Orchestre de la Suisse Romande
Choeurs de la Radio de la Suisse Romande, Pro Arte de Lausanne & Du Brassus
Director: Richard Bonynge
Agosto 1971, Ginebra
Hoffmann: Plácido Domingo
Olympia, Giulietta, Antonia, Stella: Joan Sutherland
Nicklausse, La Musa: Huguette Tourangeau
Lindorf, Coppélius, Dapertutto, Dr Miracle : Gabriel Bacquier
Spalanzani : Jacques Charon
Schlemil : André Neury
Crespel: Paul Plishka
El fantasma de la madre: Margarita Lilowa
Andrès, Cochenille, Pitichinaccio, Frantz: Hugues Cuénod
Luther: Roland Jacques
Hermann: Paul Guigue
Nathanael: Pedro di Proenza Escribo en esta Nochebuena un par de apuntes sobre esta STUPENDA grabación de
Les Contes d' Hoffmann.
No sé si es justo, pero no puedo evitar ver estos
Cuentos como la antítesis de
Los Cuentos de EMI (ni de Cluytens, ni de Schwarzkopf, ni siquiera de Legge, sino de EMI).
Donde allí teníamos un producto determinado por contratos, disponibilidad de estrellas, disputas entre productores y cantantes, y ejecutado en gran parte con la eficiencia e impersonalidad de oficinistas que trabajan de nueve a cinco y luego desconectan, en estos
Cuentos de Bonynge lo que tenemos es un equipo de artistas como la copa de un pino, perfectamente coordinados al servicio de una idea muy clara: desempolvar la obra y devolverle el carácter de opéra-comique que es el que realmente le pertenece, y que se hallaba sepultado en ese momento bajo capas y capas de ediciones, revisiones, agnadidos y cortes.
Qué entiende Richard Bonynge en 1970 por “devolverle su carácter original de opéra-comique”?
Lo explica él mismo en las notas de recomendable lectura que vienen en el libreto de Decca, escritas con una gran inteligencia, y lo más importante, con gran intuición artística:
-suprimir los recitativos de Guiraud (“
No son buenos, es más: son aburridos, pues alargan la obra y arruinan el interés dramático.”)
-rescatar la forma original de números musicales enlazados por diálogo teatral.
-que los papeles de la protagonista y del villano sean interpretados por un sólo cantante “
pues son facetas de un sólo personaje”.
-restituir la escena inicial de La Musa, “
de una importancia capital”.
Otras decisiones más discutibles son tomadas con plena conciencia de su carácter controvertido, pero las justifica convincentemente:
-el final de Giulietta, donde la cortesana muere envenenada, está basado en la obra de teatro de Barbier y Carré original y “
se sitúa más en la línea de Offenbach”. (Es el final preferido también por Jeffrey Tate.)
-el aria de Coppélius (en realidad perteneciente a Dapertutto) y el aria de Dapertutto (apócrifa) son conservadas tal cual, porque “
no habríamos ganado nada suprimiéndolas, y estamos acostumbrados a escucharlas”.
-conserva el orden Choudens-Guiraud de los actos (Olympia, Giulietta, Antonia) porque el acto de Antonia “
es de una inspiración musical extraordinaria y debe ir en último lugar”
Cuando digo que Bonynge posee una gran intuición me refiero a detalles como transformar el sexteto con coro apócrifo
Hélas! Mon coeur en un cuarteto final entre Hoffmann, Nicklausse, Stella y Lindorf situado en el Epílogo. Parecería una osadía... si no fuera porque agnos después se descubrió que Offenbach había, de hecho, compuesto una escena similar!
Para el melodrama del duelo entre Schlémil y Hoffmann en Venecia, Bonynge echa mano del
Viaje a la luna de Offenbach (como ya hizo André Bloch para componer el
Scintille, diamant!) consiguiendo un momento de maravilloso suspense, muy à la Danny Elfman.
En fin, que si
Los Cuentos de Cluytens parecían un cúmulo de desafortunadas decisiones, los de Bonynge son justo lo contrario: sencillamente, porque alguien se puso a pensar en serio, con artístico rigor, en lo que estaba haciendo.
La interpretación no tiene grietas, es de una gran brillantez.
La dirección de
Bonynge posee brío, chispa. Fascinantes cuerdas graves, el arabesco de una flauta por aquí, un solo de trompa por allá: todo con la ligereza, el virtuosismo y el encantamiento tímbrico-melódico del Mendelssohn del
Suegno de una noche de verano. Una de las direcciones segneras de un director que fue creciendo con el tiempo hasta convertirse en un Maestro.
Ghiaurov llama a esta grabación
Los Cuentos de Joan, y es que
Sutherland está superlativa. Insuperable como Olympia (esto es de cajón), atacando las notas en el centro como si disparara una flecha. Como Antonia es también fenomenal, y habría que ver quién antes de 1971 había cantado con esa pasión (el trio final) y ese virtuosismo (el grito que lanza durante la sesión de espiritismo). Los diálogos en ambos actos están servidos también con mucha gracia e idiomatismo, y son un mentís a quienes la tachan de fría o de tener acentazo. Como Giulietta la encuentro menos convincente. La veo más preocupada por dar las notas que por interpretar un personaje, le faltan la garra y esa fatalidad propia de la cortesana. Pero es
peccata minuta al lado de todo lo que ofrece La Stupenda.
Domingo está juvenil y espléndido. Sigo viendo su Hoffmann algo bobito en los diálogos, a veces parece que los está leyendo sin creérselos mucho, pero su pronunciación está lejos de ser tan mala como a sus detractores les gustaría, o como efectivamente lo fue en
Carmen. Pese a alguna escalada un tanto dificultosa al agudo, creo que es una excelente interpretación, vigorosa, viril.
Bacquier está como pez en el agua haciendo los Villanos. Vocalmente carece del refinamiento de un Van Dam o de la autoridad de un Ramey, pero alguna que otra mácula canora (ese final de
Scintille, diamant!) se ve ampliamente compensada por la interpretación global, llena de aciertos. Mencionemos que nadie nunca se ha reído tanto ni tan maléficamente como Bacquier aquí.
Entre los demás, destaquemos a una
Huguette Tourangeau con una suntuosa voz de mezzo y un gran gusto cantando. Está fantástica, y es una pena que por esas fechas aún no hubiera aparecido todo el material de Nicklausse que se iría integrando en las sucesivas ediciones a partir de 1977.
Hugues Cuénod, dejando de lado su timbre tan peculiar que horrorizará a más de uno, caracteriza magistralmente a cada uno de los criados.
Y el Spalanzani de
Jacques Charon es simplemente
hors-concours: 100% Offenbach, la guinda de
una grabación imprescindible, que se hizo en un momento muy curioso.
Precisamente cuando Bonynge lamentaba en sus notas del libreto verse abocado a determinadas soluciones por la carencia de material original “
desaparecido durante el incendio que destruyó la Opéra-Comique en 1887”, Antonio de Almeida estaba descubriendo 1250 páginas autógrafas de Offenbach relativas a
Los Cuentos.
A mí me gusta pensar que estos dos hechos sucedieron simultáneamente...
Por qué no? Ambos tienen lugar en 1970...
Y lo mágico del asunto es que a Bonynge le salió una versión, dentro de sus limitaciones musicológicas, perfectamente fiel al espíritu de Offenbach y muy cercana a versiones que llegarían mucho más tarde gracias a ése y a otros descubrimientos de material genuino.