Como en tantas otras ocasiones, la solución más convincente seguramente parta de reconocer que la realidad es a la vez mucho más simple y mucho más complicada que cualquier teoría que pretenda imponerse a posteriori para tratar de razonar por qué
pasó lo que pasó.
En efecto, por un lado es innegable que Strauss parte para escribir el
Rosenkavalier de toda la música anterior y de la de su tiempo, incluida la suya propia. Lo que se pone de manifiesto, por ejemplo, en un hecho resaltado siempre como la abundancia de los ritmos de danza (en concreto, del vals) en la partitura del
Rosenkavalier. Lo que podría parecer, porque lo es, un anacronismo deliberado, cobra otra dimensión cuando se recuerda que en aquel principio de siglo los compositores emplearon una y otra vez los aires de danza con una intención expresiva muy alejada de la que en principio pudiera corresponderles. Hemos escuchado antes la
Danza de los siete velos de
Salome, y la danza final de
Elektra. Pero son obras coetáneas también las de Mahler (por ejemplo, el segundo movimiento de la
Novena Sinfonía, 1912, a medio camino entre el ländler y el vals) o Ravel (
La Valse, 1920). Los valses del
Rosenkavalier son, así, cualquier cosa menos el terrón de azúcar a que pueden sonar en apariencia. ¿Música del XIX para evocar el XVIII? Una transposición tan demencial como un
Rosenkavalier en Wall Street.
http://www.youtube.com/watch?v=yfit6DK5duYhttp://www.youtube.com/watch?v=aVI3iRGyYJ8Pero por otro lado, es innegable también que difícilmente puede imaginarse el alumbramiento de una obra como el
Rosenkavalier sin el encuentro de Strauss con Hofmannsthal y sin la influencia del coautor del libreto, el Conde Kessler, que supieron crear para Strauss un mundo absolutamente original, una suerte de parodia sobre el final de una época escrita durante el final de una época, un intento de recrear a Mozart en un momento en que Mozart ya jamás será posible.
Der Rosenkavalier sería, así, un producto por alícuotas partes del genio desencadenado de varios individuos, y del azar que permitió que se juntasen. Por eso rechina tanto cuando Strauss, años después, se referirá repetidamente a la obra como “meinem Rosenkavalier”.
Der Rosenkavalier, ópera colectiva.