¡Gracias por los ánimos! Pues eso, a meterse en harina. Aunque el listón esté pero que muy alto (gracias a nuestra vampírica compañera Naietta), vamos a empezar con Thais, una de mis óperas favoritas, injustamente olvidada (a decir verdad, como una gran parte de los trabajos de Massenet) y bastante maltratada por la discografía. ¡Al tema!
I. ALGUNAS NOTAS PREVIAS
Estamos en París, en la noche del dieciséis de marzo de 1864 (¡el año en que nació Karl Böhm!), para ser exactos. Nos encontramos cómodamente sentados en nuestras respectivas butacas rojas del Palais Garnier, a escasos minutos de que se alce el telón sobre la escenografía preparada para el primer cuadro del primer acto de Thaïs. Dirige Claude-Paul Taffanel, y tenemos la suerte de poder ver a Sybil Sanderson, nada menos, estrenando el rol titular. Peeeeero antes del momento en el que monsieur Taffanel suba al podio, conviene saber ciertas cosillas no ya sobre el argumento, trilladísimo donde los haya (prostituta re-convertida en monja, ¡hala!) sino sobre el propio Massenet y las condiciones en las que este buen hombre comenzó la composición de una de sus óperas más escandalosas.
Cuando Jules Massenet (nacido en Saint-Étien un 12 de mayo del 42) emprende la creación de su trigésima ópera, las cosas le van bien no, lo siguiente. El estreno de su más que célebre Manon le había abierto las puertas de los grandes teatros del mundo, acarreándole éxito, dinero, fama y, por supuesto, mucha envidia por parte de algunos de sus colegas. Hoy en día es tenido como uno de los mayores operistas que ha dado la lírica francesa, pero durante su carrera tuvo muchos detractores; y pocas décadas después de su muerte, ocurrida en el verano de 1912, la mayoría de su producción cayó en el más absoluto olvido, con la escepción de Manon y Werther, y aún éstas dos obras provocaban ciertos prejuicios en torno a la música de Massenet, tenida como superficial, ramplona y cursi. En palabras de Roland-Manuel, compositor y musicólogo, Massenet era "un pequeño maestro consagrado a la expresión de pasiones delicadas y decorativas". ¡Ahí queda eso!
Ataques aparte, lo cierto es que Massenet logró algo que todo compositor (no necesariamente francés) ansiaba: el triunfo en París. Sus melodías sonaban por las calles. Según escribía Debussy sobre él, "sus colegas no le perdonaron ese poder de agradar, que es verdaderamente un don". Si bien no podemos considerar a Massenet como un revolucionario (como lo fue Bizet), sí que podemos decir de él que poseía un estilo propio, inconfundible: melodías delicadas, casi melancólicas y, sobre todo, tremendamente sensuales. Sirva como ejemplo otra de sus creaciones más características:
Unido a la sensualidad de su música, está la constante presencia de lo femenino en su obra (se decía de él que era el compositor favorito de las mujeres, en sentido peyorativo). Al igual que Puccini, Massenet tuvo una tórrida vida sentimental , (quizá más satisfactoria que la del de Lucca); y, al igual que Puccini, Massenet le dio a las mujeres el protagonismo absoluto de sus dramas musicales. Esmeralda, Valéria, Marie Magdeleine, Hérodiade, Esclaramonde, Manon, ThaÏs, la producción operística de nuestro compositor está regocijantemente llena de protagonistas femeninas que llenan la escena con sus pasiones, ambiciones, deseos... Si bien se trata de personajes variados (no todos exentos de ciertos clichés), hay un personaje-tipo que sobresale entre los demás, cuyo paradigma es, precisamente, nuestra Thais. La mujer joven, sensual, incitante y pecaminosa pero, a la vez, poseedora de una inocencia que confunde y atrapa. Pensemos, si no, en la propia Manon, una femme fatale que combina la candidez de una niña con un potencial sexual que asusta. Hermanas de sangre de Manon son también la Salomé de Hérodiade (cuya escucha recomiendo encarecidamente), Esclaramonde, Thaïs, claro; y, si mi apuran, incluso Eve y Marie Magdeleine, aunque estas dos últimas pertenezcan al género del oratorio.
Frente a la inmensa galería de personajes femeninos que nutren la obra de Massenet, algunos roles masculinos se ven empequeñecidos, si no desdibujados (con evidentes excepciones: empezando por Werther y Don Quixotte, e incluyendo también a Athanaël, co-prota de nuestra ópera del mes). ¿Qué es Des Grieux frente a Manon? ¿Qué habría sido del pobre Roland sin la intervención de Esclaramonde en la historia? Algo que hace especiales a los hombres de Massenet es su vulnerabilidad ante las mujeres ( y de esto si que se escapan pocos personajes, por muy psicológicamente "curraos" que los haya pintado el libretista). Precisamente es esa vulnerabilidad masculina frente al poder de lo femenino de lo que nos va a hablar Thaïs, entre otras cosas. Todo aderezado con las inconfundibles melodías de Massenet. Sensualidad, elegancia, delicadeza.
_________________ Chiedo... in bontá... di ritirarmi! (Sí, guapa... Pero por dentro piensas: "¡Chúpate esa, Principessa!")
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