Hola querid@s!
he encontrado en internet este artículo, en el que Wieland Wagner habla sobre sus impresiones sobre el mito de Tristan und Isolde y de cómo, según él, debe tratarse el amor y la pasión.
Inteersante...
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Parece muy ingrato e incluso superfluo escribir sobre el "Tristán" y persuadir así al oyente de que reflexione sobre esta obra de Wagner. "Tristán" está considerada generalmente como la más musical de sus obras. Es el punto culminante y el ocaso de la música romántica y, a la vez una puerta abierta a la música atonal de nuestro siglo. Sin embargo, no sólo los adversarios, sino también los adeptos de Richard Wagner saben que éste en su condición de músico puro, no era capaz de componer otra cosa que música no inspirada (excepción hecha del "Idilio de Sigfrido"), si no sufría la inspiración interna por un gran tema humano.
"Tristán e Isolda" es, como "El anillo de los Nibelungos" y "Parsifal" una obra mitológica -no un mito del mundo de Edda, ni un mito del poder-, pero sí un mito del mundo de Edda, un mito transmitido por las antiguas leyendas célticas, mito del Eros mortal, del adulterio y de la pasión destructora. Toda pasión como si fuese una enfermedad de fatal desenlace, destruye a los que se entregan a ella, tanto física como moralmente. El mito de "Tristán e Isolda" carece de autor. Su origen y su sentido tienen que quedar, por lo tanto, en la oscuridad, ya que el mito es la expresión anónima de verdades colectivas y no está sometido -como la obra inventada por un individuo- a las exigencias estéticas. El mito se caracteriza por la fuerza que ejerce sobre nosotros, incluso si nos defendemos de sus verdades y de las experiencias que simboliza, aunque protestemos racionalmente contra la oscuridad que envuelve los hechos.
El mito es siempre actual; no importa que se trate de la moralidad desusada y de las instituciones de la caballería que se vuelven con vehemencia en contra de la pasión antisocial que sólo busca la noche y halla la gloria en la muerte, o que se trate de nuestra sociedad actual que se cree tan emancipada. Toda pasión se vuelve en contra del orden adquirido y significa un peligro mortal para la sociedad. El propio Richard Wagner permanece bastante objetivo al restablecer, por medio del personaje de Marke -al contrario de cómo se manifiestan los soñadores, para los cuales la felicidad, la sociedad y la moral ya no existen y que consideran el amor como destino, como la más deseable fatalidad- las realidades innegables de este mundo: poder, gloria, honor, fidelidad, amistad.
Detrás del drama están los arquetipos: la madre que da a la hija el veneno y el antídoto para su viaje hacia la vida conyugal, que, en realidad, es un viaje hacia la muerte, y Morold, el gigante irlandés, que busca en Cornualles, como el Minotauro, mujeres jóvenes y gente joven como tributo. En el caso de Wagner este personaje de leyenda se convierte en el prometido de Isolda, con el que pelea Tristán. La espada de Morold está envenenada y Tristán, tras esta lucha con el monstruo, ya no tiene esperanzas de sanar. Sin velas, sin remos y sin timón, Tristán, herido, sube al barco que le llevará al lado de Isolda, la única capaz de salvarle. ¡Qué imagen la de esta salida mística, la de esta entrega a una gracia desconocida!
El propio Tristán ha nacido en la desgracia, sin padre, como Siegfried y Parsifal. Su madre, Blancaflor, muere como Sieglinde y Herzeleide.
El rey Marke, el cual, según la leyenda, es hermano de Blancaflor, ha adoptado al niño y ha hecho de él su sucesor. Puede que fuera costumbre y correspondiese a los hábitos de esos tiempos lejanos, pero la extraña interpretación según la cual Tristán habría sido verdaderamente hijo de Marke (como puede leerse todavía hoy en la célebre piedra en Castle Dor), me parece mucho más profunda. La lucha eterna entre padre e hijo -el conflicto más célebre de la humanidad, después de la explicación dada por Freud de las relaciones entre Edipo, Jocaste y Laios- que Wagner no trata sólo en la dramaturgia, sino también musicalmente como segundo tema en el "Tristán", me parece infinitamente más trágica y mística que el adulterio de Tristán con la mujer de su tío.
En este trío: Marke, Tristán, Isolda, el personaje de Melot resulta curiosamente ambiguo. El vasallo Melot, según la concepción moral de la época feudal, estaba sin duda obligado a señalar a su amo todo aquello que pudiese lesionar sus derechos o su honor. En este sentido, Melot resultaría un traidor sólo por el hecho de haber callado al enfrentarse con Marke. A pesar de esto, sigue siendo Melot, incluso en la obra de Wagner, el prototipo del traidor; traidor a los que le aman, ya que es persentado en la jerarquía de personajes como el mejor amigo de Tristán. A decir verdad, Melot es sólo una víctima de su pasión por la "mujer fatal", Isolda a la que, como Tristán y Marke, queda subyugado a partir del momento en que la ve por vez primera.
El dramaturgo Wagner ha realizado una transformación fundamental en lo que se refiere al filtro de amor, tal y como lo concibe la tradición. Este filtro representaba, hasta Wagner, la "coartada" de la pasión. No puede imaginarse forma de describir un amor pasional que lo único que deseaba era la muerte, una pasión condenada por la por la Iglesia como pecado mortal, considerada por la caballería y sus órdenes sociales como locura, juzgada por el lector como exceso enfermizo o como un "caso" psicopatológico. Para Wagner, el filtro de amor no es otra cosa que un medio teatral para hacer visible la fatalidad del amor, al que están atados A Tristán e Isolda. Beben inconscientemente un brebaje envenenado que les permite finalmente, ya que apenas les quedan unos segundos, confesarse su pasión y franquear así las barreras establecidas por ellos mismos, sin entrar en conflicto con la ley del mundo y del "Día".
En realidad, ¿qué es lo que separa a los amantes?, ¿por qué, desde el primer compás del preludio su unión conyugal es ya imposible?, ¿por qué no pueden llegar a ser felices según las concepciones burguesas de la vida? Situación sin porvenir: cuando Tristán contempla conscientemente a Isolda por vez primera, se cree ser, a los ojos de ella, el asesino de su prometido. Más aún: ¿no le ha hecho traer la cabeza de Morold que había cortado en un arranque de salvajismo y de imperdonable arrogancia? Sobre esta cabeza iba Isolda a descubrir los residuos de la espada mortal. Después y con motivo de su segundo encuentro, viene como vasallo de Marke en busca de la princesa más bella para llevársela a su adorado soberano. El propio Tristán -no hay que olvidarlo- no tendría más de dieciséis o diecisiete años, como Isolda, y se considera -lo que no deja de causar extrañeza- de una condición demasiado modesta e inferior con relación a la célebre princesa irlandesa. Incluso después de la catástrofe en el barco, no duda Tristán ni por un momento en ceder al rey la mujer amada y a dejarle así a Isolda para la noche de bodas.
En este punto es más clemente la leyenda que Wagner, al permitir que actúe Brangäne. Sin Marke, no habría tenido Tristán otra solución que la de casarse con Isolda, idea imposible de imaginar. Nadie puede imaginarse que Tristán e Isolda hubiesen podido casarse, lo que hubiera sido la negación misma de la pasión. Isolda no es mujer con la que se casa uno. Tampoco es una "mujer inspiradora" como Evchen, sinó una "mujer fatal". Como esposa dejaría de ser lo que es, como Senta, Elsa o Elisabeth.
Si penetramos en el fondo de las cosas, nos damos cuenta de que era sólo el deseo de la muerte, la pasión de la noche, los que dictaban todas las decisiones de Tristán e Isolda. Claro está, que se amaban, pero cada uno sólo amaba al otro partiendo de sí mismo. En un arranque profético y profundamente trágico descubre Isolda este secreto: "Mir erkoren, mir verloren" (Alma elegida, alma perdida), ya que ella también sube al barco que va a llevarla, sin ofrecer la menor resistencia, como el barco funesto sobre el Styx "del Oeste al Este", hacia la noche y la muerte. Se deja llevar sin resistencia a los brazos de Marke. Comete adulterio en el éxtasis, no tanto para festejar el amor, como para festejar la muerte. Al ver que Tristán ha sido herido mortalmente por Melot, ni siquiera piensa seguirle, sinó que sigue viviendo en el castillo de Marke: gestos increíbles difícilmente imaginables en el caso de otra mujer que no fuese Isolda. Con su decisión: "Los den Anker, das Steuer den Winden Segel und Mast" (Soltad el ancla y dad el timón a la corriente y las velas y los mástiles y los vientos), ha perdido Tristán el día y la noche. También él ha llegado a enterarse, por fin, de lo que los místicos de Occidente han reconocido: el viejo y serio cantar, "aburrirse y morir" significa también su destino. El olvido total, al que se entrega con intenciones suicidas en el segundo acto, después de haber incurrido en culpa, respecto a Marke, y también, respecto a Isolda, le rechaza. Isolda está lejos y lo ha traicionado visiblemente. Lo que constituía su existencia de caballero: gloria, poder, fidelidad, lo ha desecho torpemente. Fracasa en el infierno de la soledad. ¿Qué le puede llevar el consuelo de una amistad de hombre en la persona de Kurwenal? ¿Y qué le puede dar su patria? Su espíritu se consume maldiciendo la vida, como lo expresa Fausto:
"Maldición a esta gracia del amor supremo.
Maldición a la Esperanza. Maldición a la Fe,
Maldición a la Paciencia"
Es sólo entonces, cuando su alma consigue liberarse gracias a una visión mística de la "mujer eterna", liberarse por una experiencia está tica del Eros cósmico, liberarse, por fin, para penetrar -en un ritmo dionisíaco- en la eternidad. Ebrio de una locura sagrada, y padeciendo la obsesión del terror y pánico que le produce la idea de volver a hallar viva a Isolda, rompe Tristán sus ligaduras para escapar definitivamente a una unión física con ella.
¿E Isolda? También muere de muerte física para vivir la liberación de su alma en una visión mística. Los dos, Tristán e Isolda, alcanzan, al morir -como en una última revelación- la pasión total.
Conclusión de la pasión en la muerte: este elemento místico descubre la significación profunda del mito de Tristán que, en la tradición de las leyendas a través de los siglos -exactamente, como el mito en el "Anillo" y en "Parsifal"- fue ocultada y oscurecida por accesorios épicos, pintorescos y morales. No ha sido casualidad que el mito de Tristán, como del de Don Juan, haya encontrado su expresión definitiva y perfecta en la ópera y en la música. La música sola es digna de la tragedia, por ser a la vez su madre y su hija.
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