- Un tal baccano in chiesa!
El tema asociado a Scarpia, que hubiera dado comienzo a la ópera, y los aplausos del público sirven para anunciar la entrada en escena de Leonard Warren. Los acordes, terribles y enérgicos, dan paso a un “Un tal baccano in chiesa!” (0:06) poderoso, bastante bien dicho pero no demasiado terrorífico. Tampoco el “Bel rispetto” está del todo logrado.
Corena responde, sobre el motivo del barón (0:15), con más respeto que terror. Sí consigue Warren contraste entre el tono en el que se dirige al Sacristán, mala leche en el áspero “Tu resta” (0:24), y el que emplea para dar órdenes a Spoletta (0:26), no menos decidido pero sí más amable. Tenemos inmediatamente otro ejemplo, ahora a la inversa. Es fundamental, en el caso de Scarpia, seguir la música con el
libreto, pues cada palabra, cada nota, tiene su matiz, su intención y, en fin, su color.
Ya ha podido demostrarlo, pero a partir del “Ora a te!” (0:37) se hace evidente el excelente italiano que negocia Warren, quien siempre hizo esfuerzos por dominar el idioma y los modales mediterráneos. Aun así, y a pesar de haber recibido consejos de Giuseppe di Luca, no logró medrar en Europa, y los grandes triunfos de su carrera los alcanzó en el Met, donde fue el barítono preferido (por encima incluso de Robert Merrill) hasta el mismo día de su fallecimiento, como se sabe, sobre las tablas.
Volviendo a Tosca, el barítono recita bien, ya sí empieza a inspirar temor, apoyado por el acompañamiento inquieto y nervioso de Mitropoulos. Obviemos las horribles frases (“E un'altra chia
ve!”, 1:08 ) de Corena, pues lo interesante aquí es cómo timbra y da vida Warren a todas las palabras, así en el discreto “Entriamo” (1:18 ). En las siguientes frases el norteamericano barítono se crece desde la serenida de “Fu grave sbaglio quel colpo di cannone!” (1:28 ) hasta el orgullo de quien se siente fuerte y vencedor en “ma lasciò una preda... preziosa...” (1:39), culminando en un magnífico, pleno de maldad y perfidia, “un ven
taglio” (1:44), asistido de nuevo desde el foso por una batuta que participa de la idea y subraya después todo el sadismo del barón mientras éste agita el pañuelo hallado.
Unos segundos de relajo, mientras suena el tema de la Attavanti (nos acordamos aquí del “Recontia Armonia”) (2:09), hasta que el retrato de ésta es encontrado por Scarpia (2:22), quien exige, con autoridad y violencia, una explicación al Sacristán (2:27). Divertida respuesta del ahora tartajo Corena. El nombre de Cavaradossi despierta en Scarpia el recuerdo de Tosca, y se ausenta del discurso del Sacristán para regocijarse por la condición de sospechoso y revolucionario del pintor (2:42). Warren está muy bien, y al igual que Tebaldi y Tucker, canta y cuida todas las frases, sin por ello dejar de destacar el perfil siniestro del personaje. El siguiente diálogo no parece demasiado interesante, más allá de la gracia que pueda tener el horrible decir de Corena (“di cibo prel
ibato”, 3:06).
- Or tutto è chiaro...
Inexplicablemente, Warren no afina bien el sol # en “la provvista del sacris
ta” (0:10), pero no importa. Reaparece el tema asociado a Tosca, que conocemos del final del dúo entre los enamorados ya comentado, y el barítono expresa bien su sorpresa (0:18 ) por ver a la cantante entrar en la iglesia. Sobre el mismo motivo empieza a maquinar su plan. La orquesta le pone en bandeja a la soprano los dos ‘Mario’s (0:34), dichos con suficiente indignación. Diferencia bien después las dos veces que ha de decir “Tradirmi egli non può!”, donde la indignación de la primera (0:49) precede al dolor de la segunda (0:57). Suenan las campanas. Son corteses, nobles y edulcoradas las palabras de Scarpia para tratar de calmar, y al tiempo seducir, a la diva (1:07). Warren acaricia los sonidos, canta fenomenal, cierra muy bien las frases (l'acqua bene
detta, 1:26) y va a más, cada vez diciendo con una insolencia contenida mayor, impulsado por el calor del foso. Termina, por fin, encendiendo los celos de Tosca, quien tras sospechar primero en “Che? D'amore? Le prove!” (2:29) se ve burlada por un irónico Scarpia que, refiriéndose al abanico, pregunta “È arnese da pittore questo?” (2:37). Hay que ver cómo disfruta el barón de Warren al pronunciar estas palabras, y con qué sutileza ataca a la soprano donde más duele a partir de “Là su quel palco” (2:45). La ha convencido, la ha vencido. Ella ya sólo puede sufrir.
- Ed io venivo al lui tutta dogliosa
Vamos a decirlo claro: en esta pista tenemos algunos
momentos que, ciertamente,
alcanzan el cielo. Es difícil describirlos, y a mí me falta pasión para hacerlo como se debe: uno escucha a la Tebaldi decir estas frases y conecta directamente con el mejor canto del siglo XX.
Resumamos los 30 primeros segundos: la imaginación no es capaz de idear un canto ligado más seductor y cargado de lirismo. Respira para decir “l'innamorata Tosca è prigioniera” (0:30), y aquí volvemos a disfrutar del instrumento del que hablábamos el otro día, de ese timbre tan rico, de esa voz tan bella, tan grande, tan tersa, que supera a una orquesta al frente de la cual se sitúa un maestro que parece vivir en las tablas. Agudo de nuevo Warren para preparar otra gran frase de la soprano en “dei regali tripudi” (0:51), atacada con delicadeza y resulta, tras un decidido y brillante ascenso al la natural en ‘prigioniera’ (1:01), con un justo punto de enojo.
Afortunadamente, Warren está a la altura, sutil e irónico, matiza, canta, dibuja, tiene frases muy buenas, formidables, perfectas, como “Darei la vita per asciugar quel pianto” (1:48 ), donde entusiasma cómo deja caer las últimas sílabas, donde nos convence la pasión contenida que hay en su decir, pero ella va mucho más allá de la perfección, en unos pentagramas que le son afines, con ese mordiente que nos supera en cualquiera de sus intervenciones, lo mismo en “Io qui mi struggo e intanto d'altra in braccio le mie smanie deride!” (2:01), que en cualquiera de las siguientes líneas, donde acaso exagera algo los acentos; pero tras ese vengativo “Oh mio bel nido insozzato di fango!” (2:49), ese decidido “Vi piomberò inattesa!”, ese amenazante “Tu non l'avrai stasera” y ese enérgico “Giuro!” (3:03) llega el milagro: reprocha Warren “In chiesa!”, y responde ella “Dio mi perdona...” (3:06). Esta frase, como otras tantas en esta pista, merece más una audición que una descripción. Lo que hay aquí es, decíamos, mucho
más interesante que la perfección. Llegamos, por fin, a un memorable “Egli vede ch'io piango!” (3:26), que nace de la nada, de lo delicado, de la ternura, y culmina en el todo, en la pena, en el dolor, mediado un crescendo camino del más penetrante squillo, espléndido, sobrehumano, casi insolente en su belleza. Y aún queda el gran Mitropoulos, aquí maravilloso una vez más, para hacernos llorar, para ponernos en pie y para invitarnos, con esa contagiosa tristura que llena esta música, a aplaudir a una cantante cuya voz vivirá siempre en el recuerdo de todos.