En Viena últimamente pasan cosas " raras ".

El maestro Domingo no sé si hizo lo que hay en muchas grabaciones antiguas, donde la muerte del marqués también se cortaba internamente, Aquí el tema de la edad ayudó, lo que en aquellos tiempos era supongo que por cortar minutos.

Pero acabo de repasar la grabación y no detecté ningún corte apreciable.

Que el comentario sea irónico de que cantó solo la mitad de la muerte, porque todo lo hizo más hablado que cantado, esa es otra historia, pero dirán que fue un matiz interpretativo.

De Furlanetto, hubo amago de gallo en el cierre de la ópera y mejor cortó, para dejar sola a la soprano.

Tiene que haber sido un Posa muy juvenil y , sobre todo, elegantemente "legateado"

Y tan juvenil. Un Posa más viejo que el propio Felipe II. Lo alucinante es esa ovación enfervorizada que recibió después del "Per me giunto" (aunque yo creo que la peña quería darle tiempo a que recobrara el aliento antes de estirar la pata). Y no, no me suena a justificación alguna que no cantara (ejem) el "Carlo, ascolta" completo, porque si bien las dos partes parecen iguales, en realidad no lo son. Pero bueno, ya entrados en despropósitos...

Hoy en clásicos de ayer y de hoy. Dificilmente se puede imaginar uno una voz más radiantemente straussiana que la de Elisabeth Schwarzkopf. Que sí, que vale, que Lisa della Casa.

En definición del mismo compositor estamos ante una ópera estadounidense u ópera para Broadway y he de reconocer que me ha sorprendido un poco la enjundia de la obra. Si se me permite el paralelismo, estamos ante un Porgy and Bess de blancos, aunque con la difrencia que mientras Gershwin miraba al jazz Weill mira al musical. En Street Scene se retrata con fidelidad la vida cotidiana de una calle de una barrio humilde de una ciudad norteamericana, donde se viven alegrías y tristezas, miserias humanas, donde cohabitan personajes brutos y agradables, personajes que provienen de muchos sitios distintos, con acentos distintos,... es decir, una especie de miscelanea cultural que trata de reflejar Weill en estas escenas callejeras.

Casi coincidirá en el tiempo el próximo mes de mayo con Die Soldaten y pasar dos fines de semana seguidos por Madrid parece difícil pero habrá que intentarlo.

La versión de Jessye Norman tampoco está para echar en saco roto.

Está muy interesante la obra. Y esta puesta en escena, completamente naturalista, le da bastante vidilla a la cosa.

Sensacional desmentido a los apriorismos que los aficionados tendemos a construir en torno a la interpretación musical.

Puede decirse que existe un consenso amplio en torno a la inadecuación de Leonie Rysanek para hacer ópera italiana, fundamentalmente por cuatro razones: la aridez del timbre (siendo la italiana una escuela que sobrepremia la fluidez del legato), la particular emisión (y sobre todo, la falta de presencia del centro grave), la falta de idiomaticidad y los (muy relevantes) vicios de afinación. De todo ello hay aquí, sinceramente, bastante menos de lo esperable. El timbre, de acuerdo, es el que es, pero en los inicios de su carrera presenta aún una integridad muy respetable; el centro grave, aunque casi no está, ni lo hincha ni se lo inventa, el italiano (quitando algún empacho con palabras como Maledizione! o miserere) es más que aceptable, y la afinación insólitamente atinada (solo se le cae así notoriamente el La4 final de O patria mia).

Pero más allá de la corrección formal, Rysanek se revela como una verdadera artistaza, que en cada pieza se lanza a buscar un personaje, y, como consecuencia de una concienzuda preparación de los fragmentos, encuentra muy a menudo matices insólitos y conmovedores (de unas piezas, por otro lado, TAN conocidas). Especialmente acertadas resultan Aida (después de una primera sección abrupta del Ritorna vincitor, que no le va nada, la forma de transformar el discurso musical con la frase Ah, sventurata, che dissi? es sobrecogedora), Amelia (qué BIEN hechas sus dos arias; Rysanek parece comprender lo que significa l'unico figlio mio bastante mejor que muchas italianas) y sobre todo, una Turandot altiva, gélida e inaccesible, pero viva, femenina y encendida por el deseo de venganza (aparte de tener un Do5 como un castillo).

Arturo Basile dirige con poca gracia a una orquesta ignota (y casi que mejor), pero no es sordo, de modo que, consciente de la cantidad de cosas que intenta e inventa la soprano, trata de cooperar algo, muy en especial en el ambiente intimísimo buscado en la canción del sauce de Desdémona. Los dos fragmentos adheridos del Macbeth comercial que Rysanek grabó con Leinsdorf, en un momento notoriamente menos feliz en lo vocal, resultan bastante prescindibles, pero se agradece el dúo de Otello con Vickers y Serafin, lleno de claroscuros en el fraseo de ambos cantantes.

(He apostado un pìntxo de tortilla a que en 24 horas nadie dice las palabras "Kostelnicka" ni "taquicardia", de modo que si tienen la tentación, apiádense de mí)

Primer acercamiento a esta zarzuela de Sorozabal. Y aprovechando que discográficamente estas grabaciones son muy cortas, despues de comer he podido escuchar otra zarzuela:

No es que vocalmente sea una gran versión aunque con lo que hay ahora... Petr Dvorsky es pelín bastorro y Hayashi tambien tiende al exceso de volumen. Muy bien, en su línea, Giorgio Zancanaro. La producción es una de esas de idea central en torno a la cual gira toda la escena. El público milanés aplaude muchísimo.

Bueno, con lo que hemos visto en TVE el otro día es como comparar a Dios con un gitano (con perdón de esa etnia) en absolutamente todo: la producción, la dirección escénica y la pulquérrima dirección orquestal de Maazel; los cantantes a un nivel notable (bastorro Dvorsky? si es un prodigio de sutileza al lado de De León); Hayasi en su sitio, igual que la Kim (aunque no extraordinarias, cumplen su cometido); Zancanaro elegante y hasta sobrado. Y como bonus, el Goro de un grande como De Palma.

Aunque sea un lugar común, hoy aplaudiríamos a rabiar a un Peter Dvorsky; incluso su hermano le daría vueltas a más de uno de la actualidad.

Hombre, la comparación de esta grabación procede con otras grabaciones, no con lo que usted sufrió en el Real (y que mañana creo que sufriré yo mismo). Mejor que Dvorsky se me ocurren unos cuantos Pinkerton, seguramente en mente de todos: Bergonzi, Pavarotti, Domingo, etc. Dvorsky, en aquel momento era un buen "segunda división" que hoy, por desgracia, lideraría la primera. Eso sí, Dvorsky es un tenor, lo que intuyo que el Constanzo aun no ha llegado a ser.

La misma Hayashi creo que es notablemente inferior a las míticas aunque intuyo que daría sopas con honda a Jaho. Estilísticamente el único irreprochable es, en mi modesta opinión, Giorgio Zancanaro. Por cierto, el Goro de esta versión no es Piero di Palma sino Ernesto Gavazzi. Y la Kate Pinkerton la hoy venerada Anna Caterina Antonacci

El Rapto del Serrallo.
Maravilla tras maravilla, pero no reconocer el Cuarteto como obra maestra absoluta es propio de sordos.
versión clásica de KRIPS para Emi. Orfebrería.