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NotaPublicado: 15 Mar 2009 17:58 
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<center>Jokanaan – Juan el Bautista


Juan el Bautista, o simplemente el Bautista, fue un predicador y asceta judío, hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel (Lucas 1, 5). Juan es el precursor de Jesucristo. Anunció la llegada del Mesías (Marcos 1, 7: “Y predicaba, diciendo: Viene detrás de mí el que es más fuerte que yo, ante el que no soy digno de agacharme a desatar la correa de su calzado”) y practicó el bautismo por inmersión en el Jordán. Tras ser encerrado en la fortaleza de Maqueronte, fue decapitado por orden de Herodes hacia el año 29.

Según Lucas (3, 1-3), Juan comenzó a predicar y a bautizar en el desierto «el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea, cuando Herodes era tetrarca de Galilea, su hermano Filippo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, en tiempo del sumo sacerdote Anás y Caifás». Juan Bautista se definió a sí mismo como «voz que clama en el desierto: "rectificad los caminos del Señor"» (Juan 1, 23).

El nombre hebreo de Juan, “Iaokanann”, significa “Yahvé es favorable”. A partir de ahí, el nombre de “Yokanaán” es la transcripción que Flaubert hizo en su Herodías del ese nombre hebreo de Juan (cf. Flaubert, Tres cuentos, Alianza editorial, trad. de M. Armiño, Madrid, 1998). El exotismo de esta trascripción interesó especialmente a Wilde para “descafeinar” el rol de sus atributos cristianos. Asimismo, al referirse a Juan como “Yokanaán”, eliminaba su condición de “Bautista”, el elemento genuinamente cristiano que le vinculaba con el Mesías de forma irrevocable. Wilde reelaboró así el rol de Juan, consumando una personalísima secularización del mismo.

El personaje de Juan es, si cabe, más fascinante que el de Salome. Al menos, a resultas de la reelaboración operada en él por Wilde y Strauss. Frente al perfil “ortodoxo” que de él nos devuelven los Evangelios, el Yokanaán que nos ocupa es ya un hombre moderno, sujeto a tensiones y contradicciones varias. En concreto, Wilde y Strauss nos presentan a Juan como alguien que se debate entre el mundo interior que va ligado a su misión y a su profecía, y el mundo exterior, plagado de tentaciones y sinsabores, al que ha de renunciar por mor de su causa. Mientras permanece encerrado en la cisterna, inmerso en su propio mundo, en su mensaje, en suma ensimismado, no hay para él tentación que valga más allá de la profecía. Y sin embargo, la luz cegadora que se encuentra al salir de la cisterna le pone cara a cara con una joven curiosa que desea su cuerpo, que anhela besar su boca. El convencido profeta deberá entonces hacer frente a la tentación, a la carne, al sexo que se le ofrece a la palma de la mano. Nos encontramos así con una tensión electrizante entre la fe y sus hipotecas, entre el mesianismo y sus prohibiciones, en suma, entre la ortodoxia y cuanto la supera. Salome es, no hay duda, un extremo, al menos tal y como Wilde y Strauss nos la presentan. Ella no sólo encarna el “mundo exterior”, el “pecado” o como queramos llamar a cuanto queda más allá de los estrictos límites impuestos por la fe. Salome es una manifestación radical del deseo sexual, del apasionamiento más agresivo y violento. Se trata, en ambos casos, Juan y Salome, de posturas radicalizadas por las lecturas de Wilde y Strauss. Cabrían, pues, muchos más matices a la tensión que experimenta Jokanaan a cada nuevo intento de seducción por parte de Salome, pero creo que nos entendemos suficientemente con lo dicho hasta aquí.

Algunos intérpretes –ya diremos cuáles- han caído en la tentación de exagerar el tono profético de Jokanaan, haciendo de él un monolito insensible, un pan sin sal, incapaz de sucumbir siquiera un instante a las seducciones de Salome. Es un error, a mi juicio, presentarlo así. Si algo nos interesa de Jokanaan es esa singular dialéctica que Wilde y Strauss ponen en escena, entre el convencimiento radical de la fe y la insistente tentación de cuanto la rebasa y excede. Es preciso, por tanto, encarnar a Jokanaan con algo de “cintura”, dejando entrever en la agresividad con que rechaza a Salome algo más que una tajante ortodoxia. Como ya diré en su momento, es imprescindible echar un ojo a la encarnación de Terfel en el DVD con Malfitano. Terfel nos “pinta” allí a un Jokanaan vulnerable al tiempo que ensimismado. Cada aproximación –física y verbal- de Salome lo agita sobremanera, sabedor de que en cualquier momento podría traicionarse, abandonar su profecía y sucumbir a los deseos de la joven princesa. En el caso de Terfel, hay un fuerte componente escénico, actoral, contribuyendo a la eficacia de su recreación. Será Van Dam el Jokanaan, desde mi punto de vista, que más se acerque por la pura inflexión vocal a devolvernos esa impresión de un Jokanaan vulnerable, a veces inseguro, tenso, capaz de dudar ante Salome.

En breve iniciaremos el duelo de Jokanaans con Sharpless. No os lo perdáis. Allí podremos calibrar mejor todo lo dicho en este post.</center>


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 0:51 
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Yo haría una matización sobre los matices en Jochanaan, que viene a coincidir con lo que está diciendo el señor Gino en otro hilo. Últimamente me estoy haciendo vago para poner +1s.

Creo que Jochanaan debe ser un personaje esencialmente monolítico. Una roca ante la cual nadie puede nada; una fe inquebrantable. Creo que es importante para entender al personaje y para entender a Salomé. Lo que argumenta el señor Spinoza - el conflicto entre su fe y la princesa buenorra - es justo y necesario, pero en su medida. Para mí, eso es como las especias que hay que poner en un plato para conseguir el mejor sabor: si te pasas, jodes el plato, porque pierdes el gusto principal de la carne, el pescado o lo que sea. Los matices son eso: matices.

Lo impresionante de Jochanaan es su monoliticidad. De otro modo, creo que nos identificaríamos demasiado con él, y no encajaría con el ambiente opresivo de toda la ópera ni, seguro, con la intención de Wilde o de Strauss (creo haber leído que opinaba que Jochanaan era "un imbécil"; opinión que no comparto).

Además, si Salomé viese que Jochanaan está "a punto de caramelo", ¿no volvería simplemente a la carga, en vez de cargárselo y cargarse a ella misma? Habría mucho más que discutir de la relación entre dos personajes aparentemente opuestos como Salomé y Jochanaan, pero yo por el momento lo dejo.

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NotaPublicado: 16 Mar 2009 1:07 
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Por supuesto, Varlaam. Si he cargado las tintas sobre la tensión que creo consustancial al personaje es porque me cansa la lectura que hace del Bautista un ser sin fisuras. Básicamente es monolítico, pero si no titubea siquiera un instante, no nos interesa para nada. Al menos a mí.


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 1:43 
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Es todo cuestión de matices, claro. "Titubear un instante" es algo que me parece perfecto para Jochanaan, el perejil de la salsa...

Ahora, que a lo de Tannhäuser, por ejemplo, yo no lo llamo "titubear un instante". No he visto a Terfel en este papel, pero creo que es importante no pasarse con las dudas de Jochanaan, y me temo que hoy en día muchos directores de escena pueden tener la tentación de exagerarlas.

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Última edición por Varlaam el 16 Mar 2009 19:37, editado 1 vez en total

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NotaPublicado: 16 Mar 2009 13:51 
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A petición de Sharpless recapitulo un par de comentarios de Gino y de un servidor acerca del Profeta, escritos al hilo de la interpretación de Van Dam:

Gino escribió:
Aprovecho para dar mi visión del Profeta. Para mí es como una fuerza de la Naturaleza, inconmovible e inexorable. No es un hombre común al que pueda hacerse dudar de su meta en la vida (ahí está la música grandiosa que escribió Strauss) La única forma de no confundir esta fe inquebrantable con la de un personaje marmóreo es entender que está animada por una pasión ardiente. Y esto es precisamente lo que consiguen van Dam y Karajan. Ofrecer un personaje alucinado, de una voluntad fanática, cuyos actos surgen de forma inevitable y con la misma fuerza destructiva de una avalancha. Creo que Jochanaan no duda un instante de sus convicciones y asume sus actos como una inmolación. Apasionante.


Sharpless escribió:
En efecto, el Profeta debe manifestarse inexorable e incomovible, por encima de cualquier estímulo que pueda tambalear su convicción. Pero ese es el punto de partida y el resultado final. Entre medio tenemos todo un tira y afloja con Salomé donde el Profeta debe reflejar una tensión, todo un sinvivir, una constante retención, ora para no golpear a Salomé, ora para no besarla con apasionamiento. Es necesario ese titubeo, esa leve apertura, ese cuestionamiento de su causa, para que ésta, a la postre, se vea reforzada y Jokanaan asuma su misión hasta las últimas consecuencias. Visto así, en efecto, podemos hablar de una inmolación.


Gino escribió:
En mi opinión es importante advertir que Jochanaan no sólo no monologa, en el sentido de que no se produce examen ni evolución en sus pensamientos, sino que además apenas puede decise que dialogue. Su forma de expresarse siempre es la peroración, el sermón colérico que no deja lugar a la réplica. Una vez retorna a la cisterna continúa con su diatriba implacable que en realidad es indiferente al hecho de tener o no interlocutor.


Seguimos durante los próximos dos o tres días comentando este rol, si os parece. ;-)


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 15:13 
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Estupendo. Esta tarde, que voy a dedicar de pleno a la ópera del mes, elaboro mis argumentos y réplicas :D


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 15:17 
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Jar Jar Binks
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Ahora no tengo tiempo de meterme en una discusion como Dios manda, pero estoy totalmente de acuerdo con Gino, como apunté brevemente cuando hablamos de Narraboth.

La única reacción humana de Juan ante Salomé es el miedo. Un miedo terrible, pero pasado por el tamiz de su extraviada percepción (sólo hay que leer las imágenes que utiliza para referirse a su primera visión de Salomé). Juan ya no está en este mundo. Por eso no puede sentirse tentado. Además, su forma esencialmente sensual de vivir su destino divino hace que el amor carnal que le ofrece Salomé no sea nada. Juan ha superado los límites de lo humano, y no hay ninguna pista ni en el texto ni en la música que lleve a pensar en que Wilde y Strauss concibieron ese hombre moderno, sujeto a tensiones y contradicciones varias del que habla Spinoza. Querer convertir al Juan de Wilde en un Asenbach o un lobo estepario es anacrónico.

Otra cosa es que interpretarlo como tal sea interesante y revele una fuerza diferente que el texto cobra ante esta nueva visión. Y en ese sentido la interpretación de Spinoza, y en cierto modo la de Van Dam, me parecen muy interesantes. Aunque encierran un significado que cobra sentido muchos años después de la creación de Wilde y Strauss (y no por ello menos legítimo).

En mi opinión, Juan no es el símbolo de la humanidad tentada por la mujer fatal. Es el muro sobrehumano casi heroico con el que se estrella la serpiente todopoderosa. No es como Holofernes o como Sansón. No muere por ser seducido, sino por no dejarse seducir. Judith y Dalila triunfan. Aquí el que triunfa es Juan. Y no por ser un hombre posmoderno que duda, ni por ser un super-hombre nietzcheano, sino por ser casi divino. Por estar fuera de todo. Y así lo hace pensar todo en ambas obras, como dice Gino.


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 15:18 
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Bien bien, veo que hay debate y que comparto posturas. Esta tarde nos meteremos con la Teología :lol:


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 15:27 
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Bastante de acuerdo con algunas cosas que dices, Sid, y en frontal desacuerdo con otras. Advierto cierta contradicción en tu post.

Hablas de miedo. Completamente de acuerdo. Pero, ¿miedo a Salomé, directamente, o miedo de sí mismo, de la posibilidad de flaquear, de no estar a salvo en su misión? No hay miedo sin conciencia de la tentación, sin ese resquicio, ese titubeo del que hablé en el post inicial.

Por otro lado, no he pretendido en ningún momento "convertir al Juan de Wilde en un Asenbach o un lobo estepario" o hablar de Jokanaan como "un hombre posmoderno que duda" o como "un super-hombre nietzcheano". Lo segundo, espcialmente, sería una mamarrachada de primera magnitud, y supondría no haber entendido una palabra de Nietzsche. ;-) Lo que sí he pretendido es manifestar que la reelaboración del rol por Wilde y Strauss nos lleva a ver en él, básicamente, a un ser divino, radical, a veces furibundo, ensimismado, etc., pero no inmutable, más allá del mundo terrenal. Su mensaje es un mensaje para el mundo terrenal. No confundamos su ensimismamiento místico, su estado de trascendencia con una situación de redención consumada. Juan no está a salvo de nada. Simplemente está "poseído" por una misión. A este respecto, Sid, dices que "Juan ya no está en este mundo. Por eso no puede sentirse tentado". Totalmente en desacuerdo, por lo que acabo de señalar.

Me gusta por dónde está discurriendo la discusión. Sigamos con ella. ;-)


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 15:30 
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¿Se admiten argumentos bíblicos? 8)


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 18:29 
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Vamos a ver...

:arrow: El Juan Bautista bíblico

"Yo soy la voz que clama en el desierto". Esta es una de las frases que más me ha impresionado siempre de las Escrituras. Juan es el predecesor, el único profeta del NT. Primo de Jesús, es para mí un símbolo de aquello que luego dijo Cristo: la Verdad os hará libres. Juan sabe de su verdad, y la predica con fuerza, incluso con violencia (verbal). Representa esa forma de hacer vivo un mensaje, en este caso el mensaje de la Redención. Es ya en las Sagradas Escrituras una roca, una roca de fe y de confianza en Dios y en su proyecto de salvación. Por eso es un Santo.

:arrow: El Juan Bautista teatral.

No comparto con Spi la idea de la secularización del personaje. Sigue siendo el Bautista, sigue siendo un santo, una figura clave en la idea cristiana de salvación. Si bien puede objetarse que las intenciones de Wilde eran otras, Strauss da grandes pasos de nuevo hacia la sacralización del personaje a través de la música. No nos engañemos: hay mucho más de demoniaco en la Salome de Wilde que en la de Strauss, donde existe la salvación, simbolizada musicalmente por varios momentos: la referencia del Bautista a Cristo, y a Galilea; y sobre todo la intervención de los dos Nazarenos. Si nos fijamos bien, son quizás dos de los momentos más hermosos de la obra.

Por ello,creo que Jokanaan es tentado, pero es tentado como Cristo en el desierto: inútilmente. No hay posibilidad de que siquiera dude un momento, porque su fe es más fuerte que él mismo, es lo único que él, harapiento y prisionero, tiene. Debe ser impresionante estar tan seguro de algo, tanto como para dejarte llevar totalmente por ello. Por ello me adhiero a los que conciben de forma más absoluta al profeta.


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 18:47 
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Ahora bien, los pasajes líricos están siempre acompañados de pasajes amenazantes, pasajes llenos de improperios... El zaratústrico leit-motiv del profeta es de todo menos amoroso; anuncia a un profeta (¿y a un dios?) severo e imponente, muy por encima de la chusma chusma. Van Dam se queda corto en todo esto, a mi entender, y suaviza siempre las transiciones.

La visión de Van Dam y de Karajan me parece que "cristianiza" un papel que, en origen, es cristiano, pero que forma parte de una ópera u obra de teatro radicalmente pagana. Cuando veo u oigo "Salome", Jochanaan tiene una fuerza impresionante, pero es a la vez un personaje hacia el que siento rechazo por su cuasi-divinidad fanática, por su radicalismo inhumano; rechazo, en suma, no tan distinto al que me producen otros personajes extremos como Herodes o la propia Salomé. (Cuando hablo de rechazo, hablo de un "rechazo atractivo").

Para un cristiano, Juan el Bautista no puede tener estas connotaciones: no puede ser un personaje rechazable o lejano. Es, al fin y al cabo, el heraldo de Jesús, que llegará como dios y a la vez hombre, con su mensaje de amor y de salvación. Por eso hablo de "cristianización" del personaje, que es lo que me parece que hace Van Dam, y eso no me parece bien en esta ópera, como no me parecería bien una "descristianización" en "Diálogos de carmelitas", por ejemplo.

Esto he dicho ahora mismo en el otro hilo.

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NotaPublicado: 16 Mar 2009 18:55 
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Neno
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Yo es que no me meto mucho por aquí porque en un par de días tengo nueva mudanza a Italia y no tengo mucho tiempo, pero querría decir que el Juan bautista bíblico es un profeta y el straussiano es un loco.

Quiero decir: la Biblia retrata a Juan Bautista positivamente (lógicamente) mientras que en la ópera este halo de santidad yo no se lo termino de ver...más bien parece un Bautista visto desde la perspectiva del ateo: un iluminado que nos puede dar compasión, pero que en el fondo no es más que un alucinado.


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 19:07 
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Patriarca latino de Antioquía
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Me gustan mucho tus ideas, Varlaam :wink:

Idi, yo creo que hemos de diferenciar varias cosas. Por un lado, el Juan bíblico evidentemente es un profeta. El Juan de Wilde tiene mucho de alucinado pero ¿lo tiene el de Strauss? Textualmente es casi el mismo, pero a este Juan hemos de añadirle la música, esa descripción de Jesus por ejemplo. Creo que Strauss dulcifica al Juan de Wilde, pero claro, tiene que trabajar con unos patrones que ya le marcaba el propio Wilde.


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NotaPublicado: 16 Mar 2009 19:11 
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Yo siempre he tenido la misma sensación que Idi.


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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com