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Diciembre: Britten. Genio y estilo.
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Autor:  El idiota [ 01 Dic 2004 12:32 ]
Asunto:  Diciembre: Britten. Genio y estilo.

Como Don O. A. ha pedido que se citen las fuentes, agradezco públicamente a MarttiT (el otro britteniano del foro) que me haya proporcionado este material y su colaboración en todo lo que concierne a Britten. todo el mérito es suyo y todo el demérito del resto de post es exclusivamente mío. :D

Ahí va:

Genio y estilo
Benjamin Britten, el caballero inglés

Por Pola Suárez Urtubey (Diciembre 2002)




Se cumplen veinticinco años de la muerte del compositor cuya obra supo ser reflejo de su época y de la realidad de su país


Imposible separar a Benjamin Britten, que murió el 4 de diciembre de 1976, hace exactamente un cuarto de siglo, del medio y de la época en que le tocó vivir. Porque de no haber nacido en el este de Inglaterra (frente al mar, en Lowestoft, en la región de Suffolk), de no haber llegado al mundo el 22 de noviembre (día de Santa Cecilia, la patrona de la música) de 1913 y de no haber estado signada su vida por el drama colectivo de la guerra, otro hubiera sido el sentido de su obra, de cada obra, de cada fragmento de partitura. "Soy antes que nada un artista -dijo- y como artista quiero servir a la comunidad y no escribir en el vacío. Como compositor considero muy valioso saber cómo los oyentes van a reaccionar frente a una creación mía."

Percy M. Young, autor de una biografía publicada en 1966, vale decir, en vida del músico, inicia su estudio con estas palabras, que sugieren mucho más de lo que dicen: "Britten is an Englishman". Y en esa condición residen justamente el sentido de toda su obra y el éxito entre sus compatriotas, no comparable con la de ningún otro compositor de música clásica de su país, pero también se asientan ahí la fama y la admiración que lo acompañan en el extranjero. Es que habiendo vivido entre creadores que alteraron el pulso del siglo XX, como Stravinsky o Schoenberg, Britten se mantuvo espontáneamente lejos de los influjos, y aun reconociendo que Mahler dejó huellas en su espíritu siguió siendo inglés hasta la médula. Refractario a todos los sistemas, genio libre y solitario.


Britten, navegando con el novelista Edward Morgan Forster (a la izquierda), en Aldeburgh, en 1949
Sus estudios tuvieron la regularidad del estudiante modelo, sin que su condición de "niño prodigio" lo haya desviado de un aprendizaje sistemático. Comenzó a estudiar piano y composición con maestros privados, hasta que, entre 1930 y 1934, se convirtió en discípulo de Arthur Benjamin y John Ireland en el prestigioso Colegio Real de Música de Londres. Siendo ya autor de decenas de obras, sintió que había llegado el momento de ganarse la vida con su profesión, razón que lo condujo a vincularse -providencialmente- con el cine documental, el teatro y la radio. El camino hacia la ópera quedaba abierto.

Fue en ese medio, además, donde anudó los primeros contactos con un núcleo de jóvenes poetas vanguardistas, influidos por el fermento político de la época, el del drama colectivo de la guerra civil española. El mayor influjo provino de Wystan Hugh Auden, que jugaría un importante papel en el desarrollo intelectual del compositor.

En el verano de 1939, tras el estallido de la guerra, Britten abandona Inglaterra y, siguiendo los pasos de Auden, parte rumbo a Estados Unidos, donde músico y escritor creían poder encontrar las condiciones propicias para la creación. Allí compone obras tan decisivas como la "Sinfonía da réquiem" y "Las iluminaciones", mientras comienza la creación de "Peter Grimes". Pero, castigada Inglaterra por las incursiones aéreas de los nazis, vuelve a su patria. Acababa de leer un artículo de una revista inglesa en el que se decía: "Pensar en Crabbe es pensar en Inglaterra". El solo nombre del poeta nacido dos siglos antes en Aldeburgh, a corta distancia de su pueblo natal, colmó a Britten de nostalgias, y su decisión quedó sellada de inmediato.

A partir de entonces -corría el año 1942- se afirma más que nunca en su sentimiento de nacionalidad. Exceptuado del servicio activo bélico a causa de sus declaradas convicciones pacifistas, colaboró con sus propios medios, presentándose como pianista por toda Inglaterra. En 1947 se radicó en Aldeburgh, en una casa frente al mar. De tal manera, la aldea del personaje de "Peter Grimes", que Britten habría de inmortalizar extrayéndolo del largo poema "The Borough", de George Crabbe, se convertía en su centro de operaciones. Allí creó con el cantante Peter Pears y con su libretista Eric Crozier el primer festival anual de la música inglesa y la English Opera Group, compañía dirigida por él mismo, donde se estrenaron, entre otras, varias de sus óperas. Cuando, en 1951, fue designado ciudadano honorario del pueblo de Lowestoft, Britten expresó con entusiasmo su entrañable cariño por la región de Suffolk y por Inglaterra entera. "Suffolk -dijo-, lugar natal e inspiración de Constable y Gainsborough, el más admirable de los pintores ingleses; patria de Crabbe, el más inglés de los poetas; Suffolk, con sus quebradas e íntimas campiñas, sus iglesias celestialmente góticas, grandes y pequeñas; sus pantanos, con esos salvajes pájaros marinos; sus grandes puertos y pequeñas aldeas pesqueras... Estoy firmemente enraizado en este glorioso país. Y me lo he demostrado a mí mismo, en una ocasión en que intenté vivir en otra parte."

Con todo, los efectos de la guerra seguían agobiándolo y Britten, comprometido de por vida con el dolor de sus semejantes, escribe uno de sus alegatos más profundos y conmovedores a través de "War réquiem" ("Réquiem de guerra"), estrenado en 1962.

Por muchas razones, "Peter Grimes" se ha convertido en la más significativa de las diecisiete óperas de Britten. Una de aquellas razones reside en la fascinante manera de describir el mar de Aldeburgh, un tema recurrente en la totalidad de su obra. Esto se advierte en el preludio a los diversos actos de la ópera y en los interludios que unen las diferentes escenas. Entonces la orquesta se agiganta para crear atmósferas e impresiones subjetivas: los momentos de clima calmo, el sol que juega sobre las olas, la tempestad que se desata sobre el mar y sobre los espíritus de los seres que habitan ese pueblo de pescadores, una calle desierta bajo un claro de luna o la niebla que arriba lentamente desde el mar y penetra en el alma de Peter Grimes, atrayéndolo funestamente hacia el suicidio.

Pero la temprana "Peter Grimes", estrenada en 1945 (su ultima ópera, "Muerte en Venecia", es de 1973), anticipa ya todo aquello que hace a la personalidad musical de este englishman : el excepcional manejo de la lengua, con lo que confirma que el inglés puede ser tan bellamente cantado como cualquiera de los habituales idiomas de la lírica; el profundo amor por las tradiciones literarias, teatrales y musicales inglesas; el carácter de sus melodías, pero también la fuerza sugestiva de las que se infiltran en su música, como las de tradición popular, o las creadas por la inspiración de sus predecesores, desde Purcell, en el siglo XVII , a las de Arne, Elgar o Vaughan Williams. Esto explica que Britten aparezca en el siglo XX como la suma de las mejores virtudes del alma y la creación musical inglesas, a las que añade, ya desde "Peter Grimes", una fastuosa y refinada orquestación. El timbre se le presenta como vehículo ideal para describir paisajes o para definir el patético destino de su protagonista, ese ser marginal que encarna, en el pensamiento del músico, la condena por las ideas preconcebidas, por los prejuicios, por la injusticia social.

También sugiere aquí lo que será dicho con mayor valentía seis años después, en "Billy Budd". Para esta ópera, inspirada en una novela del escritor estadounidense Herman Melville, Britten recurre exclusivamente a personajes masculinos. No hay mujeres en esta historia en la que el compositor clarifica las alusiones del escritor y lleva, lo más lejos posible dentro de su producción, la temática homosexual, que es la de su propia existencia. Porque, además, el personaje coprotagónico de la obra, el del capitán Vere, es creado para su amigo íntimo en la vida real, el tenor Peter Pears. Con un arte consumado, Britten logra crear el clima de ese drama ambiguo, donde las cosas no son dichas de frente, sino a través de las rupturas del ritmo y los contrastes del estilo. Suprimiendo a las mujeres, Britten viene a ofrecer la primera imagen en el mundo de la ópera, del ghetto masculino.
Golpe de audacia, pero también de genio.

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