En 1972 y culminando su trilogía Tudor, la magnífica soprano Estadounidense
Beverly Sills graba Anna Bolena para el sello Westminster, posteriormente distribuido por DG y ahora publicado a muy precio por Brilliant. Evidentemente, la tesitura del papel no le va a sus medios de soprano lírico ligera (de origen ligera genuina) y por tanto, lejos de la vocalidad de soprano sfogato o assoluto requerida. Totalmente desguarnecida en el grave, con centro débil, falto de cuerpo, bruñidura, carne y densidad, timbre aniñado y, eso sí, lógicamente, agudo y sobreagudo rutilante, squillanti y en donde la voz gana muchísimo timbre y esplendor, la gran artista ofrece una lección de inteligencia, virtuosismo, técnica y talento dramático.
Efectivamente, la Sills lleva el papel a su terreno y con abundantes "puntature" o notas añadidas, al agudo y sobreagudo y una exacerbación-potenciación de la coloratura, algo irreprochable en el bel canto, donde además, los compositores a menudo, dejaban a la imaginación y talento de los intérpretes los "abbellimenti" y variaciones, logra compensar los muchos momentos en que la tesitura le plantea problemas irresolubles y ha de abrir y buscar una resonancias en el grave y amplitud en el centro, que sencillamente, no existen.
Ni que decir tiene que la soprano domina las reglas ortodoxas de la emisión, el control de la respiración, el legato, las regulaciones dinámicas, además de poseer, en mi opinión, la coloratura más virtuosa, deslumbrante y fantasiosa que uno pueda encontrar. Trinos, pichettati, roulades, escalas, arpegios... de auténtico ensueño y a los que la soprano se lanza con un slancio y "spavalderia" (jactancia) extraordinarios (escúchese la cabaletta del primer acto "Non v´ha sguardo", fascinante)
En el aspecto dramático sigue los postulados de la Callas y compone una monumental caracterizazión en la que todos los estados de ánimo del personaje están perfectamente expuestos. Apoyada en un fraseo incisivo y muy contrastado, dota de una indudable emoción a su creación de la infortunada reina.
A su lado, encontramos la antológica Giovanna Seymour de
Shirley Verrett.. En mi opinión, la mejor de la que se tenga constancia grabada. Si bien más desguarnecida en el grave que una Simionato o una Horne, resulta fácil y deslumbrante en la zona alta y se pasea cómodamente por la tesitura propia de “seconda donna” del papel. El timbre bellísimo, riquísimo, aterciopelado, de una irresistible seducción. Femenina, elegantísima, con un fraseo sutilísimo, cincelado y variadísimo. Una delicia. Satisfactorio y apropiado resulta el contraste de su timbre de
Falcon con el de lírico ligera de la Sills, así como su química dramática. El dúo entre ambas puede colocarse sin problemas a la altura del memorable Callas-Simionato, resultando asimismo inolvidables las exclamaciones " Tu? Seymour? Mia rivale'" en la voz de "Bubbles", así como el cantabile "Dal mio cor punita io sono" en la de Verrett.
A menos altura raya el reparto masculino con un
Paul Plishka de voz rotunda, algo engolado de emisión y un canto correcto, decoroso, honradísimo y acentos intensos y eficaces, propios de un cantante muy paseado por los teatros y que siempre hizo ópera de la de verdad y con irreprochable sinceridad (escúchese, por ejemplo, su frase "Salirà d'Inghilterra sul trono una donna più degna d'affetto" en el terceto del segundo acto, vibrante, eficacísima)
Flojito el Lord Percy del galés
Stuart Burrows, de timbre feucho, muy gutural y de modos, más que poco idiomáticos, cabría decir notoriamente antiitalianos, desde que abre la boca. Sería injusto no decir que canta con gusto, pero su cortedad en la zona alta, le obligan a prodigar unos falsetuchos horribles y raquíticos, que se hacen muy duros de escuchar. Se abre el corte de su gran escena del acto II: aria "Vivi tu, te ne scongiuro" y cabaletta "Nel veder la tua costanza"
Correcto el Smeton de Patricia Kern que afronta su papel, asimismo, en integridad.
La grabación es completísima y goza de espléndido sonido, además de unos fabulosos coros John Alldiss y London Symphony Orchestra, bajo la dirección del experimentado y conocedor director de foso
Julius Rudel, que acompaña estupendamente, no decayendo nunca su pulso y tensión teatral.
Para aquellos que se acerquen a la obra y no quieran, de momento, coleccionar Bolenas, estimo esta grabación (junto con la de Callas), como imprescindible.