He votado que sí por varios motivos.
Puccini me parece un orquestador excepcional, hay páginas de enorme densidad y de verdadera complejidad musical. A eso yo le añado una apasionada inquitetud por la melodía. Y no sólo por la melodía fácil y pegadiza, que también, sino por una búsqueda constante de la originalidad (toda la música que acompaña a los ministros de Turandot, la mezcla de melodías tradicionales y originales en Butterfly...).
Y por supuesto, por lograr esos niveles de emoción en algunos momentos. Hay muchos tipos de emoción y la de Puccini tiene sello propio. Es un sentimiento edulcorado, trágico pero nunca del todo desolador, como si se autocomplaciera en el dolor que transmite. Me lo planteaba en el hilo Desolémonos que abrió El Idiota. Nunca he encontrado un fragmento de Puccini que me produzca verdadera desolación. El drama de Puccini no angustia porque encuentra enseguida salida sentimental. En Tosca la vía de escape es la grandeza teatral de la muerte de Tosca. En Turandot la muerte de Liù es necesaria para el Happy End. En Bohème y en Butterfly el final es verdad que no tiene azúcares añadidos, pero la propia naturaleza del drama pucciniano le da un toque de alejamiento, de irrealidad. Con Puccini lloras, te estremeces, pero siempre sabes que hay una pared invisible entre el escenario y el patio de butacas. El drama nunca te toca dentro, siempre es digerido con suavidad, ayudado por un cuidado distanciamiento con los personajes que sufren, en forma de piedad, pena o lástima.
Y es ese toque tan propio de Puccini, tan teatral, tan artificialmente emocionante el que tanto me gusta.