Una sorprendente crítica, elogiosas a más no poder sobre el disco de Rubini por un gran entendido de la ópera.
¿Será posible que existan mayores seguidores de Flórez que yo?
Bueno, aquí os la dejo.
Fué publicada en mundoclásico.
En la primera mitad del siglo XIX, precisamente cuando el belcanto alcanzaba su cumbre, Giovanni Battista Rubini fue uno de los mayores tenores, si no “el” tenor absoluto de este estilo lírico. En una época en la que la escena estaba dominada de manera casi exclusiva por grandiosas divas como María Malibrán, Giuditta Grisi o Giuditta Pasta, y en la que los cantantes varones eran a menudo relegados al papel de caballeros acompañantes de sopranos y mezzos, Giovanni Battista Rubini alcanzó una celebridad no menor que la de sus compañeras artísticas, y prácticamente no tuvo ningún rival que pudiera competir con él. En este disco Juan Diego Flórez rinde homenaje a Rubini presentando una serie de arias de Bellini y Donizetti escritas expresamente para el gran tenor lombardo, a las que se añaden otras de Rossini que, si bien el compositor no dedicó a este cantante, sí formaron parte de su repertorio.
Gracias a la cercanía cronológica de todas las obras, la primera virtud de esta grabación es su consecuente unidad estilística, algo que en muchas otras colecciones de arias (en las que llegan a mezclarse compositores tan dispares como Mozart y Puccini) se echa lamentablemente de menos. El hecho de que estas piezas hayan formado parte del repertorio de un mismo intérprete, hace del disco un documento de interés histórico, pues permite hacerse una idea tanto de las características de la voz de Rubini, como de lo que de él esperaba el público de su tiempo y de lo que creaban, cada uno a su manera, los tres mayores compositores del belcanto ochocentista para satisfacer a cantantes y oyentes. Otro aliciente es lo infrecuente en teatros y salas de concierto de algunas de las piezas del disco. Junto a arias de óperas tan conocidas como Guglielmo Tell, Elisabetta regina d’Inghilterra o Il turco in Italia, de Rossini, hallamos otras de obras bastante menos frecuentes, como La donna del lago, del mismo compositor, Il pirata, de Bellini, Marino Faliero de Donizetti y, verdadera rareza, la belliniana Bianca e Fernando.
Con esta grabación Flórez se sitúa entre los mejores intérpretes del belcanto no sólo contemporáneos, sino también, muy probablemente, de un ámbito histórico más amplio. El disco que comentamos puede compararse con algunos de los mejores registros de grandes tenores líricos como Alfredo Kraus o Fritz Wunderlich. A ello contribuye, sin ninguna duda, el sensible acompañamiento de Roberto Abbado, al frente de la Orquesta Nacional y Coro de la Academia de Santa Cecilia de Roma.
La voz de Flórez surge a un tiempo incisiva y redonda, brillante en el timbre y, sobre todo, natural y sin amaneramientos ni artificios. Un generoso fiato y una técnica irreprochabele le permiten hacer frente con igual soltura tanto a dilatados legati como a acrobáticas coloraturas. La misma facilidad se advierte en la comodidad con que se mueve por toda su tesitura. La línea de canto es de extraordinaria elegancia, fluidísima, eminentemente lírica, pero sin blanduras, con un pulso y una tensión bien sostenidos que se manifiestan en acentos vigorosos y nunca inoportunos. La expresión de los afectos, fundamentada en una dinámica exquisitamente matizada, es intensa, noble y sin concesiones a la sensiblería. Unida a la belleza natural de la voz, su expresividad hace que hasta los recitativos introductorios, que en otros intérpretes pueden resultar tan aburridos, sean una delicia. Flórez no elude los efectos de bravura cuando son necesarios, pero los aborda con sobriedad y buen gusto, sin traicionar nunca a la musicalidad pura.
En definitiva, estamos ante una grabación que no solamente da testimonio de una voz excepcionalmente hermosa, sino también de una manera inteligente de hacer música; tanto en este aspecto como en su gran sensibilidad estética, Flórez, como ningún otro cantante actual, recuerda a Kraus. Nunca sabremos cómo sonaron verdaderamente estas arias en la voz de Rubini; esta grabación nos hace sospechar que, mejor que en la de Flórez, difícilmente.
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