Su vida (II)
Adolescencia
Pocos detalles quedan de la vida de los Weber durante los primeros y agitados años de la Europa napoleónica. Compone una nueva ópera (un Singspiel) en Salzburgo, “Peter Schmoll und Seine Nachbarn”, muy elogiada por Michael Haydn. Durante esa época también trabaja en una Misa (conocida por “Jugendmesse”) que será reciclada en 1818 (como Misa en Mib). “Peter Schmoll” se estrenó en Ausburgo, bajo la dirección del hermano mayor de Carl, Edmund (marzo de 1802). La ópera se basa en un “Schauerroman”, Cuento de Terror, género muy popular entonces junto al Ritterdrama (Drama caballeresco), ambos provenientes – por degeneración – del movimiento “Sturm und Drang”. El autor del original fue Carl G. Cramer, mientras Joseph Türke adaptó el libreto. Las copias de la partitura son casi inencontrables incluso para los estudiosos.
En 1807 Weber revisó la Obertura y así ha sobrevivido con el título “Grande Ouverture à Plusiers Instruments”.
1803-1807. Viena, Breslau, Carlsruhe
Los Weber llegan a Viena en septiembre de 1803 con la intención de poner a Carl M. bajo la tutela de Joseph Haydn. Sin embargo en octubre ya habían caído bajo el hechizo de uno de los personajes más influyentes de la vida musical vienesa, el Abate Joseph Vogler (1749-1814). La Historia no ha sido amable con el Abate, que hoy se nos presenta como una figura extravagante, un charlatán de hecho, pero que en vida gozó de fama y posición y de alumnos como Ritter, Danzi y por encima de todos Weber y Meyerbeer. Vogler renegó de la vieja disciplina de maestros como el famoso Padre Martini y se hizo célebre por su sistema, el cual debía producir compositores en el plazo de cinco años de estudio. Además de compositor fue un teclista virtuoso (aunque Mozart lo detestó en esta faceta) que rivalizaba con Beethoven en el arte de la improvisación. Misterioso, viajero audaz, místico, ilustrado, chocante en sus modos y opiniones, encandiló al impresionable Carl Maria, por lo demás alejado de su padre, pronto regresado a Salzburgo. Durante nueve meses no compuso un solo compás, preocupado sólo de absorber todo lo posible de aquel personaje. Por lo que parece, el pago a las lecciones consistió en servicios de amanuense, entre los cuales se incluyó la trascripción de la partitura vocal de la ópera (“Samori”) que estaba componiendo para la Ópera de Viena. Por otro lado a Vogler le debió Weber el interés en los países exóticos y la música folclórica. El Abate había viajado por toda Europa, desde España hasta Armenia, buscando músicas populares no “estropeadas” por la sofisticada Ilustración. El amor por las expresiones artísticas del pueblo, poesía y música, sería uno de los rasgos de los nuevos románticos como reacción contra la “forma” clásica ilustrada. Folclore alemán y fascinación por los países lejanos acompañarán a Weber en sus obras de madurez. Tampoco le abandonará la admiración hacia su Maestro y no sólo por los motivos docentes como vemos.
Por otro lado fue en esta época en la que Weber descubrió el encanto de la crápula junto a Johann Gänsbacher, condiscípulo y amigo del alma. En compañía de este tirolés aventurero y juerguista, ocho años mayor que él, comenzó a frecuentar tabernas y otros locales de aun más dudosa reputación, donde cantaba con su estupenda voz de tenor acompañándose de la guitarra, que por entonces ya dominaba. Es probable que de esta forma empezara a contraer deudas, algo que será constante en su vida.
Tras el período de frmación, Vogler le facilitó a Carl Maria una buena posición al recomendarlo como Kapellmeister del Teatro de Breslau, cargo que asumió en junio de 1804.
En la ciudad no se recibió bien el nombramiento de un menor de dieciocho años y algunos músicos se mostraron especialmente agresivos. Además la rancia aristocracia de Prusia llenaba en aquel entonces Breslau y no digirió el hecho de ver a un alemán con el noble “von” desempeñando un oficio plebeyo en el teatro. La presencia de militares en las representaciones era garantía de altercados y sabotajes. Con todo, el encanto de la personalidad de Weber siguió ganándole amistades y amores, incluyendo alguna de sus Prime Donne, le pagaban bien y obtuvo una experiencia total del trabajo del teatro, desde los decorados hasta la maquinaria.
De su actividad como director musical ha trascendido que causaron irritación su rutina de ensayos por familias de instrumentos y el cambio de distribución de la orquesta en busca de un sonido más homogéneo. Entonces los vientos se sentaban delante de las cuerdas; Weber distribuyó primeros violines, oboes, trompas y un violonchelo a la derecha y segundos violines, sus queridos clarinetes y los fagotes a la izquierda; violas, trompetas y percusión detrás. El público, sobre todo los militares, prefería escuchar más los metales.
Entre las óperas representadas bajo su mando destacan “La Clemenza di Tito” (el joven Eichendorff recogió sus impresiones sobre la representación en su diario), “Don Giovanni” y “Così fan tutte” además de las habituales de Paisiello, Salieri, Winter, Weigl, Paer o Süssmayr.
Durante los dos años en Breslau sus ocupaciones no le permitieron componer más que un par de escenas sobre un libreto de un tal Rhode (“Rübezahl”). Parte de la música reaparecerá en “Oberon” y la Obertura “Jubel”.
El final del período llegó de golpe: Weber ingirió distraídamente (¡) parte de una botella de ácido para litografiar creyendo que era vino. Como resultado nunca volvió a cantar pero además pasó dos meses fuera de combate y al regresar a su puesto encontró todas sus reformas deshechas por sus enemigos. Sin experiencia suficiente en la vida ni ánimo para afrontar un nuevo comienzo desde cero, dimitió.
Su padre estaba también mal de salud y encontrándose por tanto privados de recursos, fue la primera ocasión en que la familia optó por mudarse para escapar de los acreedores, una maniobra que Weber repetiría muchas veces en adelante.
La ayuda llegó a través del organista de la iglesia de Santa Isabel, F. Wilhelm Berner, quien confió a la familia a una de sus pupilas, la señora von Belonde, dama de compañía de de la Duquesa de Württemerg-Öls. Por mediación de ésta, el Duque Eugen F. Heinrich von Württemberg-Öls recibió a los Weber generosamente como invitados por tiempo indefinido. Los Duques habían recreado una versión en miniatura de Versalles en los bosques de Carlsruhe (Alta Silesia). Déspota ilustrado, Eugen era un melómano que incluso ordenó la construcción de un teatro en 1793. Libre de preocupaciones, Weber recordó ese período como “sueño dorado”. Durante ese tiempo compone sus dos primeras Sinfonías (dedicadas al Duque) En febrero de 1807 deja Carlsruhe con la promesa de un puesto en la corte de Ludwig, el hermano de Eugen, en Stuttgart. (Su padre prolongó su estancia hasta 1809, y eso a pesar del avance de las tropas napoleónicas de Vandamme) Carl pasa cinco meses vagabundeando por el área de Núremberg, tras una visita a Breslau interrumpida abruptamente al ser reconocido por un acreedor. Stuttgart esperaba.
_________________ Il barone fu ferito, però migliora
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