Gino escribió:
(...) Galeffi debutó el papel en La Scala en 1912 y hasta 1940 cantó sesenta funciones, veinticinco de ellas bajo la dirección de Toscanini. Uno de los momentos que más profunda impresión dejó en el público era el final del Acto II. Franco Abbiati , en su nota necrológica (Corriere della Sera, 23-9-1961) recordaba: “(…) incluso aterrador por el ímpetu del acento y la violencia desencadenada de los gestos en “Sì, vendetta”, que pronunciaba avanzando disimuladamente hacia el foso, como para maldecir un enemigo invisible en el público. Como para golpear en el vacío de un nudo fatal. Gran, inolvidable artista, no voz de oro, sino de fuego.”
Carlo Galeffi ocupó el espacio que dejó libre Ruffo como Rigoletto preferido de La Scala, no sólo en el sentido figurado, sino físico; para ser concretos en el sonoro. En la primera mitad de su carrera, las crónicas describen la voz de Galeffi como enorme y
squillante hasta el punto de que para los espectadores de las primeras filas era una experiencia aplastante. Con posterioridad moderó el volumen para conseguir sonidos más mórbidos, que fueron igualmente exitosos.
Según se cuenta, Titta Ruffo comentó tras escuchar a Galeffi en el enorme teatro: "Quel ragazzo mi fa paura".
G. asumió buena parte de los modos de la nueva escuela, pero siempre fue más afín a Caruso que a Ruffo, cuyo oscuro y voluminoso timbre resistió la tentación de imitar. En cambio compartió con el tenor el carácter emotivo de sus interpretaciones y el acento lacrimoso del timbre.
Ambas características marcan su "Cortigiani" desde las primeras frases, más lastimosas que agresivas. Galeffi confía más en el acento patético de su fraseo (un poco exagerado) que en los contrastes dinámicos.