En primer lugar, pedir disculpas por el retraso. Dado que julio parece desierto, solicitaré en su momento a la Moderación una autorización para extenderme en el tiempo por si me faltara algo por contar.
1. La génesis del Ballo
Si nos remontásemos en puridad al primer momento en que se comenzó a fraguar la composición de la ópera que acabaría siendo "Un Ballo in Maschera", ese debería ser 1853, seis años antes de que la historia de Riccardo, Renato y Amelia se estrenara por primera vez en el Teatro Apollo de Roma. Verdi acababa de estrenar "La Traviata" en Venecia, una ciudad donde establece varias amistades y relaciones con motivo de este título. Entre ellos, el abogado y dramaturgo Antonio Somma, quien acabaría por ser su libretista para el baile de máscaras.
El tal Somma estaba envuelto en un aura de poeta patriota que gustaba al de Busseto. Había estado incluso inmerso en política, como secretario de la Asamblea de la república veneciana, un breve invento antes de la reunificación italiana. Y fue precisamente el autor quien se ofrecióna Verdi para llevar a escena en forma de ópera una adaptación de las andanzas del trovador Sordello. El compositor lo rechazó, pero le tomó la palabra al literato para retomar sus colaboraciones.
Inicialmente, la intención de Verdi era adaptar una exitosa y reciente obra de Víctor Hugo, "Rui Blas". El triunfo del compositor con otra pieza del escritor francés, "Rigoletto" (basada en "Le roi s'amuse"), le llevó a intentarlo de nuevo por esta línea, pero acabó desistiendo al poco tiempo y propuso a Somma adentrarse en Shakespeare y su "King Lear". Durante dos años, cruzaron correspondencia preparando un libreto sobre este gigante teatral, de uno de los autores favoritos de Verdi.
Pero lo cierto es que Antonio Somma estaba muy verde. Al contrario que la fructífera conexión que el compositor había encontrado con Piave, el autor veneciano era un folio en blanco, y Verdi casi tuvo que enseñarle paso a paso la redacción de un libreto operístico. Mal que bien, dos años después, poco antes de que "Les Vêpres Siciliennes" se estrenara en París, músico y escritor ya tenían un texto cerrado y un teatro donde estrenar (San Carlo, Nápoles).
Un año más tarde, el gerente del coso napolitano ofreció un contrato a Verdi para una nueva ópera, y éste puso encima de la mesa el Lear. Diversas razones llevaron al compositor a retrasar la firma del acuerdo, y ello le permitió en ese tiempo afrontar el "Simon Boccanegra". Entretanto, carta va carta viene con Vincenzo Torelli, el responsable del San Carlo, con el que negociaba el reparto necesario para la versión operística de la pieza shakesperiana. Serían tres protagonistas: un barítono, una soprano y una contralto. Las negociaciones nunca llegaron a buen puerto.
Por si acaso, y mientras Verdi trabajaba con Piave en el Simon, encargó en 1855 a Somma un "plan B", una ópera amable en la onda de "Linda di Chamounix" o "La Sonnambula", un drama simple y convencional pero que no imitase a ninguno de los dos títulos citados como ejemplo. Como era de esperar, el veneciano fracasó en la encomienda hecha por el maestro de Busseto. En septiembre de ese año, al San Carlo le entran las prisas y reclama finalmente el Lear, para el que dicen haber encontrado un reparto idóneo. Verdi cambió de opinión, y ni Shakespeare ni Victor Hugo le interesaban entonces. Andaba envuelto en la traducción y primer esbozo musical de una pieza española, "El Tesorero del Rey don Pedro" (acabaría abandonando por excesiva complejidad), y adaptando un drama francés previamente representado veinte años antes, "Gustavo III di Svezia". "Es vasto y grandioso, pero tiene demasiadas cosas convencionales como otras tantas óperas, algo que nunca me gustó y ahora encuentro intolerable", escribió a Torelli.
Incluso llegó a proponer un revival de "Aroldo", el Boccanegra o una revisión de "La Battaglia di Legnano", pero el San Carlo quería un estreno. No tenía tiempo para más, y para bien o para mal, Verdi tuvo que adaptar el "Gustavo III". Ya tenía historia.
_________________ "El Verdiano tiene tranquilidad, aplomo. Todo a su alrededor, en cambio, son arenas con las que el mar juega, excepto el teutón innombrable aquel, que es una especie de risco inaccesible, en el que nunca crecerá la hierba ni hollará pié humano."
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