Los tres actosYa he comentado unas cuantas veces que la división de la obra de Humperdinck en tres actos no es una mera cuestión formal. Sobre cómo hay que interpretarla se puede leer de todo. Algún crítico convierte en clave interpretativa la cita de
Los maestros cantores en la obertura: lo mismo que los trovadores germánicos, Engelbert Humperdinck habría compuesto un
Bar (nombre dado a las composiciones de los
Meistersinger), que se divide en tres estrofas siguiendo un esquema AAB (las dos primeras o
Stollen formarían el
Aufgesang, una melodía con dos tratamientos distintos, mientras que la tercera, el
Abgesang sería ya una melodía diferente). La propuesta es ingeniosa, pero no cuenta con ningún documento que la avale. Además, el agrupamiento de los dos primeros actos parece algo cogido por los pelos.
Humperdinck declaraba a menudo que había compuesto un tríptico, tres escenas autónomas pero que se dotaban de sentido unas a otras, con un planteamiento más descriptivo que convencionalmente narrativo, al menos las dos primeras. Ciertamente, en
Hänsel und Gretel apenas pasa nada hasta la “secuencia de acción” final. Es uno de esos pocos libretos que se pueden contar en menos de un minuto –cuando escribo esto pienso inevitablemente en las introducciones de Rafael Banús en
El fantasma de la ópera, que con frecuencia duran más que los preludios que se oyen a continuación
. Uno de los grandes especialistas en la obra de Humperdinck, Hans-Joseph Irmen, define esta ópera como un
tableau vivant y aporta numerosos ejemplos de la inspiración pictórica del músico, inspiración que abarca desde Fra Angelico y Rafael hasta la producción de su buen amigo Hans Thoma. Este carácter iconográfico afecta no solo a las escenas globalmente consideradas, sino a los diferentes cuadros que las componen, incluyendo los pasajes instrumentales de (supuesta) transición, como
Hexenritt o
Traumpantomime.
Obras de Hans Thoma: Ohne Titel, Schlafende Kinder, Die HexeDe cosecha propia, le daría una vuelta de tuerca más a la cuestión del tríptico. Si la disposición de la obra es simétrica (lo es, sin duda, en los personajes: hermano-hermana, Papá-Mamá,
Sandmann-Taumann), ¿dónde estaría el eje de simetría y, por tanto, el tema central? No precisamente en medio del segundo acto. Yo creo que está claro: en la
Traumpantomime, escoltada como está por los dos duendecillos que Cosima Wagner consideraba reiterativos y que Humperdinck tanto insistió en mantener. Al final volvemos siempre a esa extraordinaria escena con la que Loge y tantos otros disfrutamos a moco tendido y que ha de ser, si no andamos muy errados, algo más que el simple paréntesis decorativo que algunos quieren ver (y oír).