<p align="center">
Escena 4 – The first evening at the hotel
<embed src="http://www.goear.com/files/external.swf?file=498efeb" type="application/x-shockwave-flash" wmode="transparent" quality="high" width="353" height="132"></embed>
</p>
La escena de hoy está llena de acontecimientos. La divido en partes para hacerla más clara.
1) Comenzamos, sin ruptura con la anterior escena, en el hotel donde Aschenbach se aloja. La melodía desde el principio está contaminada... estamos de nuevo ante otro de los avatares del barítono protagonista: el regente del hotel. De nuevo las características propias de este personaje, saltos interválicos y acompañamiento inestable. Tras cada frase el libreto dice que Aschenbach asiente, y la música nos lo transmite con un acorde ya conocido, que conecta con la escena anterior (
00:12,
00:26). En la última frase, la respuesta toma palabra, acompañada además de un golpe contrariado del arpa. La frase es ambigua e irónica:
No era mi intención. ¿Cuál? Llegar en góndola o tener un viaje placentero... El gracioso acento de Pears no toma partido por una de las dos opciones.
La conversación continua hasta que el encargado le muestra la playa desde la ventana de la habitación (
00:56) y Venecia penetra por los cristales con una bonita variación del tema presentado en la Obertura entre la escena II y III
La melodía, clara al principio, se desarrolla con la respuesta de Aschenbach, aunque termina con cierta ambigüedad. El regente del hotel apunta la idea de que Aschenbach podrá conocer a sus compañeros de hotel, y el arpa preludia una inquietud en la respuesta de nuestro escritor. El barítono finalmente se despide con una ironía magistral. Él es el cicerone de las siete cabezas, conoce a Aschenbach tan bien como él mismo y se despide de él pronunciando su nombre sobre el tema de la I escena (
I Aschenbach...), el tema de las trompetas, el que recuerda oscuramente su gloria fatua (
for the Signore is well known in our country, acaba de decir). Magistral como siempre. El barítono se esfuma dejando detrás como siempre un cierto tufillo a azufre.
2) Aschenbach se queda solo (
2:10...), y de nuevo un recitativo acompañado del piano (
2:44). Aschenbach recuerda con un irónico acento su nombre, esta vez en la soledad del piano.
Y el texto es el mismo Britten hablándonos... The austere demands of maturity... I renounced bohemianism... La carta de Auden aún resuena en el metal de las campanas de Venecia.
Yo que busqué la belleza y la simplicidad (¿cuál fue si no la máxima de Britten en toda su carrera?),
ahora me voy a abandonar al encanto del ocio. La amalgama del personaje con su autor es completa. Los lazos con la realidad están siendo relajados. O tal vez todo lo contrario: es el relajamiento de las cadenas del deber el que por primera vez le deje acercarse a la realidad.
Todo sigue estando abierto... What is there in store for him?
Aschenbach deja el libro, dice la acotación, y de pronto su atención abandona lo intelectual y repara en la belleza del paisaje, liberador y consolador (
4:22). Inmediatamente el solitario y analítico piano desaparece y Venecia vuelve a entrar a través de la orquesta, haciendo repetir a Aschenbach el lánguidamente bello tema de Serenissima. Impresionante este momento de sosiego, de deleite en la tranquilidad y la belleza. Aunque el germen de lo oscuro sigue estando en esa música aparentemente consoladora.
3) La paz se quiebra rápidamente con la llegada de los huéspedes del hotel, que llegan para cenar (
5:47). Barullo, percusión, niños franceses, una pareja alemana, un padre polaco... También daneses, rusos (cada uno introducido casi cómicamente en su idioma). Aschenbach aparece de nuevo entre el tumulto (
7:31) y, no puedo evitar que se me ericen los cabellos, los ve a ellos(
7:50).
Una escala del arpa da paso al vibráfono, el sonido de Tadzio (hablaremos más en el otro hilo sobre esto, de momento dejémonos seducir nosotros también por esta primera aparición, casi espectral). Un sonido que no se relaciona con nada de lo oído antes en lo que llevamos de ópera. Algo nuevo y mágico ha aparecido. Al principio la melodía no aparece asociada al muchacho, pero finalmente Aschenbach repara en él (
a beautiful young creature, the boy), y el vibráfono vuelve para subrayar el impacto. Que no ha podido ser mayor: sin duda el alma de Grecia descansa en esa brillante perfección, dice nuestro protagonista, todo el rato sobre el vibráfono. Impresionante lo certero de la expresión de Aschenbach:
a timeless air. Pues eso es Tadzio. Una música sin coordenadas, lejana, extraña, exótica. Todo ese mundo prometido por el Viajero de la primera escena está llegando...
4) Aschenbach se vuelve a quedar solo (
8:45) y esta vez la música que enlaza con el recitativo ha quedado impregnada de cierto orientalismo (no lo sé, pero parece construida sobre una escala pentatónica), es confusa, tal ha sido la aparición de Tadzio (Aschenbach aún no sabe su nombre, claro). La escena se cierra con un nuevo recitativo en el que Aschenbach reflexiona sobre la belleza inexpresable que acaba de contemplar. Al fin y al cabo, poco más que
novelist's speculations, como él mismo dice al final.
Bueno, ya tenemos casi todas las cartas sobre la mesa. Al final ha aparecido él, todo va tomando forma. Ya estamos metidos hasta el cuello en las oscuras y misteriosas aguas de la Serenissima