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Anja Silja
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La otra Senta sobre la que quería hablar es
Anja Silja. Siempre en el ojo del huracán; como decía MarttiT, creo, o la odias o la amas.
Debutó a los 16 años cantando la Rosina del Barbero. En 1959, a los 19 canta la Reina de la Noche, y la crítica la aclama como “la nueva Callas” (qué cansancio, esto de “la nueva Callas”, “el heredero de Pavarotti…”). Sin embargo ella comienza a buscar papeles mas dramáticos, mas acordes con sus cualidades actorales, y emprende lo que parece la carrera al desastre: los cuatro personajes de los cuentos de Hoffmann, Fiordiligi, Leonora del Trovatore, Santuzza!
En 1960 Rysanek, que estaba contratada para cantar Senta en Bayreuth, “se cae” del programa. Anja Silja logra una audición acompañada por Sawallisch a la que asiste Wieland Wagner. Tras pensarlo, el nieto de Wagner le escribe al director:
“He vuelto a reflexionar sobre este tema seriamente: deberíamos arriesgarnos con tu Lolita. Es cierto que su timbre no es ni sensacional ni del nivel de una estrella internacional, pero se adaptará a la escena como un guante”. Despues ya sabemos todos lo que pasó.
Debuta pues como Senta en
Bayreuth en ese mismo año, aunque no se conservan registros. Fué el primer año en que
Sawallisch decidió recuperar la versión de
Dresde, con la balada en la tonalidad original. Si tenemos grabación del año siguiente,
1961, con una Silja de 21 años cantando así la balada:
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Siete años mas tarde, graba en
estudio otra Senta bajo la batuta de
Klemperer. Aquí tenemos su balada:
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Nos encontramos con una voz potente, de gran extensión, con buena dicción, agudos penetrantes, variedad de expresión….y fea. Bueno, fea no, personal. Bueno, si, fea. Pero a mi me pone, y no soy la única que sucumbe a su extraño encanto.
Donde Flagstad nos mostraba a la Senta heroica, serena, consciente en su entrega; donde Rysanek nos enseñaba la Senta compasiva, apasionada, donde Varnay es soñadora, lírica, ingenua y al mismo tiempo adulta, Silja nos muestra otra Senta. Juvenil, arrebatada, obsesionada, ligeramente desequilibrada, y aun así dulce. La Senta que veo colgarse del retrato y tararear ausente la balada. La Senta que veo correr como una loca detrás del Holandes, para subirse al acantilado y consumar su único objetivo.
Por lo demás, totalmente alejada de la perfección. No siempre afinada, a veces adelantándose a la orquesta, a veces estridente, no exactamente elegante. Pero excitante como un animalillo salvaje.
Hala, échenseme encima
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