Tremendo tema, el de la dirección de las frases...
Uno de los aficionados más completos que he conocido en mi vida, que me merece el mayor de los respetos, me dijo una vez que había un tenor que le "frustraba". Todo estaba muy bien dicho, extraordinariamente fraseado, ningún ataque era sucio ni brusco, nunca sufría en el pasaje, el agudo no era esplendoroso pero estaba resuelto, el estilo solía ser apropiadísimo... Pero le "frustraba". Y le frustraba porque, en sus palabras, "la música de ese hombre no va de ningún sitio a ningún otro, no significa, no construye, sólo está". Nuestro tenor le parecía un cantante muy plano, y en ese sentido, irritantemente aburrido. Sospeché que se estuviera refiriendo a Nicolai Gedda, pero erré: su frustrante tenor era, nada menos, Carlo Bergonzi.
Yo no comparto para nada la opinión de mi amigo. Pienso que el canto de Bergonzi significa muchísimo (¡y vaya si significa!), construye, expresa y crea con la solvencia de un profesionalísimo artista. Pero traigo a colación la anécdota para expresar hasta qué punto la "dirección de frases" es algo tan difícil de objetivar, tan sutil, tan subjetivo, pero al mismo tiempo tan importante y necesario.
Creo que Pavarotti nunca fue un planificador musical. Otros hicieron eso por él (Leone Magiera y Richard Bonynge, fundamentalmente). Su expresividad era más intuitiva, pero en ese sentido, supo encontrarse a sí mismo en el tenor romántico optimista de la escuela italiana. Y en efecto, en este larghetto parece confiar excesivamente en que la belleza de la melodía y de su timbre operen todo el efecto musical, y no se esmera excesivamente en contrastar, acentuar o expresar. Se ve que su Tonio vitalista y feliz es más el del primer acto que el del segundo. Por el contrario, creo que el larghetto de Kraus está pensadísimo, aunque quizá esa misma planificación sea la causa, junto con su edad, de la irrepetibilidad de la lozanía que Pavarotti siempre garantiza. El de Kraus es el Pour me rapprocher de un músico; el de Pavarotti, no tanto.
Pero a la hora de la verdad, ¿con cuál nos quedamos? ¿Cuál nos inspira mejores sentimientos y nos hace disfrutar más? Que cada uno se responda en privado. En público, siempre nos queda la diplomática respuesta de que, por fortuna, podemos tenerlos a los dos.
_________________ Die Wahrheit ist bei mir, Mandryka.
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