Emarty escribió:
rechazas la idea de que el impulso dionisiaco (hablas de 'sensual') vaya, poco a poco, apoderándose del maduro Britten (en donde MEV sería su último escalón) y nos presentas justo lo contrario: el impulso estaría 'reprimido', 'escondido', en sus obras, algún destello aquí y allá, y que sólo saldría a la luz de forma 'brusca' en esta última obra. En ese caso, supongo que no piensas que la evolución musical de Britten va pareja a los 'ataques' de ese impulso dionisiaco, ¿no? (porque a mí sí que parece clara la escalada progresiva en lo que a lenguaje musical se refiere)
No estoy del todo seguro de que Britten evolucionara, en el sentido de que hay un cambio gradual en su música. Lo que yo veo, de lo que he escuchado, es una selección de los recursos que domina según el tema que trata y la ocasión. Cómo se explica si no la densa textura orquestal de Peter Grimes contigua en el tiempo a la austeridad de la Violación de Lucrecia, por ejemplo. Lo que sí hay es un refinamiento de los recursos expresivos, de los pequeños detalles, pero no hay una evolución clara (hoy veremos una cosa en la guía de audición relacionado con eso). Y no me atrevería a decir que su música refleje la progresiva invasión del mundo dionisíaco. Lo que pretendía decir en la exposición es que en su obra anterior hay ecos de ese mundo, que permanece encubierto, susurrado. Y si en Muerte en Venecia sale a la luz es porque la esencia tan personal del argumento le hace enfrentarse directamente a lo que antes había permanecido siempre soterrado. Por eso lo de la "verbalización" que has señalado tan acertadamente. Muerte en Venecia es una especia de exorcismo intelectual, una batalla contra los fantasmas que habían estado junto a él toda su vida. Pero una batalla con sus armas favoritas, el intelecto y la razón, como dice Idi.
El idiota escribió:
En resumen, me parece que Muerte en Venecia es más racional en su plasmación del deseo, mientras que LVT es eso, una ópera de half-formed (and not told) desires .
Yo también lo creo. El planteamiento de Muerte en Venecia es, como decía, intelectual. Aunque luego todo sea vencido por una fuerza superior, invasora y abismal.
Lo que pasa con la Vuelta de Tuerca, creo yo, es que todos los esfuerzos están destinados a construir el fabuloso edificio. Britten convierte una muy buena novela de género en una obra maestra y todo parece un gran juego musical de perfección y detallismo. Y todo lo que hay detrás, ese mundo casi onírico, oscuro, el mundo de Peter Quint, nunca aparece en el primer plano, salvo tal vez en esa escalofriante escena que comentamos. Es cierto que el filtro es la infancia, como dices, pero a mí me suena al mismo mundo. Sobre todo esos
secretos, esos
deseos a medio formar. Me parece un mundo sensual (y con esa palabra no quiero decir sólo sexual, sino sensorial, terrenal, físico, desordenado, difícil de nombrar, peligroso) que amenaza el orden, el mismo que irrumpe en Muerte en Venecia.
Y en el pasaje de Sueño de una noche de verano, que tiene muchas lecturas, no puedo dejar de ver en esas trompas (creo) que aparecen
fantasies, un pequeño anticipo, sutil, inconsciente, insinuado con miedo, de ese universo a duras penas contenido.
Ya Billy Budd y Peter Grimes se relacionan de otro modo con Muerte en Venecia, en el sentido en que son dramas, de corte realista, de un hombre protagonista.
Me han encantado vuestros comentarios
Así da gusto.