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1. Orígenes de la versión de 1857: fuentes y motivaciones.
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Tras el éxito de su afamada trilogía (
Rigoletto, Trovatore, Traviata), Verdi era ya un compositor consolidado, en la cima de la popularidad lírica italiana. Además, la unificación italiana estaba en proceso, incipiente pero imparable. El maridaje entre la lírica y la política era ya un hecho en torno a la obra verdiana, desde los consabidos ecos políticos de su
Nabucco. Por otro lado, más allá de su mermada salud, en aquél momento Verdi tenía varios trabajos sobre la mesa: la revisión de
Stiffelio, rebautizada como
Aroldo, previsto su estreno en el verano de 1857, en el Teatro Nuovo de Rimini; la revisión de
La Battaglia di Legnano; y el proyecto, siempre recurrente, de
El rey Lear. A estos trabajos se sumó entonces el nuevo contrato con La Fenice. Y es que tras varios requerimientos (el primero en 1855, durante los ensayos para
Les Vêpres Siciliennes) Verdi aceptó finalmente en la primavera de 1856 el encargo de una nueva ópera para
La Fenice de Venecia. El contrato para este nuevo proyecto se firmó en mayo del 56. En dicho contrato se estipulaba que el libreto llevaría la firma de Francesco Maria Piave, si bien el propio Verdi se encargó de hecho de una elaboración en prosa del texto de García Gutiérrez, que sería la base de dicho libreto. El texto de García Gutierréz, como ya sucediera con
El Trovador, no se había editado en Italia. De ahí que quepa suponer, como hace Budden, que fuera Giuseppina Strepponi quien suministró a Verdi una traducción “casera” del texto original en castellano. Así, durante el verano de 1856, Verdi envió a Piave un texto en prosa, en italiano, salido de su puño y letra, para que a su vez lo hiciera llegar a los administradores de
La Fenice. El procedimiento era un tanto irregular: lo habitual era presentar primero una sinopsis, no el libreto directamente; y además, de presentarse el libreto, este había de ir en verso, no en prosa. Desde
La Fenice urgieron a Verdi a acogerse a las formas habituales, para contar asimismo con el beneplácito de la policía y los censores. Verdi no cedió un ápice y comunicó a los gestores de La Fenice que el texto en prosa que les había enviado no era una sinopsis informal, sino el libreto mismo de la ópera que tenía proyectada. Finalmente el texto en prosa pasó el control de la censura, pero la policía obligó a Verdi a presentar también un texto versificado.
En julio de 1856 Verdi viajó a París para firmar las condiciones de la adaptación al francés de Il Trovatore. Fue un verano lleno de viajes y poco productivo para Verdi, que rabiaba por haber abandonado tanto el proyecto de El rey Lear. Desde París, donde pasó varios meses, lamentaba también el escaso avance en el desarrollo de Simon Boccanegra. Verdi urgía por carta a Piave, una y otra vez, para que revisara infinitos detalles del libreto definitivo. La comunicación con Piave era lenta y defectuosa, y Verdi buscó entonces a alguien más próximo a quien poder cargar con sus exigencias. Encontró a Giuseppe Montanelli, un italiano exiliado en París que accedió a cumplir sus requerimientos. Verdi le encargó de hecho los últimos retoques del libreto, provocando la comprensible ira de Piave, que en principio se negó a firmar el libreto, aunque terminó por acceder a ello.
A su regreso de París, en enero de 1857, justo tras el estreno parisino de
Le trouvère, Verdi se afanó por cumplir los plazos del encargo de
Simon Boccanegra para Venecia. Durante esos dos meses, de enero a marzo, fecha del estreno de
Boccanegra, Verdi completó esta partitura y gran parte de la revisión de
Stiffelio. Fue un trabajo apresurado, difícil, y con su salud bastante mermada (en su correspondencia no deja de quejarse de su maltrecho estómago).
Unas pinceladas históricas sobre la Génova en la que se ambienta Simon Boccanegra:
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El drama de García Gutiérrez traducía al teatro una historia real, ambientada en la Génova del siglo XIV, ciudad entonces enfrentada a Venecia, con la que rivalizaba por el control marítimo del comercio en el este del Mediterráneo. Como la mayor parte de las grandes ciudades italianas del aquél siglo, Génova sufrió constantes enfrentamientos civiles entre facciones nobles (los Doria, los Spinola, los Fieschi y los Grimaldi) y el pueblo llano. Durante el siglo XIII la ciudad había establecido una forma propia de autogobierno para compensar las tendencias autocráticas de sus gobernantes. La fórmula indicaba que el “Popolo” elegía a los miembros del Consejo, pero durante décadas los nobles y el pueblo se disputaron la competencia sobre la elección de los líderes de dicho Consejo, los dos Capitanes y el Abad. Guglielmo, tío de Boccanegra, fue el más conocido de los Capitanes de Génova durante el siglo XIII, desde 1257 a 1262. Génova se vio en aquél tiempo inmersa en las grandes líneas de las disputas territoriales que afectaban a toda Italia. En concreto, la confrontación entre Güelfos y Gibelinos dividió a las facciones nobles genovesas: los Doria y los Spinola apoyaron la causa gibelina, mientras los Fieschi y los Grimaldi estaban del lado de los güelfos. Multitud de redes clientelares, intereses mercantiles, tramas políticas, etc, etc sacudieron la vida civil de Génova durante el siglo XIII. Fue sin embargo a partir de 1313, décadas después, con la muerte del Emperador Enrique VII, cuando los nobles convirtieron su condición en mercancía, siendo de hecho corsarios al servicio de otros intereses. Las consecuencias para el gobierno interno de Génova fueron evidentes y progresivas. Poco a poco el gobierno de la ciudad se convirtió en un asunto secundario. El pueblo demandó una y otra vez cambios en la gestión nobiliar de la ciudad, hasta que en 1339 se produjo una revuelta popular. Las facciones populares demandaban hacerse cargo del gobierno de la ciudad, siendo ellos quienes escogieran a su gobernante. Y eso hicieron, con Simon Boccanegra, pero no ya nombrándole Capitán, sino Doge, líder único y vitalicio del gobierno de la ciudad de Génova. Su tarea inicial fue compleja e insatisfactoria, pero consiguió al menos reducir la violencia interna y apaciguar los enfrentamientos entre facciones y familias.
En ese ambiente de intrigas, conspiraciones, facciones y familias enfrentadas se ambienta la trama, compleja e irregular, del texto de García Gutiérrez.
Una última consideración: de hecho,
Simón Boccanegra, el primer Dogo de Génova, no fue un corsario ni un hombre de mar, pero sí lo fue su hermano,
Egidio Boccanegra. García Gutiérrez, en una licencia poética, fundió ambas figuras históricas en un personaje ficticio único.
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Simon Boccanegra se estrenaría, finalmente, el 12 de marzo de 1857 en el Teatro La Fenice de Venecia.
En el siguiente epígrafe nos ocuparemos de ver qué pasó con ese estreno, cuáles fueron las principales críticas que recibieron la música y el libreto, y atenderemos asimismo a una primera revisión que acometió Verdi tan sólo unos meses después de dicho estreno, y que gozó ya de mejor recepción que el original. En el siguiente epígrafe, por tanto, valoraremos también esa primera versión de
Simon Boccanegra, con sus puntos fuertes y sus carencias.