Como en cualquier buen aria italiana, la acción y el tiempo quedan detenidos mientras suena la música. Al finalizar la página, recibe los aplausos de los presentes (magnífica en este momento la producción de Wernicke, que contrapone los aplausos educados de la Mariscala a los bastos de Ochs sin dejar finalizar la música). E inmediatamente comienza la escena de Ochs con el Notario (5'05''). Introducida por la orquesta,
etwas breiter und plump, un poco meno mosso, que con su ritmo monótono, marcial y severo (el tema recuerda lejanamente al de los nibelungos en el
Rheingold) nos anuncia a un Ochs sin tiempo ahora para las galanterías. Siempre muy preocupado con el tema de los cuartos, el Barón está explicando (susurrando, dice Hofmannsthal) al Notario (entramos en la conversación una vez empezada) que en las capitulaciones matrimoniales quiere que se contemple a su favor como
Morgengabe (literalmente, regalo matutino), que el castillo y señorío de Gaunersdorf vuelvan a él sin cargas y con todos sus privilegios. Ay, esa aristocracia agobiada por las deudas. Pero lo que propone el Barón, le explica abochornado el Notario (5'47''), es justo lo contrario de lo que es el
Morgengabe:
Gestatten, hochfreiherrliche Gnaden,
die submisseste Belehrung
daß eine Morgengabe wohl
vom Gatten an die Gattin,
nicht aber von der Gattin an den Gatten.
Permítame, elevada Excelencia,
la más sumisa observación
de que el regalo de bodas
es del esposo hacia la esposa,
pero no de la esposa hacia el esposo.Con esa voz sofocada con que ya hablaba el Notario de
Così (asmático, ha anotado Hofmannsthal;
tief aufatmend, respirando profundamente), destacando con mucha claridad cada una de las sílabas. Pese a las explicaciones del Notario, Ochs insiste: este es un caso especial, porque
mi sangre noble condesciende en agraciar el lecho nupcial de una burguesa. La verdad es que Ochs podrá resultar aquí antipático y hasta repulsivo, pero no podemos negarle que conoce bien aquello por lo que vale (algo; todavía) en ese mundo. La música, al conjuro de esa invocación de Ochs a su sangre noble, respira con mayor amplitud,
un poco allargando e molto cantabile (6'28''), y la alegación de Ochs, en un efecto mágico, se fusiona con el comienzo (7'07'') de la repetición del aria del cantante italiano. ¿Sugiere quizá Strauss que valen tanto las ampulosas invocaciones del Barón a su sangre noble como las del tenor italiano a su
caro tormento? Lo cierto es que en esta repetición la música del tenor se escucha a la vez que continúa la discusión entre Ochs y el Notario (
erschrocken, aterrorizado), con la irritación de Ochs en
crescendo no solamente ante las vacilaciones del Notario que no se pliega sin más a sus deseos, sino sobre todo ante esa abyecta melodía invasiva que no le deja exponer su punto de vista, que se impone al ritmo de su conversación, que amenaza con hacer que se olviden sus pretensiones. Se alcanza (7'58'') un punto de exasperación: el Barón golpea furiosamente la mesa y le grita al Notario. La orquesta refleja la estupefacción de los presentes, se detiene el tenor, se hace un silencio después del
tutti orquestal. Y de manera magistral, cambia el foco (8'04''): en medio del silencio, la Mariscala (
tranquillo) se mira en el espejo de mano y le dice solamente a su peluquero:
Mein lieber Hippolyte,
heut haben Sie ein altes Weib aus mir gemacht!
Mi querido Hipólito,
¡hoy ha hecho de mí una mujer mayor! Consternado y virtuoso como el flautista, el peluquero se afana, hace lo imposible por cambiar la apariencia de la Mariscala. En vano.
Que se marche la gente, dice la Mariscala con energía (8'45'').
Esta mañana ya no puedo más. Todavía da tiempo a que Valzacchi y Annina ofrezcan sus servicios al Barón, retomando los ritmos rápidos (
prestissimo) de su intervención anterior. Nos necesitará usted hoy o mañana,
Heut oder Morgen, como la Mariscala le dirá en unos minutos a Octavian. ¿Conocéis a una tal señorita Mariandel?, les pregunta el Barón (9'51'').
Sai tu, cosa vuole? Niente! Por supuesto que la conocemos, Barón. Tendrá tiempo Ochs para arrepentirse de haber tomado a su servicio a los intrigantes. De momento se dirige a la Mariscala (10'06''), le presenta con orgullo al
equivalente de la camarera (Leupold, su hijo natural) y le entrega la rosa de plata.
¿Llamamos a la camarera?, propone todavía Ochs. Esta vez la respuesta de la Mariscala es tan exquisitamente educada como siempre, pero con una firmeza que no admite réplica.
Nein, lassen nur. Die hat jetzt keine Zeit.
Doch sei Er sicher:
den Grafen Octavian bitt' ich Ihm auf,
er wird's mir zulieb schon tun
und als Euer Liebden Kavalier
vorfahren mit der Rosen zu der Jungfer Braut.
Stellen indes nur hin.
Und jetzt, Herr Vetter, sag ich Ihm Adieu.
Man retiriert sich jetzt von hier.
Ich werd' jetzt in die Kirche gehn.
No, déjelo. Ella no tiene tiempo.
Pero no tenga duda:
se lo pediré al Conde Octavian,
él lo hará por mí,
y como vuestro Caballero
le llevará la Rosa a la novia.
Simplemente dejadla ahí.
Y ahora, señor primo, os digo adiós.
Es momento de retirarse.
Iré ahora hacia la Iglesia. Y la música (10'40'') nos muestra a una Mariscala que se encuentra literalmente con la cabeza en otra parte. Al mencionar el nombre de Octavian (10'47'') suena en la cuerda el tema del amor noble escuchado en el preludio (2'20''), ahora más lento y meditativo, como corresponde al recuerdo de algo que en ese momento la Mariscala siente como lejano. La Mariscala, aquí, ya intuye quizá que lo de Octavian se ha acabado...
Heut oder Morgen. Es un momento en que la Mariscala se muestra tan melancólica, tan íntima y tan vulnerable, pese a toda su distancia, que incluso Ochs comprende que ha de retirarse.
Y finalmente, la Mariscala se queda sola en escena. Es la primera vez y la última, si no ando errado, que un personaje se quedará solo en escena en toda la ópera. No por casualidad. En el
Rosenkavalier, casi nada sucede por casualidad.