Presente o ausente de la escena, Wotan es, sin duda, el personaje central de la Tetralogía wagneriana, aquél cuya personalidad domina toda la obra. Poderoso e inspirado, el dios supremo de la mitología escandinava sirvió de modelo al autor de El anillo del nibelungo.
Por cierto, en aquel tiempo las sagas nórdicas estaban de moda, y los escritores románticos alemanes se mostraban fascinados por esas antiguas leyendas tomadas de un fondo ancestral. Sin embargo, es Wagner quien verdaderamente les ha devuelto la vida. Cada vez que hoy se habla de Wotan, de Sigfrido o de Brunilda se piensa en Wagner, y no en los antiguos mitos, perdidos en la noche de los tiempos.
De todos modos, resulta interesante investigar el contenido original de los poemas que inspiraron al maestro de Bayreuth, para conocer quién era Wotan antes de ser transformado por Wagner. Ante todo, Wotan es el nombre del dios escandinavo Odín, y es precisamente de la mitología escandinava que Wagner tomó lo esencial de su obra.

El sacrificio
La profundidad del personaje se manifiesta en una de las más célebres aventuras del dios nórdico: aquella que relata la pérdida de un ojo ante el gigante Mimir. En la segunda escena de El oro del Rin, Wotan intenta demostrar a su esposa Fricka el sacrificio que ha hecho por ella: “Para ganarte como esposa, arriesgué uno de mis ojos”.
En otro episodio del mito, Odín se autosacrifica en el Árbol del Mundo para adquirir la sabiduría absoluta. Esta “pasión de Wotan” (más de una vez se ha señalado la correspondencia entre el Árbol de la Sabiduría, presente también en el budismo, y la representación de la cruz en la iconografía cristiana)* tiene lugar en el árbol Yggdrasil, el fresno del mundo de cuyas ramas Wotan, según Wagner, creó su lanza. Es el árbol legendario de la mitología nórdica, cuyas ramas se encuentran en el cielo, el tronco en la tierra y las raíces en el mundo subterráneo. El árbol representa los tres “reinos” del cosmos: cielo, tierra e infierno; y obtiene su fuerza siempre renaciente de la fuente de Urd, fuente de la juventud en la que brotan las aguas de la inmortalidad. Las Nornas, Parcas de la tradición escandinava, la custodian, y aparecen en El anillo del nibelungo explicando el destino del universo.
En el prólogo a El ocaso de los dioses, la Primera Norna, al relatar la historia “pre-Tetralogía” de Wotan, narra que “un dios lleno de atrevimiento se acercó a beber de la fuente y dejó su ojo como eterno pago”. En el espíritu de Wagner, el sacrificio de Wotan de uno de sus ojos parece tener como causa su sed de poder. Deseaba beber de la fuente de la sabiduría para apropiarse del saber y obbtener el poder supremo. Para el dramaturgo, parece haber una distorción del sentido de la noción de sabiduría hacia la noción de dominación. En su tesis La dinámica del mal en “El anillo del nibelungo”, Marcel Doisy escribe que “Wotan sintió crecer dentro de sí el deseo de poder. Para beber de la fuente de la sabiduría que brota a los pies de Yggdrasil, para conquistar la supremacía del universo y para desposar a la diosa Fricka, que simboliza la inmutabilidad de las leyes que aseguran la continuidad del poder, Wotan sacrificó uno de sus ojos”. Wagner escribió que Wotan “se parece a nosotros cuando se equivoca”. Para Doisy, en Wotan, Wagner “sintetizó el nudo mismo de las contradicciones en que se encuentra la naturaleza humana: no es solamente un hombre, es el hombre”. El hombre apasionado, ávido de poder, astuto, mentiroso, para quien el conocimiento no conduce a la sabiduría sino a la dominación; el hombre capaz también de amar, puesto que Wotan ama a Sigmundo, Sigfrido y Brunilda con un amor muy humano; el hombre, en fin, dotado de la inteligencia necesaria para concebir la necesidad de renunciamiento... para comprender la filosofía de Schopenhauer.

Visión y clarividencia
Doisy escribe que, “al sacrificar uno de sus ojos, Wotan redujo la luz de su conciencia”. Probablemente tenga razón, si se considera la interpretación wagneriana del mito. Pero es posible descubrir un sentido diametralmente opuesto a este episodio central de la vida del dios, si nos remitimos a su versión original.
La segunda raíz del fresno Yggdrasil se hunde en la región de los gigantes. Allí, brota la fuente maravillosa, custodiada por Mimir desde sus orígenes. Es la fuente de la sabiduría. Su agua es tan preciosa que, para poder beber de ella, el dios Odín acepta perder un ojo. En la Völuspa, fragmento modificado de la Edda poética, una vidente exclama: “Sé muy bien, Odín, dónde has perdido tu ojo: en el pozo de Mimir, magnífico entre todos”. El propio nombre de Mimir es evocativo: su etimología remite a un símbolo de las funciones intelectuales: la actividad del espíritu, el esfuerzo de la inteligencia, el ir y venir del pensamiento.
Para beber de la fuente de la sabiduría, entonces, Odín pierde uno de sus ojos. ¿Cuál es la significación mítica de esa pérdida? Existen numerosas leyendas indoeuropeas en las que el todopoderoso es tuerto. Gilbert Durand recuerda que el sacrificio de un ojo reaparece en las leyendas hindúes como medio de asegurar la visión de lo mágico. También es posible citar la figura de Tiresias, célebre profeta de la mitología griega, cuya ceguera fue causada por Hera y al que Zeus, en compensación, otorgó el don de la profecía. Podemos entonces constatar una extraña asociación entre la pérdida parcial o total de la vista y la acentuación de la clarividencia... El sacrificio de un ojo parece ser un medio de reforzar la visión mágica y la extrema valorización intelectual y moral del órgano visual, que entraña su oblación para que el órgano material se sublime y una segunda visión, equiparable a la versión platónica de esta imagen, reemplace la visión común. El sacrificio del ojo es la sobredeterminación de la visión en clarividencia. ¿No es este el caso del dios nórdico? Al ofrecerle un ojo a Mimir, Odín reemplazó la oscura luz del día por el resplandor de lo que Novalis llamaba “la inefable, la santa, la maravillosa noche”. La pérdida de su ojo le confiere la luz, a tal punto que, gracias al sacrificio, el dios del mito se transforma en vidente/profeta. Es autorizado por Mimir a beber de la fuente sagrada y a adquirir la sabiduría: pero no es un saber destinado a aumentar el poder, como es el caso de Wotan en el Anillo, sino a adquirir el conocimiento intemporal.
El ojo que Wotan perdió le es devuelto, transformado en el ojo de la visión interior que Platón llama “el ojo del alma”. Ojo cerrado, perdido, dispuesto hacia el interior, clausurado a lo visible y abierto a la contemplación de aquello que los otros no pueden ver. El ojo muerto es la condición y el signo de la visión sobrenatural de Odín. Recordemos que la tradición representa al dios con dos cuervos posados sobre sus hombros. Los cuervos se llaman Huginn y Munnin, cuya etimología nos remite a las nociones de espíritu y memoria. Todas las mañanas, los cuervos recorren el universo y vuelven a Odín para comunicarle lo que han visto y oído.
Los cuervos de Wotan son su prolongación, constituyen de alguna manera la “sabiduría” encarnada del dios tuerto. Los romanos no se engañaron al asimilar a Odín al Hermes griego y no, como podría haberse creído, a Zeus. Es Hermes, precisamente, el dios del espíritu, de los misterios, de la iniciación, de la adivinación, viajero incesante como Odín, el que asegura el pasaje entre los mundos infernales, terrestres y celestes. Como curiosa identificación entre las dos divinidades tenemos los nombres de los días de la semana: Mercurio, nomenclatura romana para el griego Hermes, da nombre al día miércoles, que en la lista germánica es llamado Wodanesdag y en inglés Wednesday, “el día de Wotan”...

Crepúsculo
Este dios profeta, iniciado en los misterios, no es sin embargo un “dios eterno”. Odín es un dios trágico, embarcado en una aventura temporal. ¿Pero es posible un dios atrapado en el tiempo? El dios tuerto corre hacia su destino trágico: va a morir, y con él todos los dioses; el suntuoso Valhalla se consumirá en una catástrofe ineluctable. ¿El destino es superior a los dioses?
El prólogo de la última jornada del Anillo muestra a las tres nornas “tejiendo entre las sombras el destino de los humanos”. Y lo que predicen es la destrucción del fresno del mundo y “el fin de los dioses eternos”. La profecía se realizará: Wotan sucumbirá, junto a los demás dioses, entre las ruinas del Valhalla en llamas. Apocalipsis supremo, y supremo castigo. El dios perecerá a causa de su falta. Por su avidez, por su sed de poder, ha roto el orden natural de las cosas. La maldición del oro, arrancado de su lugar natural, robado a las hijas del Rin, sellará el destino de los dioses.

Cada vez son más los wagnerianos (afortunadamente, creo )
Il Frate

Hola Zampano, bienvenido, menudo principio!!!

Eres amigo de Simón? Lo digo por lo de Mendoza......

Bienvenido también...amigo no sé, pero el mensaje es "cortito" como los de Simon B.

Enhorabuena por el artículo, que lo leere con más calma por su hubiera algo que aportar. Por cierto, leí hace años que Wagner sopesó titular "Wotan" la tetralogía.