La Stupenda como Anna Bolena
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Resulta sorprendente que Joan Sutherland, una de las piezas claves del renacimiento belcantista de la segunda mitad del siglo XX, no se acercara a Anna Bolena hasta 1984 cerca ya de los sesenta años. Más sorprendente aún si tenemos en cuenta que afrontó Norma ya en las fases tempranas de su carrera. Es indudable que, excepto "Maria Stuarda", las reinas Donizettianas le producían mucho respeto. No se atrevió con la Elisabetta del "Roberto Devereux" y la Bolena la afrontó ya en una fase de la carrera en la que, áun llamándote Joan Sutherland, resultaba un gran escollo.
En estas dos grabaciones en vivo, una procedente del War Memorial Opera House de San Francisco y la otra, un vídeo tomado por la TV canadiense de una representación en Toronto, nos encontramos con una soprano ya en declive, pero aún con muchísima clase que ofrecer apoyada en una técnica y dominio de todos los secretos del bel canto colosales. El timbre ha perdido brillo y armónicos, el característico entubamiento se ha acentuado y las regulaciones dinámicas ya han dejado de ser fáciles, pero la emisión es aún de una firmeza irreprochable, el legato catedralicio, el fiato aún importante y la coloratura, por supuesto, fantástica.
Como intérprete, mayestática, sobria y marmórea y, lógicamente, sin la garra, el temperamento, talento e intensidad dramática de una Callas, Gencer o Sills, el personaje viene expuesto desde el lado doliente, patético y sufridor. La extraña y peculiar articulación (con la sensación de que siempre gira en torno a la u) y la pobre pronunciación del italiano, tampoco ayudan a construir el personaje desde la acentuación y el sentido de la palabra. En el vídeo (la producción de Lofti Mansouri es tradicionalísima con trajes de época muy bellos) podemos ver esos aspectos interpretativos, siempre dentro de una inteligencia, de no pretender ser lo que no es, de una sobriedad monumental, de una presencia y enjundia indudables como gran señora del canto. En la escena final expresa los momentos de delirio con una sonrisa y unos modos "Lammermoorianos", propios de la que ha sido una de las Lucias de referencia. Ataca la sublime "Al dolce guidami" y de manera muy estudiada y sabia, apoyada en su gran técnica vocal logra transmitir la lacerante conmoción de la pieza. La cabaletta "Coppia iniqua", inimaginables la grinta, vibración interna y arrolladora intensidad de las arriba nombradas, la saca con una aceptable tensión, gracias a su consistencia vocal (discutibles los graves) y una coloratura magnífica, especialmente unos trinos deslumbrantes.
Desgraciadamente en ambos registros la stupenda está penosamente acompañada. Es difícil decidir quién puede resultar más horrible como Enrico, si Kevin Langan o James Morris (de material más rotundo y caudaloso). Entre tanto ladrido y exabrupto, uno es incapaz de reconocer la noble y maravillosa escritura belcantista del papel. Aquí es cuando vuelvo a reivindicar la honradez de Plishka, tosquete, pero digno y rescatable, frente a este par de moscones. Tampoco rayan muy alto las Giovannas. Monótona, aburrida y trivial Judith Frost en el vídeo, pero preferible a Ana Livia Budai, (basta, deslabazada, desabrida y burda), en San Francisco. Hay una pieza rescatable, el Lord Percy de Rockwell Blake, cuya presencia le permite a Bonynge abrir el corte de la escena del acto II, lo que no realiza en Toronto al contar con el espantoso tenor Michael Myers como Percy.
[thumbnail]http://img687.imageshack.us/img687/7783/blakefirmada.jpg[/thumbnail] El tenor Estadounidense Rockwell Blake, pieza referencial y fundamental en el renacimiento Rossiniano del último tercio del siglo XX, pero que también afrontó papeles Donizettianos como Lord Percy.
Efectivamente, una vez superado el escollo que supone el timbre realmente ingrato y desigual del tenor americano, (timbre, desde luego, poco afín al belcantismo romántico y a un papel estrenado por Rubini), se disfruta con la variedad y fantasía de su fraseo, con el desahogo con que afronta la tesitura aguda del papel, así como su escritura filorossiniana que le va, lógicamente, como anillo al dedo. Ni que decir tiene, que la agilidad resulta espectacular. En la referida escena del acto II, nos encontramos, además de unos sobreagudos fáciles y exultantes, con un alarde de su legendaria técnica respiratoria: en la fermata del aria "Vivi tu, te ne scongiuro" ataca una escala ascendente que culmina en un mi bemol sobreagudo (en misto) y, sin tomar aire, remata con una escala descendente de semicorcheas en la que se escucha cada nota. La monda. Como curiosidad, aludir a la presencia de un joven Ben Heppner cantando el partichino Sir Hervey en el DVD de Toronto.
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Tres años después ,en 1987, llega la grabación de estudio en el sello de toda la vida de la diva, la DECCA. En estos tres años el declive de la gran soprano se ha acentuado. El timbre se ha empobrecido y endurecido, sonando seco y leñoso y cada vez menos dúctil. Los agudos ya no son desahogados y acusan esfuerzo, resultan algo abiertos y con cierta estridencia. La grabación tiene algunos puntos de mucho interés. En primer lugar el antológico Enrico de Samuel Ramey, otro miembro de esa nómina de cantantes estadounidenses a los que el Estado italiano debía dar un agradecimiento de por vida, por su labor impagable en el renacimiento belcantista del siglo XX. 12 años despúes de su interpretación en Filadelfia con la Scotto, aquí ya comentada, el timbre se ha sombreado, ha ganado en pasta, reciedumbre, autoridad (siempre, claro está, lejos de las de un Ghiaurov), pero conservando una impecable morbidez y elasticidad. Un belcantista de raza, musicalísimo, de acentos nobles y aúlicos, apoyado en una articulación, dicción y pronunciación impolutas, en una emisión perfectamente canónica, absolutamente liberada, con el paso exultantemente solucionado y un registro agudo espectacular que se pasea por la empinada tesitura con insultante desahogo. Una joya.
[thumbnail]http://img543.imageshack.us/img543/8718/rameyfirmada.jpg[/thumbnail] El gran Bajo americano Samuel Ramey, nacido en Colby(Kansas) en 1942
Otro punto fuerte es el Smeton de Bernardette Manca di Nisa, el mejor sin duda de la discografía. No remonta el vuelo el Percy del malogrado Jerry Hadley tenorino linfático, de vocecilla sin ningún interés que canta con cierto decoro, pero sin detalle alguno, monocorde y cortito. Absolutamente incapaz de resolver la aguda tesitura. Decepciona también la Giovanna Seymour de Susanne Mentzer. Su voz de soprano se adapta muy bien a la tesitura del papel y canta correctamente, pero de manera plana, con un fraseo totalmente insulso e impersonal. Muy aburrida. Richard Bonynge, que en las dos grabaciones en vivo, se permitía algunos cortes en los da capo o en la escena de Percy del acto II en el caso del vídeo canadiense, interpreta la partitura en su integridad. Su trabajo es magnífico, el sonido orquestal espléndido, acompaña y colabora con los cantantes, especialmente, claro está, con su señora esposa, concierta estupendamente (escúchese el final del primer acto). Quizás le falte algo de la "travolgente" tensión y de la atmósfera de un Gavazzeni, pero su labor es, insisto, muy notable.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
Última edición por Carl Tunner el 27 Dic 2010 17:04, editado 1 vez en total
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