Entrada de Posa y dúo con Don Carlos:
Domingo y Cappuccilli, Salzburg, 1975.
Audiciones:
E lui, desso, l´infante
Dio che nell´alma infondere
Bueno, vamos con la entrada de Posa (Cappuccilli) y seguimos después con el consabido dúo. Frente a la desigual pareja Corelli-Milnes, cada uno un poco a su aire, a mi parecer, Domingo y Cappuccilli suenan mucho más coordinados, sintonizando un mismo estilo, más verdiano o, al menos, más “italianizante”.
La entrada de Posa encuentra en la voz de Cappuccilli un timbre lleno de sonoridad y franqueza, sin asperezas ni problemas de dicción, obviamente. Cappuccilli suena grato y franco desde sus primeras frases. Karajan nos recuerda que está ahí, apabullando con esos sonidos que saturan la toma. El Posa de Cappuccilli introduce un claro contraste en “Ma che vid'io? Quale pallor, qual pena! Un lampo di dolor sul ciglio tuo balena!”, cuando su voz rebaja su esplendor y se vuelve más cercana. Apreciamos entonces un deliberado énfasis paternal en el “Carlo mio, con me dividi…”, al que corresponde un infante lacerado (véase el senttido “lascia” de Domingo). En este punto Domingo compone un Don Carlos tímido, culpable y herido. Así se entienden su tembloroso y tímido “amo” y su casi susurrado “colpevole amor, Elisabetta”.
El Posa de Cappuccilli responde entonces aterrado, estentóreo, un poco desatado, pero añadiendo después un “giusto ciel” que suena a ceguera, bien inteligente, como si no quisiera hacerse cargo de la confesión del Infante.
Domingo reacciona visiblemente nervioso y sorprendido por las palabras de Posa. Eso observamos en su fraseo ulterior, y en subidas al agudo muy sueltas y algo histriónicas: “mio Rodrigo!”.
El Posa de Cappuccilli amansa entonces al turbado infante, que responde a sus palabras de ánimo con un desesperado “no”. A partir de entonces la escena fluye con lentitud pero con una teatralidad magnífica bajo las inflexiones “karajianas”. Cappuccilli sigue mostrando un fiato y un fraseo correctísimos y nobles (véase su “apprendi ormai In mezzo a gente oppressa a divenir un Re!”). Tras la respuesta de Domingo con un correcto “ti seguiró, fratello”, sin mayor intencionalidad, se abre un momento fascinante, muy logrado por Karajan. Manejando las cuerdas con lentitud acariciadora compone un ambiente de recogimiento, justo el que reclama la intervención de Posa: un lento y meditado “ascolta…le porte dell´asil”, perfectamente dibujado por Cappuccilli, con una solemnidad fascinante. Canto inteligentísimo aquí el del barítono. Se introduce entonces un tremuloso “Elisabetta” de Domingo, que suena de nuevo turbado. Casi orando, Cappuccilli pronuncia entonces el “domanda al ciel dei forti la virtú”, dando paso al dúo.
Como se verá, Domingo y Cappuccilli suenan maravillosamente coordinados durante todo el número. Las primeras frases son de una precisión maravillosa, perfectamente audibles ambos, fraseando con una sintonía adorable. En fin: lo que tiene que ser un dúo de estas características. El timbre de Domingo suena además muy “lozano”, como vivificado tras las palabras del Posa de Cappuccilli. El tono melifluo de la confesión se ve restañado por el ímpetu casi heroico y el timbre gallardo con el que el Infante de Domingo aborda el dúo. Posa aparece junto a él como un leal hermano, como un amigo incondicional que le sigue hasta el final. Un dúo de manual, señores.
La primera sección del dúo, como dije, suena fresquísima, mostrando ambos un timbre pleno y brillante, y coordinados como es debido. El agudo de Cappuccilli en “terra” suena menos espléndido que el de Milnes, por cierto, menos afilado. Optan después, en la repetición, por un “ah” continuado innecesariamente, creo, intentando ligar con el “Dio che nell´alma” siguiente. Sin embargo el fiato no da para tanto; por eso digo que se me antoja innecesario. Domingo parece algo agitado desde entonces, y se advierte cierto desfase de Cappuccilli en algunas palabras. Pero no afecta nada gravemente al dúo, que avanza con majestuosidad bajo los acordes de un Karajan que suena monótono y pesado, exagerando, como hacía siempre con Don Carlo, metales y percusión. Escuchamos entretanto a Domingo con un tanto alocado “al sol vederla io tremo” y, acto seguido, apenas audible por culpa de Karajan, el “coraggio” de Cappuccilli que responde al infante turbado. El clima de recogimiento que Karajan creaba antes lo derriba de un plumazo al no saber transitar desde allí a la intervención de los monjes sin sonidos marmóreos. Domingo sigue susurrando de un modo un tant particular: “Ei la fe sua….io l´ho perduta..ei suo la fe”, que culmina en un solvente “Ah, gran dio” y las ulteriores subidas al agudo, solventes pero sin alardes. Suena lejanísimo Cappuccilli en el concertante, por cierto, donde solía mostrar un fraseo exquisíto aquí inapreciable. Finalmente, Karajan vuelve a sonar pesadísimo en la resolución del dúo, lastrando el fraseo de ambos cantantes hasta el último “libertà!”, que suena tan lírico como lleno de bravura. Las voces de ambos se coordinaban con enorme armonía por aquél entonces (véase su dúo Otello/Yago en la Scala, con Kleiber, en el 76, en el agudo final).
Ahora les toca a ustedes, amigos. ¿Qué dúo les gusta más?