Muchas veces hemos debatido ya en el foro sobre las puestas en escena. Creo que lo que se debatía hace 15 años sobre la libertad artística del director de escena está ampliamente superado. Por supuesto debe existir libertad artística.
No creo que ya nadie pueda esperar una puesta en escena literal, porque hacer así entre otras cosas una ópera de época es muy caro. El dinero es una variable que nunca hay que dejar de lado. Un vestuario de época que no produzca risa está al alcance de pocos teatros. Mucho más barato las gabardinas. Un señor en gabardina con un maletín, es algo muy común en una producción de este siglo. Y en los últimos años en vez de maletín, hablando por un móvil. Y el director de escena quiere que el dinero, que hoy está escaso, se remunere en ideas y concepto, no en pelucas. Lo digo con tono irónico pero a la vez realista.
Una producción de época hoy en día, si se produce, será muy probablemente de corte minimalista, para ahorrar elementos de escenografía. Me costaría trabajo pensar que se podría hacer un Don Carlo hoy con el vestuario de Hugo de Ana, carísimo pero absolutamente maravilloso. Pero si se hace algo parecido, poco más se podría presupuestar.
Mi postura siempre ha sido la misma, diferencias en producciones clásicas o modernas no tienen sentido, hay que hacer la distinción entre buenas y malas, que creo que es un poco la idea también de JGG con el que estoy de acuerdo. Y al final es una cuestión de gustos y de dónde tiene uno puestas esas fronteras que no se pueden traspasar, y que sin darnos cuenta todos estamos moviendo, normalmente ampliando espacio hacia una mayor libertad artística.
A finales del siglo XIX en el Real se montó una buena porque en una traviata Alfredo llevaba capa en el segundo acto, acto que se desarrolla en el libreto en primavera. Hoy en día para todos sería una exageración alterarse por eso, sobre todo porque con el cambio climático te puede nevar el 28 de mayo.
Al mismo tiempo en Bayreuth Appia salía de las representaciones de Bayreuth pensando que esas puestas naturalistas para Wagner eran completamente contraproducentes, y empezó a escribir sus tratados que luego fueron llevados a la práctica por Wieland Wagner con excelentes resultados.
Queda claro por tanto que lo importante en un director de escena, es su talento, su conocimiento de la obra, su conocimiento musical, puede salir una buena producción sin algunos de estos requisitos anteriores, pero las probabilidades aumentan si se cuenta con todos ellos. Y más importante es todavía contar con estas capacidades si lo que se quiere es crear vanguardia. Soy fanático de las puestas de escena rompedoras, pero si de 20 que veo me gusta una, es una buena media.
Aquí por supuesto entran en juego los gustos personales. Para empezar no es lo mismo una obra como Andrea Chenier de alto componente histórico que una obra como Parsifal de alto componente simbólico y conceptual. Para las obras de este segundo tipo sí me gusta que el director de escena arriesgue, si es posible con conocimiento de causa. Y sí pido o me gusta, lo que llamo yo fidelidad al autor y a la esencia de la obra, muy distinto a la literalidad, porque en la fidelidad que yo acepto, me puede parecer adecuada un acercamiento contradictorio a indicaciones del libreto pero que ya sea por simbolismo o abstracción, manifiesten una intención de acudir al espíritu de la obra. Esto por supuesto tiene muchísimos grados de subjetividad, como si describimos las sensaciones al contemplar un cuadro abstracto.
Dice Tunner
Ahí está la figura de Alban Berg, compositor genio del siglo XX, que dejó clarísimo y de forma expresa en sus dos óperas compuestas, que ningún director de escena alterara nada, ni una coma, de sus obras. Lo mismo anhela todo autor.Esto objetivamente se puede decir que es falso. No todos los autores se expresan así. Más bien nos cuesta encontrar otras opiniones tan tajantes al respecto. En cambio entre los compositores actuales que ven estrenar su obra, cosa difícil, y reponerla en otro teatro con otra producción, ya vamos reduciendo el número drásticamente, hay opiniones y manifestaciones contrarias. Por ejemplo Philip Glass lo que dice es que cuando se estrena una ópera compuesta por él, nace, y a partir de ahí tiene su propia vida, sobre todo escénicamente y a niveles de percepción.
Como todo en el arte, hay opiniones para todos los gustos.