Io vengo a domandar:
P. Domingo y M. Freni - Salzburg, 1975
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Quiero comenzar resaltando, como hacía Sid, que estamos ante una página bien compleja y llena de cambios de color, de intencionalidad. Dificil en todos los sentidos: pura técnica y puro teatro. Y es una hermosura de escena: los dos personajes se vuelven a encontrar y es tal el clima que logra Verdi crear en torno a ellos que todo explota en pocos minutos de música. Me fascina la escena, como es obvio.
Hemos visto la intervención de Corelli y Caballé: realmente deslumbrante en lo vocal, mostrando ambos un gran fraseo en puntos importantes de la escena, pero a cambio con concesiones a la pirotecnia y alejamientos puntuales de la pura textualidad de la página. Se me antoja una intervención desigual la que nos comentaba Sid: saltan chispas vocales, pero no tanto entre el Infante e Isabel.
A cambio, en el caso que nos ocupa, vayan preparando los pañuelos. Mucho dolor y una enorme melancolía sacuden esta audición. Ausente la opción por el virtuosismo técnico en los casos de Domingo y de Freni (desde luego por imposición y limitaciones, no tanto por preferencia) éstos ofrecen a cambio otro dúo de campanillas, dando una lección soberbia de canto dramático.
La página comienza con un Domingo susurrante y respetuoso, que casi
piangendo, orante, se dirige a la reina. Véase el acento doliente en “sola potrá ottener”. Cambia el tono del Infante, como es debido, a partir de “quest´aura”, todavía contenido pero crecientemente agitado. Bien enfatizado el “le Fiandre”, al que sigue un dulce pero cariacontecido “Mio figlio” de Freni. Domingo se muestra entonces realmente enfurecido, con acentos casi veristas, en en “tal nome no”, en contraste con el casi implorante “ma quel d´altra volta”. A partir de ahí se desata la situación, con una orquestación bien conducida por Karajan, favoreciendo los acentos y subidas al agudo de Domingo en los sucesivos “pieta” y en la estupenda frase “il ciel avaro un giorno sol mi die”, seguido de un acerado “e poi rapillo a me”. Freni entonces opta por afirmar su mascarada, se muestra digna, compuesta y señorial. Pero su timbre transmite una fragilidad y un fingimiento: no es Isabel sino la reina la que habla en “Prence, se vuole Filippo udire la mia preghiera, verso la Fiandra da lui rimessa in vostra man. Ben voi potrete partir doman”, donde exhibe un fraseo sereno y frío, marcando un distancia con el Infante. Éste responde con un primer “ciel” casi lloroso, realmente quebrado en “non un sol” y en “Per un meschino ch'esul sen va!”. Domingo suena aquí compungido y joven, como superado por la situación. Manifiesta su sorpresa en las siguientes frases, donde cambia el tono y la inflexión se hace más agresiva y su demanda se vuelve incluso violenta. Sensacional en “Insan! piansi, pregai nel mio delirio, Mi volsi a un gelido marmo d'avel”, con las inflexiones bien marcadas en “delirio” y en “volsi”, aunque rematado con un acento veristoide innecesario en “d´avel”, punto que Corelli resuelve con mucha mayor elegancia y exhibición vocal y sobre el que Domingo pasa casi de puntillas.
Freni reaparece entonces ya más agitada, descomponiendo la distancia que la digna compostura de las primeras frases había impuesto. Con un tono casi maternal pronuncia Isabel ahora su recriminación al Infante: “Perché, perché accusar il cor d'indifferenza? Capir dovreste il nobil mio silenzio”. Enternecedora la inflexión en los dos “perché”, en “indifferenza” y en el “capir dovreste”, como queriendo que el Infante lea entre líneas lo que ella no puede decirle francamente (ese “silenzio” tan digno y acariciador). Las siguientes frases las cincela Freni con una suavidad y un terciopelo que derretirían a cualquier infante. Véase como arranca el fraseo en “Il dover” y con qué matización susurra aquello de “come un raggio”, para sonar casi herida y descarnada, desnuda ante el Infante en “al guardo mio brillò”. No encontramos la pirotecnia de Caballé en estos pasajes, no hay diminuendos de manual, no hay medias voces para anotar en los anales. Pero hay un fraseo inteligentísimo, un sinfín de contrastes y modulaciones en la emisión. La Isabel de Freni se muestra entonces fuerte, y recompone su hiriente desnudez con la subida siguiente, estupendamente resuelta, en “Io moverò”, para terminar su intervención con un matizadísimo “innocenza”. El acompañamiento de Karajan durante toda esta intervención es soberbio. Freni, en estas frases, muestra todos los registros de su Isabel al tiempo que todas las posibilidades de su voz, que se desnuda y crece al tiempo que el rol que encarna.
El Infante de Domingo responde entones ensoñador en “Peduto ben”, hermosísimo fraseo, de un romanticismo envolvente. Matizadísimo su “di mi avita”, y precioso como inicia en “udir almen” un fraseo que parece quebrarse en “quest´alma” (se anuncia el desmayo del Infante de Domingo), donde el timbre se afea aunque Domingo resuelve optando por enfatizar casi piangendo, con desigual resultado. Termina muy bien, eso sí, en “schiuder si vede il ciel” recogiendo el sonido, casi velándolo en el “ciel” final. Freni prosigue entonces con acentos realmente celestiales en el “Clemente Iddio”, que prosigue hasta un hermosísimo sostenido en “nell´oblio”. El modo en que después pronuncia el “oh, Carlo addio” transmite un dolor que a Caballé le sonaba a sueco. Descarnado, y quizá algo excesivo, el énfasis en “vivendo”. Bellísimo como resuelve finalmente el “mi crederei nel ciel!”, donde el escaso metal de su timbre acude, bien brillante, a rematar la intervención.
Resurge entonces el Infante de Domingo: de estar traspuesto pasa a ilusionarse ensoñador, casi alucinando. También aquí se ha suprimido el momento del desmayo de Don Carlos (“O prodigio! Il mio cor s'affida, si consola…”), pasando directamente a “Qual voce a me dal ciel…”. El fraseo de Domingo es inteligente y bello en toda esta sección, sobre todo en “Ah! il ciel s'illuminò, la selva rifiorì!...”. Véase, antes, cómo contiene el siseo en “Assisa”, creando un efecto interesante, como si estuviese “cortejando” a Isabel de nuevo. Mientras avanza la intervención de Domingo, Karajan se viene arriba con demasiada efusividad, y apenas se distinguen las dos intervenciones de Freni: un par de compungidos “gran Dio” y “giusto ciel” mientras Domingo sube estupendamente al agudo. Ambos cierran esta sección perfectamente coordinados.
Domingo pronuncia entonces con enorme contención (frente a Corelli, por ejemplo), el “alla mia tomba” “al sonno dell´avel”, con un énfasis escaso en “spietato ciel”, como si el pasaje, casi declamado, fuese un siloloquio, un momento introspectivo, y no una exhortación a plena voz como hace Corelli.
Llegan entonces los dos “O Carlo” de Freni. En el primero suena sorpendida, casi compungida por el estado del Infante. En el segundo, ya entreviendo cómo Domingo se va a venir arriba, suena casi temerosa, “tiernamente” asustada. Y es que en efecto el Infante se arrebata y se vuelve intransigente. Domingo “otelliza” esta intervención, a partir del “Sotto il mio piè dischiudasi la terra”, que suena realmente visceral, aunque no hay excesos veristas ahí. Enorme énfasis en “Il capo mio”, que casi escupe a los pies de Isabel. Llegan entonces tres “io t´amo”, perfectamente encadenados in crescendo, cada vez más desatado el Infante. La dicción es aquí muy marcada y agitado el fraseo. Freni todavía mantiene las formas, pero por poco tiempo. En dos frases vuelve a manifestar la fría compostura que reclama una reina, hasta sonar insolente con el Infante en los dos “va” que le arroja a la cara, tremendamente imperativa. El fraseo no es todo lo ágil que debiera en “Ed allor del suo sangue macchiato”, donde Caballé resuelve con mayor frescura. A cambio, aquí no hayamos ese metal insensible del centro de Caballé, sino el centro perfectamente coloreado de Freni.
La escena se cierra ya. Escuchamos el “maledetto io son!” de Domingo, sin la extraordinaria potencia y squillo de Corelli, pero a cambio ceñido a su duración y sin concesiones innecesarias a la galería (que tampoco podía permitirse, of course). Freni culmina entonces la página con una preciosa subida al agudo en el primer “Iddio”, al que sigue un enternecedor y descompuesto acento en “su noi veglio”. Es realmente hermoso el modo en que se detiene en la “o” del primer “Signor”, y sin la pirotecnia de Caballé, resuelve con igual elegancia e intimismo el segundo “Signor”, con un morendo escalofriante.
p.d. Vaya tocho me he marcado. Infumable, supongo.