Todos sabemos qué pasó con la música tras la llegada al poder del nazismo en Alemania. La mayoría de la vanguardia musical quedó censurada o prohibida, en favor de autores más "alemanes", como los clásicos Brahms, Beethoven, Mozart, Wagner o Bruckner, o los ancianos Strauss, Schmidt y Pfitzner. El nuevo escenario musical fue ocupado por músicos "alemanes", que hasta entonces habían ocupado, en su mayoría, un segundo orden. Así, a los Mahler, Webern, Berg, Schönberg o Stravinsky fueron sustituidos por Carl Orff, Paul Graener, Otto Besch, Ernst Pepping, Heinz Schubert, Paul Höffer, entre otros. ¿A qué autores querían los nazis en sus salas de conciertos? Es lo que quiero experimentar. Todos sabemos que una de las más grandes creaciones de este abyecto periodo fue la Carmina Burana de Orff, una de las más grandes y sobre todo más populares obras sinfónico-corales del siglo XX. Y sin embargo, los autores que componían música "aria" son un pequeño universo por descubrir. En su mayoría se trata de bellas obras posrománticas, de estilo rimbombante y herederas de Wagner, el dios de la música alemana en ese momento. En este punto del siglo XX, este estilo musical no podría hacer más que sumar pero nunca innovar, ya que no había más evolución posible en una época donde el neoclasicismo, el serialismo, entre otros, constituían una efervescencia artística que en Alemania se había detenido. Todo esto me llevó al artículo alemán en Wikipedia "Musik im nationalsozialismus", donde encontré una pequeña lista de obras principales estrenadas en este período.
Entre ellas, se encontraba una cantata llamada "Ewiger Wald", de Wolfgang Zeller, que resultó ser la música de una película documental de 1936 del mismo nombre, dirigida por Hanns Springer, y que está disponible en Internet Archive. El cine era otra víctima del nazismo, y a partir de su llegada al poder, proliferaron cientos de películas propagandísticas para difundir los valores nacionalsocialistas en el público. La película fue encargada por la Liga Militante para la el Cultura Alemana, del pedante Alfred Rosenberg, autor del infame e infumable hasta para los nazis, "El mito del siglo XX". De lo que se trataba era de difundir su mensaje neopagano, y claramente anticristiano, en el que el protagonista era el bosque alemán (en una campaña también ecologista, pero a la manera nazi) y las tribus puras que los habitaban, amenazados primero por el Imperio Romano, luego por la Iglesia y finalmente por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial. La película empieza prometedora, con una bella música y coros, acompañando diversas imágenes de los bosques alemanes en blanco y negro. Los textos cantados son del nazi Carl Holzapfel, cuyos hijos formaron parte de la resistencia al régimen y él pagó las consecuencias. La música del principio, se parece al verismo alemán de un Korngold o un D'Albert, con unos coros solemnes que quieren parecerse al Requiem Alemán de Brahms. Pero lo que parecía una bella película artística, pronto empieza a arruinarse, con una voz declamada trágicamente, empezando a hablar de lo sagrado del bosque, y desde este momento la película muestra diferentes estados de la historia alemana, donde muestra la lucha de los germanos contra los romanos, piras funerarias, luego una sublevación de campesinos contra señores feudales, y así hasta la Primera Guerra Mundial. Aquí la música ya se convierte en mero acompañamiento de lo que además son unas pésimas actuaciones, más propias de una mala película muda. En este punto, una breve secuencia en la que se ve un grupo de caballeros está acompañada de un paisaje de trompas que recuerda a la Cuarta Sinfonía de Bruckner. En la parte medieval se ven unas escenas de trovador, a la que pone voz el barítono Wilhelm Strienz, quien grabó mucho para los nazis. Pero el último momento inspirado es cuando se muestra el bosque lleno de cruces de tumbas de los caídos en la Gran Guerra, con una música melancólica. Y a continuación viene la parte más desagradable, en la que se ve como los aliados talan los árboles y soldados negros vigilan. Entonces una voz, con auténtico odio, habla de una nación destruida y degenerada, ocupada por una raza extranjera. Que el pueblo resistirá y defenderá su sagrado bosque cortando las raíces enfermas y de la raza extranjera. Finalmente la película termina con imágenes bucólicas, de campesinos bailando en su aldea, y un apoteósico desfile nazi en Berlín celebrando el 1 de mayo, para terminar la película con un árbol de mayo decorado con cruces gamadas.
Al final, la sensación que tuve al ver esto fue la de "¡Vaya mierda!", porque aún siendo consciente de que es una película propagandística de algo que aborrezco con todo mi ser, iba buscando una película artística con una bonita música de fondo. Y he terminado por ver una película plúmbea, incoherente, con malas actuaciones e incapaz de despertar nada ni al más atroz de los nazis. No me extraña que no tuviera mucho éxito de público y al final se quedara en los archivos de la Kraft durch Freude. Quizá por ello, quién sabe si Goebbels no se aplicó más y por ello la infame "El Judío Süss" de 1940 tuvo más éxito en plantar la semilla del odio en el público alemán.
Por eso, esta mañana he tenido que "desintoxicarme" descubriendo las simpáticas tres sinfonías de Ernst Pepping, compuestas también durante esta nefaria época.