LOS HUGONOTES: una panorámica de la crítica discográfica.
Se incluyen a continuación los comentarios de algunos “críticos” que han publicado libros sobre discografía de ópera en CD. Como alguien dijo, copiar de un libro es un plagio; copiar de varios, un estudio (o algo así)
Por empezar por algún sitio: Francisco Camino, “Ópera”, Ollero y Ramos Editores, edición 2.001: Sólo habla de dos versiones, la de Bonynge (DECCA) y la de Diederich (ERATO).
La edición DECCA: Cinco actos, versión original en francés, partitura completa (o casi); todo está en su sitio y algunos cantantes son realmente soberbios, especialmente las señoras. Bonynge propone una edición completa y aporta su dirección aseada y un poco “light”, pero ágil. Al margen de Sutherland en su mejor época, nada es excepcional, para lo bueno y para lo malo. La crítica señala permanentemente a Vrenios como el lunar del reparto, por su debilidad en los momentos de “•forza”, aunque la voz es convincente y la técnica, musical y honrada.
Hablando de honradez, esperemos que en el futuro Decca sustituya por tres los cuatro CD que contienen los 218 minutos que dura esta grabación de “los hugonotes”.
Las otras grabaciones disponibles no pueden aconsejarse a un comprador exigente; la mayoría son piratas, están muy cortadas y son en italiano, por no hablar de repartos desequilibrados, interesantes sólo por ciertos nombres. Sólo posee verdadero interés una propuesta francófona, distribuida por ERATO, con Diederich al frente de las fuerzas del teatro de Montpellier, con un reparto sin lunares ni “stars”; carece del atractivo de la versión antes recomendada, y si bien es DDD, se comercializa a precio caro.
En el libro de Fernando Fraga y Enrique Pérez Adrián, “Los mejores discos de Ópera” edición de 2.001, Alianza Editorial, no aparece ningún comentario.
En la Guía Universal de la ópera (nombre quizá pretencioso) de Roger Alier y Albert Estany, Editorial “Ma non troppo”, edición de 2.001, se comentan diversas versiones, en el siguiente orden:
1. Giacomo Lauri-Volpi y otros, dirigidos por Tullio Serafin (1.956), MEMORIES, 3 CD).Versión en italiano en vivo.
2. Franco Corelli y otros, dirigidos por Gianandrea Gavazzeni (1.962), G.O.P. Versión en italiano en vivo.
3. Anastasios Vrenios y otros, dirigidos por Richard Bonynge (1.969), DECCA.. Versión en francés, de estudio.
4. Richard Leech y otros, dirigidos por Cyril Diederich (1.988), ERATO, Versión en francés, en vivo.
La grabación (1) de Lauri-Volpi llegó tarde para poder apreciar en plenitud la voz extraordinaria del tenor, de quien se conservan unos fragmentos en una representación en la Arena de Verona, en 1.936, es decir, veinte años antes de la grabación que nos ocupa, y que hace comprender que con un tenor así esta ópera pudiese gustar al público de su tiempo. Sin embargo, hay que admitir que Lauri-Volpi todavía causa cierto impacto en esta grabación que llevó a cabo poco antes de retirarse, con más de sesenta años a cuestas. La grabación de Serafín corta todo el quinto acto (¡) y otras escenas, como se solía todavía en su tiempo. El resto del equipo oscila entre la corrección y la inadecuación, y el sonido no es más que tolerable. Se le da una calificación de 2 sobre 4.
La Scala de Milán quiso rehabilitar esta ópera, teniendo en cuenta los éxitos de antaño, y Gianandrea Gavazzeni se encargó de encarrilarla. La grabación (2) recoge la función scalígera de aquel año (1.962). Con un reparto brillantísimo, que incluía a Corelli y a la sensacional Sutherland de aquellos años, además de las dos mayores mezzos italianas de estos años (la Simionato y la Cossotto) la ópera consiguió medio convencer, pero no por ello volvió al repertorio habitual. La grabación recoge bastante bien el clima fastuoso que se vivió en la Scala. Se le da una calificación de 3 sobre 4.
Después apareció en el horizonte la única grabación (3) de estudio de esta ópera, con el prurito típico de la DECCA de registrar la ópera íntegra, algo muy de agradecer, por lo menos desde el punto de vista documental. Bonynge logra que la orquesta subraye los momentos hermosos de la partitura –que los hay y no pocos- y logra hacer más llevaderos los pasajes un tanto plúmbeos –que también los hay-. Pero se equivocó en la elección de tenor escogiendo a Anastasios Vrenios, que gozaba en aquel momento de una fama tan grande como fugaz. Vrenios arruina casi del todo la parte de Raoul, haciéndola quizás más conforme al concepto original del papel, pero con una voz pobre y sin vida. Menos mal que está ahí la Sutherland para conferir atractivos especiales a la grabación. Martina Arroyo también da un óptimo rendimiento como Valentine y Nicola Ghiuselev incorpora bien el personaje de Marcel, con una voz atractiva, y Gabriel Bacquier hace un Saint-Bris ejemplar. Se le da una calificación de 3 sobre 4.
Finalmente, la grabación en vivo de Montpellier (4) recoge una representación bastante correcta de la ópera, con una decente actuación del tenor Richard Leech y unas apenas suficientes Marguerite de Ghyslaine Raphanel y Valentine de Françoise Pollet. A Ghiuselev se le notan los años transcurridos desde la anterior grabación: sólo una parte de sus virtudes vocales resisten todavía. Cyril Diederich dirige bien la orquesta. La ópera, grabada en su práctica integridad, ocupa 3 horas y 53 minutos sobre 4 Cd. Se le da una calificación de 2 sobre 4.
En el libro “La discoteca ideal de la ópera”, de Planeta, edición de 1.995, cuyos autores son Roger Alier (de nuevo), Marc Heilbron y Fernando Sans Rivière, sólo se refieren a la grabación DECCA, dándole los siguientes distintivos: Valoración de la dirección musical: 2 puntos (sobre un máximo de 3); interpretación de los solistas 2 puntos (sobre 3) y calidad del sonido, 2 puntos (sobre 3).
En la obra de Ángel Carrascosa “El libro de la ópera grabada”, Alianza Editorial, del año 2.002, afortunadamente hay pocos comentarios a esta obra (la cursiva es mía). Sólo se refiere a la grabación DECCA, otorgándole unas puntuaciones sobre 5 de: Interpretación, 4; sonido, 4; y añade como comentario que esta grabación adolece de un Anastasios Vrenios flojísimo, el resto es espléndido. – Nota del autor: a quien esté interesado en libros de crítica discográfica, abstenerse de los dos anteriores (la discoteca ideal de la ópera y el libro de la ópera grabada). Son bastante malos, parciales y poco claros. En concreto, el de Carrascosa es malísimo. Fatal inversión.
En el libro “La ópera”, de la serie Flash, de la editorial Acento, de Fernando Fraga y Blas Matamoro, año 1.995, incluyen al final una discografía titulada “cien óperas en disco” y. como grabación de “Los Hugonotes” recomiendan la grabación de Diederich para ERATO.
En la obra de José María Martín Triana, “El libro de la ópera grabada” (libro estupendo, barato y de lectura obligatoria para interesados en la historia de la discografía operística, por su originalidad, independencia –da palos a todos, directores, productores, cantantes,… en algún momento del libro- y cultísimo contenido, cuyo principal defecto es su especial afecto a las grabaciones antiguas y la propia antigüedad del mismo libro que le impide conocer grabaciones de los últimos 20 años), de Alianza Editorial, año 1.990, el autor, en un profuso artículo sobre Los Hugonotes, dice: Cuando a principios de silo esta ópera se cantaba en Nueva York, se decía que ello constituía la noche de las siete estrellas, ya que se precisaba de tal número de excelentes cantantes para apreciarla en su plenitud [en realidad sólo son seis (¡) los papeles protagonistas]. El especialista en este músico alemán reeducado en Italia y Francia, Vivian Liff, afirma lo siguiente: “Mas que ningún otro compositor anterior a su época, Meyerbeer era meticuloso en la anotación de las partituras. Cada miembro del reparto, desde los del coro a los de la orquesta, contaban con instrucciones precisas, relativas al fraseo, el empleo de los “portamenti”, los cambios de dinámica, etc.; de esta manera nada quedaba en manos del azar, de las idiosincrasias personales de las caprichosas estrellas operísticas. Por ello, el estudio de la partitura meyerbeeriana, si bien no proporciona la respuesta completa al estilo de interpretación de su época, sí nos permite formarnos una idea mucho más total del mismo que lo que es posible mediante la lectura de sus predecesores”. Liff, además, dice que sin una ejecución exacta de todas estas exigencias resulta imposible apreciar la alta calidad de la música del compositor de “Robert el Diable”.
Todo esto viene a cuento, ya que si bien contamos con una versión totalmente íntegra de Los Hugonotes, en la misma no siempre se respeta al máximo este escrupuloso trabajo del compositor, cosa que sucede incluso en mayor proporción en la afamada grabación pirata y cortadísima del montaje realizado en la Scala en junio de 1.962 (diversos sellos).
Fue Richard Bonynge el encargado –como en tantas otras ocasiones- de dejarnos conocer la partitura de ópera tan difícil de servir bien (DECCA; 1.970). Con un resultado muy desigual llevó a cabo una labor que, dadas las coordenadas del mercado actual discográfico y la escasez de voces que caracteriza a esta época, será muy difícil de repetir.
A pesar de la cuidad dirección orquestal del director australiano, éste no puede evitar que en muchos momentos la ópera suene a cartón piedra, hecho inherente a toda la música de Meyerbeer, aunque también hay que decir que es un cartón piedra más sólido que el de los decorados de un film de Cecil B. DeMille. Sutherland y Turangueau (esta última en su mejor cometido discográfico) son fieles a los matices antes señalados, indispensables para captar la calidad de Meyerbeer. No así Arroyo, gran voz pero indiferente o superficial a todo lo que canta que da la sensación de que estuviera leyendo más bien su “particella” por primera vez, en vez de interpretarla. Ghiuselev no conoce el estilo y Bacquier se queda vocalmente corto (su gran y permanente defecto). He dejado para el último lugar al tenor griego. ¿Cómo a un cantante de técnica tan primitiva, con una voz de emisión tan imperfecta y tan burdo como actor, se le permitió encarnar uno de los papeles más difíciles de su cuerda? Sólo Bonynge y los dioses lo saben.
En la tan aclamada versión pirata antes mencionada (Corelli, Sutherland, Simionato…), se escucha cualquier cosa menos la obra de Meyerbeer. Tal vez artistas tan conscientes del aspecto estilístico de la música como la Simionato y Sutherland, contagiadas por la atmósfera caldeada y a veces llena de mal gusto del teatro milanés, se dejaron arrastrar por el “fuego”, la “pasión” y los incontrolables momentos de meridionalidad que caracterizan a los demás intérpretes de noche tan “excepcional”. Además, por si fuera poco, el “picadillo” a que se ve sometida la partitura hace que esta versión sólo deba conocerse como ejemplo de tantos destrozos cometidos en más de un teatro afamado, tanto en otras épocas como en la nuestra. (Parece ser que la ópera, a pesar de toda la labor llevada a cabo para volverla a colocar en su justo lugar como piedra angular de casi toda la música surgida desde principios del Barroco hasta la actualidad, sigue siendo un espectáculo de feria).
Otra versión pirata, de mayor calidad y seriedad con el compositor, también circula, aunque no con tanta frecuencia ni fama, como la “scalígera”. En ella se recoge una interpretación efectuada en Viena en 1.971, bajo la dirección de Ernest Mörzendorfer (numerosos cortes; diversos sellos) y con un reparto casi increíble en lo tocante a la pareja protagonista: N. Gedda (por fin un tenor que le hace toda la justicia que merece Raoul) y Enriqueta Tarrés (elogio también aplicable a su Valentine), además de Rita Shane, J. Días, Jeannette Scovoti y Dimiter Petkov. Tras escucharla, a uno le queda, al menos, el consuelo de haber conocido, aunque sea una sola vez tan siquiera, el mimo con que Meyerbeer reflejó las pasiones encontradas del hugonote y la noble católica.
De “Plus blanche que la blanche hermine”, la difícil aria de Raoul, A. Kraus en su juventud grabó la que, sin duda alguna, es la mejor versión de los últimos treinta años.
De “O beau pays”, J. Sutherland, casi diez años antes de la grabación completa, registró un versión reducida considerada como una de las cumbres de todo su arte, entonces de timbre fresco y juvenil.
En cuanto a alguno de los libros en inglés puestos a la venta en España, no aparece ninguna reseña en el libro “Gramophone Opera good CD guide in association with BBC radio 3” del año 2.000.
En el libro de Matthew Boyden, “Opera, the rough guide”, Segunda edición, 1.999, en primer lugar se da una visión general de la discografía y a continuación se examinan brevemente las ediciones Erato y Decca. Hago una traducción libre:
Visión General: En 1.962 La Scala montó una producción de Los Hugonotes esencialmente como vehículo de lucimiento para el gran tenor Franco Corelli. Fue grabada en vivo y varias casas discográficas han publicado extractos de lo que es uno de los ejemplos más impresionantes de canto tenoril nunca grabados. Si en algún momento fuese publicada íntegra, esta versión sería una automática primera opción de compra. Mientras tanto, la elección está entre las dos versiones comentadas a continuación, las únicas grabaciones comercializadas de esta prohibitivamente cara ópera.
Versión Erato: Las dos grabaciones comerciales tienen diferentes serias deficiencia, pero ésta, grabada en el festival de Montpellier en 1.988 es la más teatral. Algunos de los cantantes son absolutamente insatisfactorios, pero con excepciones. Françoise Mollet (Valentine) muestra gran habilidad para poner su enorme y gloriosa voz, con gran delicadeza y excelente sentido de la línea de canto, al servicio de su papel. Richard Leech (Raoul) es un tenor ligero y tiene poca cercanía con el tipo de escritura musical del personaje pero, al menos, él tiene todas las notas y su duetto con Pollet causa gran impresión –si en la comparación nos ceñimos a cuestiones de tono, ellos dos son mejores que Arroyo y Vrenios en la grabación Decca-. Diederich es poco conocido fuera de Francia pero se observa que tiene una visión autoritaria de la obra como un todo y, a diferencia de Bonynge, él ejerce su influencia sobre los cantantes. La grabación es clara y fresca.
Versión Decca: Esta grabación de 1.969 fue una obra de amor del director Richard Bonynge y su esposa Joan Sutherland hacia esta ópera. Sin embargo, ninguno de los dos se ajusta idealmente a la música: el confuso dominio de Bonynge de la arquitectura íntegra de la obra y sus refinados cambios de ritmo y temperamento, nos conducen hacia largos momentos de tedio. La Marguerite de Sutherland es un enorme despliegue de técnica, y aparecen agradables momentos concretos de la joven Te Kanawa y de Arleen Augér. El resto de nombres no contribuyen demasiado y, en concreto, Vrenios es un considerablemente débil Raoul.
Por último, dispongo de un artículo de “A penguin guide to Opera on Compact Disc” de marzo de 2.001, en el que (traducido) se dice: La versión Sutherland – Arroyo, ahora se puede conseguir en 4 cds., pero es la versión de la Scala en italiano (varios sellos) la que aporta un aliento de vida a esta ópera.
Visión Personal: en primer lugar decir que yo no tengo la versión Erato, ni la he escuchado. Sí leí en su momento (no sé si en Ópera Actual, Scherzo o Ritmo) una crítica que la dejaba en bastante mal lugar – cosa bastante rara, porque estas revistas casi nunca “se mojan”-, salvando sólo al tenor, Richard Leech. Pero no me puedo pronunciar.
Del resto de versiones, tengo extractos de la versión de Lauri-Volpi. No me gusta; el tenor está añoso, respira a destiempo, no da más de sí, le superan las notas (y se le nota particularmente en sus momentos álgidos, los dos duettos y, lamentablemente en el aria de salida). Versión no recomendable. La versión de Corelli y Sutherland es TREMENDA, en el buen sentido de la palabra. Cuando se ha escuchado esta, se cree que no se puede cantar mejor. Y así es, está muy bien cantada, pero según unos parámetros que, para quienes nos gusta el bel canto, no son válidos. Casi todos cantan sus partes como si fuese La Forza del Destino u Otello (el de Verdi, claro), sin matices, sin situleza, sobre todo Corelli, muy “machote”, pero te deja finalmente un poco frio (salvo algún momento de la “Stupenda”-Sutherland). El resto, bien, pero en iguales condiciones.
La versión DECCA , al principio me impresionó. Sutherland está para comérsela y, el tenor, es aguantable (poco más: me recuerda, para mal, a John Aler, con su feo falsete – y más ahora que comparo su Conde Ory con el de Flórez- y no es que no me gusten algunos “falsetistas”, tipo Matteuzzi o Blake, pero Aler me parece que, sencillamente, se ahoga y lo mismo le pasa a Vrenios en esta grabación, que cuando sube al agudo emite sonidos feísimos y, si intenta alguna coloratura, se queda sin aire. Una pena, no haber aprovechado que por esa época Aragall hizo alguna grabación para Decca, aunque quizá tampoco hubiese sido parte de su repertorio). Pero bueno, después de varias audiciones, me aburro. Voy programando el lector de cds para que vaya a ciertas pistas concretas (arias, duettos, finales), porque el resto no me dice nada. Con Sutherland siempre me pasa igual. Al principio, la belleza del sonido me impacta. A la larga, me aburre.
Pero, por fín, encontré mi “versión preferida” (menos mal, porque si no, tendría que haber esperado a alguna producción de Opera Cara –perdón, Rara-, con lo poco que me gusta comprar discos de esta casa –cada vez que lo hago, tengo que romper el cerdito de los ahorros-). Resulta que causalmente llegó a mis manos la obra que sólo cita Martín Triana. La de Gedda. Lo primero que me impacto fue…. el precio. En algunos centros comerciales (de Madrid) relacionados con un corte que se produce un inglés, estaba por poco menos de 9 Euros. Bien es cierto que es una versión live, sin libretto, sin la documentación que otras casas discográficas incluyen; pero el precio no tiene competencia. Y el contenido… Yo tenía algunos cortes porque en la edición de la casa discográfica GALA de la versión de La Scala venían incluidos como bonus. Pero escucharla íntegra es un enorme placer. El sonido muy, muy, muy bueno; la audición muy clara; el público no molesta (sólo aplauden al final de cada número). La interpretación es sencillamente ESPLÉNDIDA, MARAVILLOSA, SENSACIONAL. Todoslos cantantes me parecen fenomenales, aunque quizá yo esté obnubilado por Gedda y Tarrés. De directores no entiendo, pero me parece que Märzendorfer se limita a no molestar a los cantantes, darles la entrada y seguirles en lo que ellos hagan.
En definitiva, por precio, calidad del canto y buen sonido live, me quedo con la versión en vivo de Viena, aun cortada. Si se quiere escuchar piezas sueltas (con un sonido poco más que aceptable), la de La Scala.
|