Esta grabación de pobre sonido procede de la representación del 21 de Febrero de 1982 en La Scala de Milán. Unas funciones que marcaron una de las mayores polémicas de la carrera de Caballé y del teatro Milanés, que atesora unas cuántas
Uno de ellos ya lo había protagonizado la diva española en 1976 a propósito de Turandot.
Las tres primeras funciones programadas fueron canceladas por una intoxicación por Salmonella, que, al parecer, sufrió la soprano. En la primera, se anunció diez minutos antes con el público sentado en sala, lo que provocó un gran escándalo ya que no sólo ningún jerarca del teatro dió la cara, sino que hicieron salir a la venerable Giulietta Simionato al escenario para aplacar las iras del público. Encima, la cover, Ruth Falcon también cayó enferma ,por lo que, insisto, se suspendieron las tres primeras representaciones.
Por si fuera poco la previsible hostilidad de los "viudos" de la Callas (Bolena no se programaba desde que la cantó la divina), el ambiente aún se caldeaba más.
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La bella e inponente, a la par de terrible en muchas ocasiones, sala Piermarini
En 1982, Montserrat Caballé ya estaba declinante. Un declive aún dorado, pero inexorable. El esplendor de su timbre había perdido brillo y su oro, quilates. Las Giocondas y Turandots , además de las muchas actuaciones, habían pasado factura.
El agudo se había endurecido mucho y el paso ya no era desahogado. El papel de Anna Bolena se convertía era un escollo importante y la "pigrizia" y comodidad de la diva tampoco ayudaría. Ni que decir tiene que, como eximia belcantista, conservaba armas de sobra, para brillar en muchos momentos de la parte. Así, la suprema morbidez del timbre en la franja central y medio aguda, la mucha belleza y luminosidad que aún conservaba el mismo, el dominio total del canto legato en su variedad spianata, la regulación del sonido, la capacidad para flotar el mismo, para filar... Pero, es indudable que su caracterización es fallida. No hay intensidad dramática alguna en su interpretación, no existe el personaje. La acentuación no está trabajada, la coloratura resulta demasiado aproximativa, los graves abiertos y desagradables, el fraseo no levanta el vuelo, más allá de una seducción hedonista mediante el sonido y los caprichos en cuanto a tempi se hacen excesivos. Una reina sin alma, que no nos emociona, ni nos conmueve.
Extraño, descontrolado y abierto el ascenso al sobreagudo al final del acto I (ya se advierten las protestas), despúes de un "Giudici ad Anna? Giudici?" con cierta vehemencia y donde saca la personalidad de diva, pero unas frases posteriores "Ah segnata la mia sorte si m'acussa chi condanna" paupérrimas y casi impresentables, donde no se entiende casi nada del texto. En la cantilena "Al dolce guidami" saca sus armas y su inmensa clase logrando una ovación que aplaca la bronca que le había venido encima en el recitativo, después de un fallido ascenso al Do en la palabra "Sfioraaaaava. Se le echan encima e incluso, se oye un grito que no se identifica bien si dice "strega" (bruja) o "stecca!!!!!!" (¡¡¡gallo!!)
La cabaletta final "coppia iniqua" resulta mortecina, nada vibrante, sin garra, sin mordiente, sin slancio, con ascensos estridentes, graves broncos y coloratura di forza chapucera.
Frente a las indiscutibles creaciones, cimeras y referenciales, realizadas por la gran diva en Maria Stuarda y Elisabetta del Devereux, en cuanto a Bolena hemos de quedarnos con la lejana grabación de 1964 de "al dolce guidami" que determinó su paso definitivo al bel canto y su interpretación en vídeo en la sala pleyel en 1966.
Añado que Caballé se marchó y la quinta función programada la cantó una joven Cecilia Gasdia (gran admiradora de la soprano catalana), en lo que fué el trampolín para su carrera.
Elena Obratzsova es Giovanna Seymour. Voz dotadísima, privilegiada. Suntuosa, extensa, ancha, voluminosa. Eso sí, es totalmente ajena al bel canto y resulta demasiado agresiva y de una vulgaridad, cuando no zafiedad, notoria. La coloratura es borrosa, esforzadísima, casi imposible. Antonio Savastano,con problemas arriba, no da mucho relieve al Percy y Plishka, diez años despúes de su grabación con Sills, suena desgastado con sus defectos acentuados y carga las tintas en su Enrico. Un buen director como Patanè se pliega totalmente a las exigencias de la protagonista y deja una dirección que no remonta el vuelo.
Elena Obratzsova como Giovanna Seymour, Scala 1982