Afirmo, sin atisbo de duda, aunque posiblemente contaminado por el típico prejuicio de que "como es moderna todo le da", aunque nada más lejos de lo que realmente pienso; que
Krzystof Warlikowski llega a la cima de su carrera como director de escena con su versión de "Desde la Casa de los Muertos" de Janaçek.
He visto un maravilloso vídeo, procedente de la ópera de La Monnaie, en Bruselas, del montaje que el regista polaco hace de la última ópera de Janacek, convirtiéndolo en el más realista de sus montajes, pese a que sigue siendo desde su particular visión. Esta producción que también se pudo ver en Londres, traslada la acción a una cárcel rusa contemporánea, aunque realmente podría ser cualquier prisión del mundo. El único escenario es el patio (cerrado) de dicha prisión, con una plataforma en movimiento que hace de celda, escenario de la obra teatral del segundo acto y de despacho del director. Un patio con un mural y con palabras en ruso inscritas, con una cesta de baloncesto y una televisión donde se ve fútbol. La estética se parece mucho a montajes como Lulu y Alceste, también en la crudeza visual que caracteriza al director polaco. Durante la obertura vemos a Michel Foucault opinando sobre lo innecesario de una prisión y lo servil del sistema judicial al sistema político. Al levantarse el telón vemos esa cárcel, con un personal multirracial: unos prisioneros negros bailando y jugando al baloncesto, y los demás con apariencia temible, así como guardias de diferentes etnias.
Los prisioneros tienen la apariencia de una película moderna de cárceles: con tatuajes por todo el cuerpo, con Alieya con un águila tatuado en la cara. Gorianchikov, un hombre mayor, elegante, es recibido con el típico júbilo que dan a los nuevos. Para sobrevivir, Alieya trapichea con drogas, con la complicidad de los policías. La libertad representada por el águila es sustituida por la juventud corrompida: un joven prisionero negro, que juega al baloncesto y que en el primer acto es herido y durante el resto de la obra está en silla de ruedas hasta que al final, recuperado, se levanta y encesta de nuevo el balón. La prostituta tiene una mayor relevancia: una actriz porno que tiene líos con el Alcaide, y además es la mujer por la que Siskov y Morozov rivalizan y terminan tan mal en el acto final, con Morozov suicidándose ante los dos, y con Siskov intentándolo. Al final, Gorianchikov parece irse a regañadientes, dejando destrozado a un Alieya que no puede evitar llorar, hasta que los separa el guardia (aquí, un tenor), que obliga de una vez al protagonista a irse.
Un montaje que aun con licencias, ofrece un realismo descarnado que en contraposición a la sobriedad y atemporalidad del legendario montaje de Chéreau, lleva esta obra a una época moderna con éxito.
La dirección de
Michael Boder, comparada con las históricas de Boulez, Mackerras o incluso un enérgico Marc Albrecht que vimos en el Real hace 17 años, no puede evitar palidecer, además de tener una orquesta competente como la de La Monnaie, pero que en la obertura se ve afectada o por el sonido o por la batuta, con una interpretación más bien chimpunera, demasiado en forte y un metal torpe. Luego se dedica a acompañar muy bien, y es la madera la que brilla en sus pasajes, como el final del segundo acto o el motivo del águila. El coro masculino una maravilla.
El reparto en esta obra es principalmente coral, aunque como en muchos montajes el protagonista, Gorianchikov, es interpretado por el legendario
Willard White. White, aquí ya con 72 años, tiene la voz avejentada, pero con la voz aún fuerte, el timbre leñoso, si bien un poco nasal, pero bien conservado. El tenor
Pascal Charbonneau, un efebo en la vida real, se convierte aquí en un preso de apariencia no muy agradable, pero con mucha carga homoerótica. Vocalmente cumple con un timbre agradable.
Pavlo Hunka pese a no tener la voz más potente del mundo, resuelve con dignidad la enorme escena del tercer acto, bien cantada pese al timbre justo. El veterano
Stefan Margita fue un excelente Morozov, con una voz que se deja oír y aunque ya está madura, sigue siendo un intérprete notable del repertorio.
Natascha Petrinsky es una Prostituta muy bien cantada, en su escuetísimo papel, y muy bien actuada en el resto del montaje.
Aquí pueden ver el vídeo completo.