Gracias, Baldassare. Erudición, la justita, sin embargo
; es que me llamó la atención la paráfrasis de Safo en el poema de Byron (porque una nota a pie de página me la aclaró) y me puse a leerla.
Un poema de simbolismo muy claro de Hofmannsthal, que nunca dejó de ser un poeta joven, por propia elección (la versión española es un poco apresurada, perdón). Los últimos versos son curiosamente evocadores.
ERLEBNIS
Mit silbergrauem Dufte war das Tal
Der Dämmerung erfüllt, wie wenn der Mond
Durch Wolken sickert. Doch es war nicht Nacht.
Mit silbergrauem Duft des dunklen Tales
Verschwammen meine dämmernden Gedanken,
Und still versank ich in dem webenden,
Durchsichtgen Meere und verließ das Leben.
Wie wunderbare Blumen waren da
Mit Kelchen dunkelglühend! Pflanzendickicht,
Durch das ein gelbrot Licht wie von Topasen
In warmen Strömen drang und glomm. Das Ganze
War angefüllt mit einem tiefen Schwellen
Schwermütiger Musik. Und dieses wußt ich,
Obgleich ichs nicht begreife, doch ich wußt es:
Das ist der Tod. Der ist Musik geworden,
Gewaltig sehnend, süß und dunkelglühend,
Verwandt der tiefsten Schwermut.
Aber seltsam!
Ein namenloses Heimweh weinte lautlos
In meiner Seele nach dem Leben, weinte,
Wie einer weint, wenn er auf großem Seeschiff
Mit gelben Riesensegeln gegen Abend
Auf dunkelblauem Wasser an der Stadt,
Der Vaterstadt, vorüberfährt. Da sieht er
Die Gassen, hört die Brunnen rauschen, riecht
Den Duft der Fliederbüsche, sieht sich selber,
Ein Kind, am Ufer stehn, mit Kindesaugen,
Die ängstlich sind und weinen wollen, sieht
Durchs offne Fenster Licht in seinem Zimmer -
Das große Seeschiff aber trägt ihn weiter
Auf dunkelblauem Wasser lautlos gleitend
Mit gelben fremdgeformten Riesensegeln.
VIVENCIA
El valle al atardecer se llenó
de un perfume gris de plata, como cuando
la luna se filtra entre las nubes. Pero no era de noche.
El perfume gris de plata en el valle oscuro
empañó mis pensamientos crepusculares,
y me hundí callado en la transparencia
del agitado mar, y abandoné la vida.
Qué portento de flores allí había,
en el fulgor oscuro de sus cálices. Espesura
atravesada por cálidas corrientes
en las que brilla una luz amarilla y roja
como de topacios. Todo lo cubría una honda
marea de música melancólica. Y yo sabía,
aun sin entenderlo, lo sabía:
era la muerte. En música mudada,
de anhelo atravesada, dulce de brillo oscuro,
afín a la más honda melancolía.
Y, cosa extraña,
una añoranza sin nombre de la vida
lloraba silenciosa en mi alma, lloraba como quien,
a bordo de un gran navío de gigantescas velas amarillas,
al anochecer, sobre el agua azul oscura,
costea la ciudad, que es la ciudad de sus padres.
Y mira las callejuelas, oye el hervor de las fuentes,
huele el aroma de las lilas, y se ve a sí mismo,
de niño, frente a la orilla, con ojos de niño,
asustados, a punto de llorar, y ve luz en su cuarto,
tras la ventana abierta, pero el gran navío le aleja,
deslizándose en silencio sobre aguas oscuras,
con sus gigantescas velas, amarillas, de forma extraña.