El Mundo Artístico N° 12, página 158 (Domingo 25 de marzo de 1894)A propósito de Thaïs
(Nuestro excelente colaborador el señor Fernand Le Borne habiendo estado indispuesto la semana pasada, nos ha enviado sobre la bella obra del señor Massenet las notas que insertamos hoy y que corroboran por lo demás el artículo que hemos publicado en el día siguiente al estreno.)
Cuando Thaïs apareció en librerías, uno de los amigos de Anatole France envió el volumen a Saint-Saëns preguntándole si no veía un tema para una ópera. El autor de Samson disfrutó vivamente de la idea filosófica de la novela, se dejó encantar por el colorido local del cual estaba impregnado, y no fue insensible a la fraseología estampada por el brillante estilista. Eso no bastó para decidirle, y tomando su más bella pluma envió numerosas felicitaciones al autor diciéndole que probablemente se había equivocado de puerta y que si Thaïs debía inspirar a un músico, ese músico no podía ser otro que Massenet.
¿Debemos a este parecer el tener que emitir hoy nuestra opinión (...) sobre la transformación sufrida por la heroína del señor France?
Por mi parte, no imaginaba que se pudiesen sacar siete cuadros del librito, a partir de ahora célebre. El señor Gallet ha puesto sin embargo en esta adaptación toda la habilidad de la cual él está acostumbrado, ¿pero aquello que daba el sabor a la novela era de la naturaleza para sostener el interés de la pieza? [A ustedes] los hago jueces.
Thaïs, comediante y cortesana, era para Alejandría un tema de escándalo. Informado de este estado de las cosas, gracias a una turbadora visión, el cenobita Athanaël abandona el desierto con el objetivo de arrancar a Thaïs de la deshonra y de la vergüenza.
(...) Athanaël sin embargo llega a dominarla y a arrastrarla con él al desierto donde ella muere como una santa, mientras que su salvador se arroja amorosamente desesperado y maldecido a su cadáver.
Athanaël ha vencido a Thaïs y Thaïs ha vencido a Athanaël. La conclusión moral de la pieza, como la del libro, consiste en el castigo del orgullo.
Ignoro si allí está la idea que ha seducido al señor Massenet. Estoy más bien dispuesto a creer que ha sido tentado a corresponderle a su muy seductor
Manon, como antaño [hizo] Gounod, cuando escribió
Roméo después de
Fausto.
El éxito que acaba de obtener le demostrará, imagino, que este pensamiento quizá no era incorrecto.
El público ha, en efecto, desde el comienzo del primer acto, mostrado al sr. Massenet que no querían más que seguirle en el camino donde él lo quería conducir.
Las escenas de Athanaël y su visión han sido para el sr. Delmas la ocasión de numerosos aplausos. Esos aplausos no han faltado tampoco en su aria del segundo acto: “Voilà donc la terrible cité, Alexandrie !” ni en el cuarteto, ni en el bonito dúo entre Nicias y Thaïs, ni sobre todo en la respuesta de la cortesana a Athanaël. Durante esta respuesta escrita sobre una línea orquestal, los violines alternan con la flauta del modo más agraciado. Este pasaje volverá, por lo demás, en más de una repetición a lo largo de la partitura. En cuanto al poema sinfónico sobre los amores de Afrodita y de Adonis, será sobre todo apreciado cuando los conciertos se apoderen de él.
El segundo cuadro comienza con un aria de Thaïs, pariente del dúo de Saint-Sulpice de Manon. Esta aria por lo demás es de un gran efecto: admirablemente cantada por la señorita Sanderson, ha hecho desbordarse de entusiasmo.
La parte central de esta aria, la invocación de Venus, es de un delicioso sentimiento egipcio. Pero aquí está el dúo entre Thaïs y Athanaël. Muy dramático, este dúo ha producido una viva impresión en el auditorio.
El preludio del cuadro siguiente se compone de un encantador solo de violín, cuyo éxito ha sido considerable. El retorno del motivo con los coros, telón abajo, es extremadamente hábil.
Oída en el encantador decorado del tercer cuadro, la música egipcia viniendo de bastidores me ha gustado infinitamente. Ella es de un colorido local muy exacto. El aria de la estatuilla, tan deliciosamente silabeada por la señorita Anderson, ha abarcado mucho, y el cuadro ha acabado en medio de aclamaciones.
¿Es necesario aún alabar los ballets del sr. Massenet, y no mejor relatar sin más tardar el efecto producido por el último cuadro? La señorita Sanderson y el señor Delmas han seducido a la sala en el dúo final que muchos consideran como una de las páginas más logradas de la obra.
El éxito que ha acogido a Thaïs es legítimo y pediremos permiso al maestro para felicitarlo. Le uniremos nuestras más entusiastas felicitaciones para los valerosos protagonistas de la obra, la bella señorita Sanderson cuyo triunfo ha sido muy manifestado y el señor Delmas.
Por mi parte, he lamentado vivamente que el rol del señor Alvarez (un muy encantador Nicias) no sea más extenso, y que las señoras Marcy y Héglon hayan de representar personajes también secundarios.
La orquesta ha tocado maravillosamente bajo la hábil dirección del señor Taffanel, y la puesta en escena, muy bien arreglada por los señores Gailhard y Lapissida, es magnífica.
FERNAND LE BORNE.
LA PRENSA, N° 660 (18 de marzo de 1894)LOS ESTRENOS
Ópera.- Thaïs, comedia lírica en tres actos (7 cuadros), según la novela del señor Anatole France, libreto en verso del señor Louis Gallet, música de Massenet.
(…) Se temía que la voz de la señorita Sybil Sanderson, cuyas sólidas cualidades sabrían hacer olvidar el poco volumen, se perdiese en la inmensa nave de la Ópera. Eso no ha ocurrido, sin duda gracias al rol que ha puesto de relieve todos los méritos de la cantante, sin hacerle correr inútiles peligros. La belleza dada a conocer con frecuencia de la señorita Sybil Sanderson ha significado también su parte en el triunfo. El señor Delmas es de tono potente y de gran elegancia como Athanaël.
Las señoras Marcy y Héglon cantan con mucho encanto los dos roles de cortesanas (…) Ambas obtuvieron éxito como cantantes y bonitas mujeres.
La comedia lírica del señor Massenet ha sido montada con un lujo increíble de decorados y de vestuario y no es necesario añadir que la orquesta conducida por el señor Vidal ha cumplido valientemente su deber.
EMILE DURET-HOSTEIN.
En general, las revistas especializadas y los periódicos de la época del estreno manifiestan las mismas opiniones en cuanto a la calidad vocal de los intérpretes, pero resaltando también la belleza de las "señoritas"... también es necesario recrear la vista
En cuanto al director de la orquesta, los comentarios señalan al señor Vidal, y otros al señor Taffanel.
Respecto al rol de la abadesa, no se hace mención más que en el primer extracto que he publicado.
Me aventuraré a exponer un análisis del aria Ô mon miroir fidèle (Oh, mi fiel espejo) que canta Thaïs en el segundo acto que he encontrado en el libro Una guía interpretativa a la Ópera.