasta llegar a una frase cincelada con maestría (
Ah se il serto regal...). Comenzada a media voz el crescendo es progresivo y delicado, hasta abrir el timbre en el maravilloso agudo de
lEggere, limpísimo y en forte, como está escrito. Impresionante cómo contiene la respiración en las consonantes, dándole a la palabra una extensión y una fuerza sobrecogedoras. La culminación en grave es
escalofriante, con unos graves sonorísimos y muy bien vibrados. De nuevo Siepi se muestra misterioso y oscuro en las frases más ambiguas del libreto. Igual que en el duo con Posa (
Se il cor dell'uom conoscerai, qual Filippo il conosce),
Siepi dibuja con sus maravillosos graves el lado más siniestro del lado humano. Su Felipe de nuevo queda perfectamente retratado. Guarda más que exhibe, calla más que habla. Más allá de las cualidades vocales, ése es el gran valor incomparable del Felipe de Siepi.
Ahora comienza un ágil y desesperado parlato, donde Siepi se muestra de nuevo naturalísimo, alejado de excesos demasiado teatrales. Increíble ese
Prence casi inaudible. Son frases atemorizadas, propias de un hombre que duda, que está en su momento de mayor desnudez.
Tras ello se retoma la melodía del aria, cantada de nuevo con el mismo legato, aunque con menos atención esta vez a las dinámicas. El último
Ah se il serto mio regal está esta vez cantado en un desesperado forte, culminado en un magnífico agudo, perfecto contrapunto a la intimidad del parlato anterior. Vuelve finalmente el recitativo inicial, de nueo en tempo un poco rápido, pero con una gran variación de interpretación. Ahora Siepi se muestra agitado y mucho más contundente (tras seis minutos de cháchara supongo que se habrá despertado del letargo
), pero igual de herido e íntimo. El agudo de
amor es precioso esta vez. Y la última frase la cierra con un maravilloso grave que muere con una delicadeza extrema.
Absolutamente maravilloso. De nuevo podemos echar en falta un poco más de compromiso teatral. Pero a cambio obtenemos un Felipe humanísimo, nostálgico, dubitativo, increíblemente cercano. Cantado con madurez y serenidad, con corrección impecable pero sin exhibiciones gratuitas. Un Felipe ideal.