En mi entorno, el remake de West Side Story realizado por Steven Spielberg ha despertado una admiración enorme y casi unánime, y se la tiene por una película fabulosa. No comparto tanto entusiasmo: esencialmente, el film de Spielberg me ha parecido un videoclip, o, mejor dicho, un ciclo temático de videoclips.
Eso sí, un videoclip de 10 (¡hecho por Spielberg, nada menos!), con números de una factura excelente y avasalladora: Gee Officer Krupkee y Cool, recolocadas argumentalmente y con resultados visuales fantásticos, un I feel pretty verdaderamente exuberante, America, una escalera de incendios peligrosa y que da vertigo en Tonight, etc. Spielberg, sin duda, monta secuencias y narra mediante la imagen de una forma maestra, María canta excelentemente y Anita baila aún más excelentemente, la pelea bebe del cine de acción mucho más que de los escenarios de un musical de los 50, y (quizá un poco anacrónicamente), hay más LGTBI y más feminismo (la novia de Riff diciéndole de todo a Anita pero inmediatamente protestando por su violación, sororidad ante todo). Dos horas y media que se pasan sin enterarse, y donde la sensacional partitura (y la, para mi gusto, menos sensacional lectura de Gustavo Dudamel, a pesar de sus buenas ideas como el crescendo dramático de Gee, Officer Krupkee! a lo Canción gitana de Carmen) impone su fuerza narrativa.
Pero la película tiene, a mi parecer, dos grandes problemas. En primer lugar, en mi opinión, cambia sustancialmente la tesis última de la obra, proponiendo otra con mucha más moralina (eso que en América llaman
woke): la película ya no trata de la capacidad destructiva del odio, cuyas consecuencias son padecidas especialmente por quienes se han negado a practicarlo, sino sobre Puerto Rico, la causa de cuyos migrantes el relato fílmico asume como propio. Y así, Spielberg sustituye el oscuro y desesperanzado "Todos somos malos" de Robert Wise por "el mundo es malo pero los portorriqueños no tanto porque lo tienen más difícil, y aún y todo, ponen mejor disposición", que, por lo visto, es el mensaje que, asolada por los conflictos raciales, USA necesita en 2022. Y así, un clásico como West Side Story se vuelve una mezcla híbrida, y en el fondo, muy ingenua, entre Mariah Carey y La cabaña del Tío Tom.
Y en segundo lugar, creo que se trata de una película mucho más "bonita" de ver que su antecesora de 1961, pero también mucho más inofensiva. El clásico de Robert Wise encaró muchas dificultades: la moral de la época, los códigos cinematográficos que no permitían frases malsonantes en pantalla, el inevitable seguidismo de la producción teatral (el coreógrafo Jerome Robbins lo fue tanto del estreno escénico como de la versión filmada) y algunos excesos ingenuos que han envejecido mal (a mí, en particular, la escena de la pelea y el monólogo final de Natalie Wood no me convencieron nunca), y sin embargo, West Side Story 1961 se alzó como una obra maestra capaz de plasmar la negritud de los conflictos que trataba dotando al género cinematográfico alegórico por excelencia, el musical (tres años antes habían dado el Oscar a la mejor película a Gigi, y The sound of music, My fair lady y Oliver! aún estaban por venir), de un realismo descarnado que no necesitaba del efectismo para conmover. El América original levantaba de la butaca; este es tan deslumbrante como superficial. Y momentos como Action encarándose a Doc porque los viejos nunca habéis tenido nuestra edad, A-Rab escondiendo que Baby John ha llorado, el intento de violación de Anita o Doc pegando a Tony para hacerse escuchar aquí no tienen equivalentes ni remotamente parecidos en fuerza cinematográfica.
Por ello, considero que es posible que West Side Story 2021 sea una película muy honesta y necesaria en términos de lucha por la igualdad y, desde luego, ganará muchísimos Oscar porque dice lo que Hollywood considera que hay que decir ahora y porque tiene una factura técnica impecable, pero cine lo que se dice CINE, de eso de salir con el corazón encogido por las vivencias y las emociones de los personajes que se acaban de ver, yo vi muy poquito.
(Insisto, con todo, en lo minoritario de mi opinión; cuando una de las personas que fue conmigo al cine a la salida dijo "Hay que decirle a Spielberg que hay un clásico de los 80 llamado E.T., y que estaría muy bien que él lo versionara", confieso que me reí muchísimo, pero que fui el único).
6/10