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ACTO III: RESUMEN</center>
Al aire libre en medio del bosque. Todavía persiguiendo a Johnson. Algunos de ellos se sientan alrededor del fuego y hablan sobre el curuioso amor de Minnie por el bandido. Johnson es llevado preso para ser ahorado. De pronto aparece Minnie galopando a caballos. Se pone delante de su amado protegiéndise con una pistola. A base de reproches y vehementes súplicas consigue que los hombre se ablanden y le dejen libre. Johnson desaparece con Minnie del lugar.
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GUÍA DE LA AUDICIÓN</center>
LOS CAZADORES, AL ALBA
El despertar del día en un claro de bosque marca el comienzo de este tercer acto. El ambiente contrasta con el final del acto segundo. Nos encontramos con una introducción lenta, sosegada. La atmósfera está claramente heredada del tercer acto de Tosca (solo de clarinete incluido). Las frases del camarero Nick nos pone en situación: Johnson sigue siendo objeto de búsqueda.
UN SHERIFF QUE NO PERDONA
La réplica la da Rance, que continúa con el estilo entre arioso y recitativo anterior sobre su característica música, quien se lamenta doblemente: por haber dejado escapar a Johnson y porque Minnie lo esté cuidando. Sus palabras molestan a Nick, quien no deja de aprovechar la ocasión para meterle el dedo en el ojo al Sheriff, por no haber delatado al bandido:
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E non l'avete fatto.
È stato proprio un tratto cavalleresco...</center>
La pulla surte efecto ya que Rance no deja de torturarse por la imagen de Minnie abrazando a Johnson. Nick, por su parte, se resigna al hecho de que la chica se haya enamorado (su bello motivo suena en las cuerdas altas).
LA CACERÍA
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la partida de póker? Difícil es saberlo: no mucho, ya que la cacería que se inicia es salvaje, pero no poco, ya que la presa está en condiciones de dar juego a los perseguidores. La escena es de una factura musico-teatral impecable. Por una lado nos encontramos con las voces de los hombres de la Wells Fargo y de los mineros que entran y salen narrando la persecución (que sólo encontraría su perfecta representación en el cine
) y por otro los personajes principales en escena, a la expectativa. Entre ellos un Rance rabioso, vengativo, cantando su propio regocijo, como un Scarpia al final del primer acto de Tosca.
En lo musical, la introducción, los primeros coros y las increpaciones de Ashby, se sustentan sobre un ostinato en ritmo ternario, ascendente y descendente, como el movimiento de una mecedora, generosamente orquestado. Sencillo y muy efectivo para dar sensación de movilidad. La frase
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Di là, di là dal monte!</center>
viene acompañada por una reconocible melodía en las trompas, con escalas ascendentes y descendentes en las maderas y después en las cuerdas... la cacería toma cuerpo. La intervención de Rance
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Minnie, ora piangi tu!...</center>
sobre el ritmo ternario marcado por los violines, punteada aquí y allá por intervenciones del coro, consiste en una línea vocal exigente, con amplio recorrido en la tesitura, alcanzando varias veces el Fa3. Las nuevas intervenciones del coro vienen acompañadas del ostinato rítmico, ya convertido en auténtica progresión melódico-armónica que, en una orquestación cada vez más masiva (glockenspiel y caja), nos llevan al clímax (observad cómo Puccini sigue la misma técnica que Wagner emplea en el Tristán para provocar tensión)
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Ah!
Via, ragazzi!...
Alla caccia!
Via! Via tutti...
Alla valle!...</center>
cantado sobre una heroica frase de los metales e incisiva percusión y que concluye en la orgía de cánticos de taberna generosamente orquestados
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Dooda, dooda, day!...</center>
con la que los hombres celebran la captura de la presa (¡qué tutti tan espectacular!). Poco antes de que resuenen los últimos gritos de la cacería pidiendo la pena capital
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A morte! Al laccio!</center>
Nick gana tiempo para buscar a Minnie.
JOHNSON ES ENTREGADO
Mientras tanto Ashby, el hombre de la Wells Fargo, le hace entrega del prisionero al Sheriff con el objeto de que
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Faccia essa giustizia!...</center>
Y con esas se va. Esto es clave para el final de la ópera, puesto que es el único elemento externo al cuadrángulo amoroso que conforma el drama.
LA SENTENCIA
En un ambiente de linchamiento Johnson se enfrenta a las más diversas acusaciones, desde el saqueo de toda la región al asesinato, sobre un fondo plagado de acordes de séptima, novena, y con estudiada instrumentación con punzantes clarinetes y cuerdas. A duras penas el bandido herido logra excusarse sobre cuerdas tremolantes:
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No! Maledizione a me!...
Fui ladro, ma assassino mai!</center>
Pero la horda de mineros no ceja en su empeño en creciente y oscilante acompañamiento armónico, mezclando el sentimiento de odio por los crímenes cometidos, y la dolorosa envidia por llevarse a la chica de sus sueños:
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Ti faremo scontare le carezze di Minnie... </center>
Rance se regocija en la unánime sentencia.
EL ÚLTIMO DESEO
De hecho, éste es precisamente el pensamiento que ocupa a Johnson. Y así se lo comunica a los muchachos, con el continuo acompañamiento oscilante. Su petición indigna a los mineros que responden murmurando y, después, completamente alterados, sobre la música de la cacería. Sonora intercede y Rance concede a un desesperado Johnson su última petición.
LA ÚLTIMA PLEGARIA
Exaltado, con el rostro casi sonriente, entona Johnson el aria más famosa de esta ópera (hemos discutido versiones de la misma
aquí). Como un órgano, la orquesta acompaña la plegaria del bandido, en la que solicita que su amada nunca se entere de su destino. Dos estrofas, separadas por un microinterludio orquestal, y culminadas con sendos Si3 bemol, dan forma a este sencillo pero inolvidable aria.
Rance, indignado, agrede a Johnson (un gesto que no gusta a los mineros) y éste se muestra presto a aceptar su destino.
UNA VALKIRIA EN EL OESTE
Una fanfarria acompaña los preparativos de la inminente ejecución, pero de repente
se oye grito agudísimo junto con el galope de un caballo. Es Minnie, no en modo camarera, ni en modo madre, ni en modo amante, ni en modo jugadora de cartas, sino en versión valkiria, cantando su particular
Hojotoho! sobre Fa y Sol4 sostenidos y La 4. Los mineros, confundidos, la reconocen al instante y Rance lucha contra el protector tema de Minnie para que se ejecute la sentencia. La chica, gritando un irresistible Sol4, lanza su inconfundible motivo con ayuda de toda la orquesta para contrarrestar la demanda del Sheriff. El poder femenino acaba por detener el linchamiento, una vez más con la inestimable ayuda de Sonora.
LOS DESEOS DE MINNIE
El principal argumento de su petición de indulto es ella misma: esos hombres a los que a ella ha dado tanto no pueden negarle ahora la gracia. Su juventud, su vida, su hermosura, toda les fue entregada. Ahora ella les pide algo a cambio, sobre la música que acompañaba su vida en común, la música de la Polka. Y entonces Sonora, casi sollozando, confiesa lo que todos sabemos: que en realidad el crimen no es ser asesino o ladrón de oro... sino ladrón de corazones. Y, por ello, no pueden concederle la gracia.
EL PODER DEL AMOR
Comienza el maravilloso concertante con el que se logrará el indulto de Johnson. Una irresistible Minnie convence a los mineros sobre un ritmo ternario, lento, balancedo, casi de nana, casi maternal. Su discurso, basado en la redención del hombre y que ella misma les instruyó, está acompañado por una escogida instrumentación con un uso delicado de las cuerdas y las maderas, sensible, femenino, encantador. Sonora es, cómo no, el primero en caer bajo el hechizo de la muchacha y se une a su causa. Las iniciales reticencias del resto de mineros, que incluyen el qué dirán (una actitud muy masculina, no son una panda de cobardes
) van, poco a poco, cediendo, en un magistral crescendo musical marca de la casa, en el que resuenan la música del dúo de amor (ahora son los muchachos los que no pueden negar lo que sienten por la chica), y que culminá con un luminoso arpegio de la tónica de la resplandeciente tonalidad de Mi mayor. Es, sin lugar a duda, uno de los momentos más bellos de toda la ópera.
LA REDENCIÓN
La entrega de un agradecido Johnson a su amada se produce entre conmovedoras frases de las cuerdas y arpegiantes arpas. Los benevolentes muchachos, sabiendo lo que sigue, retoman la lastimera cantinela del primer acto, para la despedida de la pareja. Éstos les responden a octavas, sobre la misma melodía. Un último y doliente tutti (doble Si3/4 para los amantes) resume los sentimientos de todos los presentes (salvo Rance, totalmente fuera de juego). La pareja se aleja despidiéndose de California y los mineros se lamentan de la pérdida.
Y así concluye esta ópera tan atípica. La de las melodías americanas, la de los duetos italianos. La de los toques veristas, la de los desarrollos wagnerianos. La de los mineros que linchan, la de los mineros que se compadecen. La del sheriff implacable, la del sheriff miserable. La del galán bandido, la del galán redimido. La de la chica que enamora, la de la chica del oeste.
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THE (HAPPY) END </center>