6. Un libro refrescante
(Nota: no pongo un 6 por un extraño y obsceno fetichismo aritmético - aunque eso también, desde luego - sino porque éste es el sexto libro de una serie de diez libros que se me ocurrió que podría recomendar como lecturas veraniegas) El Viaje del Señor Perrichon, de Labiche.
Como se me estaba secando el pozo de las ideas, recurro a un viejo favorito mío.
Ya se sabe que leer teatro exige una disposición especial por parte del lector, como leer poesía, ensayo o un libro de Javier Marías (en este caso, disposición al masoquismo). Pero es cuestión de acostumbrarse. Y, la verdad, la inmensa mayoría de la escritura dramática que en el mundo ha sido o la lees por tu cuenta, renunciando a verla en teatro, o nunca la llegarás a conocer.
Pero este libro es tan divertido (y breve) que a lo único que hay que estar dispuesto es a afrontar el riesgo de contraer una adicción irremediable a la obra de Labiche.
Yo descubrí a Labiche cuando me enteré (creo que al leer Los Baroja) de que era uno de los autores favoritos de don Pío Baroja y de su sobrino don Pío Caro. Lo busqué enseguida y sólo lo conseguí en francés, en esos gruesos tomos amarillos, bastante caros, de Classiques Garnier. Afortunadamente, yo era en esa época lo más aproximado que se puede ser en Madrid a un nabab, y llevaba vida de virrey indio (es decir, vivía con mis padres) y me los pude permitir.
Labiche escribió comedia ligera y sin pretensiones
(al revés que el pesado de Puccini con su horrenda Fanciulla; este es un ejemplo de intertextualidad forera) para los escenarios de la alegre y despreocupada Francia anterior al desastre de Sedán y la sólo marginalmente menos alegre y despreocupada Francia posterior al desastre de Sedán. Pero su mejor obra la escribió antes de Sedán, la verdad.
Sus primeras obritas son meros sketches humorísticos del tipo de los que se pueden ver hoy en día en todas las teles del mundo; como los de los programas de Moreno, pero bien escritos. Sus obras se fueron haciendo más largas, y el laberinto de malentendidos en el que se enredaban sus criaturas más elaborado. También se hizo algo más rico el dibujo psicológico sencillo, pero convincente y, a veces, conmovedor, de los personajes. El diálogo siempre fue de una perfección mozartiana.
Le Voyage de monsieur Perrichon se estrenó en 1860, unos diez años después de la que se suele considerar su obra maestra, el Sombrero de Paja de Italia.
El señor Perrichon es un típico burgués que ha vendido su negocio de carrossier (que el afrancesado Ulysses nos diga lo que es eso) para vivir de las rentas (en un anticipo decimonónico de la jubilación anticipada). Para celebrar su recién adquirida riqueza, se lleva a la familia de viaje a Chamonix
(de ahí lo de una lectura refrescante; no si tampoco me chupo tanto el dedo, no crean). Su muy aparente (y futuramente bienheredante) hija recibe las atenciones de dos jóvenes pretendientes.
Durante una excursión al mar de Glace, uno de los pretendientes de la hija - Armand- salva la vida de Perrichon. Armand se las promete muy felices porque, con ese gesto heroico, cree haberse ganado la mano de la nena. Para su sorpresa, Perrichon, humillado tanto por su situación desairada de víctima torpísima como por el hecho de que apenas puede simular sentir la gratitud que la sociedad espera que otorgue al salvador de su pellejo, empieza a odiar a Armand. El otro pretendiente - Daniel - al percibir la insondable vanidad en la que se sume (más que se apoya) el carácter de Perrichon, tiene una idea brillante: se deja salvar por él.
En otro divertido episodio (si creen que Labiche se conformaba con una sola línea argumental son ustedes unos ilusos de tomo y lomo), el pobre Perrichon se ve encarado a un duelo con un militar por causa de una falta de ortografía:
LE COMMANDANT, s’asseyant.
Je n’en sais rien encore… Permettez-moi d’abord de vous adresser une question : Est-ce vous qui avez fait, il y a un mois, un voyage à la mer de Glace ?
PERRICHON
Oui, monsieur, c’est moi-même ! je crois avoir le droit de m’en vanter !
LE COMMANDANT
Alors, c’est vous qui avez écrit sur le registre des voyageurs : « Le Commandant est un paltoquet. »
PERRICHON
Comment ! vous êtes… ?
LE COMMANDANT
Oui, monsieur… c’est moi !
PERRICHON
Enchanté !
Ils se font plusieurs petits saluts.
DANIEL, à part, en descendant.
Diable ! l’horizon s’obscurcit !…
LE COMMANDANT
Monsieur, je ne suis ni querelleur ni ferrailleur, mais je n’aime pas à laisser traîner sur les livres d’auberge de pareilles appréciations à côté de mon nom…
PERRICHON
Mais vous avez écrit le premier une note… plus que vive !
LE COMMANDANT
Moi ? je me suis borné à constater que mer de Glace ne prenait pas d’e à la fin : voyez le dictionnaire…
PERRICHON
Eh ! monsieur, vous n’êtes pas chargé de corriger mes… prétendues fautes d’orthographe ! De quoi vous mêlez-vous ?
Ils se lèvent.
LE COMMANDANT
Pardon !… pour moi, la langue française est une compatriote aimée… une dame de bonne maison, élégante, mais un peu cruelle… vous le savez mieux que personne.No sigo, porque tampoco se trata de meterles ahora toda la obra por el gañote, así sin lubricación ni nada. Y en un idioma bárbaro.
Se ha convertido en una de las joyas de la comedia francesa. Como es de rigor, a la crítica del estreno le pareció una obra buena, pero no especialmente distinguida, del autor.
Hace unos meses se encontraba en youtube una versión de la Comédie-Française que estaba bastante bien. Ahora sólo encuentro el trailer de un dvd, pero quién sabe si volverá a aparecer la versión completa en youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=K_rNjr9PrX0